«La práctica de la sabiduría cristiana no consiste en la abundancia de las palabras, ni en la sutileza de los razonamientos, ni en el deseo de alabanza y gloria, sino en la verdadera y voluntaria humildad que, desde el seno de su madre hasta el suplicio de la cruz, nuestro Señor Jesucristo eligió y enseñó como plenitud de la fuerza.
«El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí. Dado que antes había dicho: No he venido a traer paz sino espada (Mt 10,34) y enfrentar al hombre contra su padre, su madre, su suegra, para que nadie anteponga la piedad familiar a la religión, agrega: El que ama a su padre o a su madre más que a mí; también leemos en el Cantar de los Cantares: Ordena en mí el amor (Ct 2,4). Este orden es necesario para todo afecto.
Grabado de la portada del Libro: Embajador de la Divina Piedad. Revelaciones de Santa Gertrudis la Magna, Virgen de la Orden de San Benito,
«Si mediante la señal de la cruz y la fe en Cristo conculcamos la muerte, habrá que concluir, a juicio de la verdad, que es Cristo y no otro quien ha conseguido la palma y el triunfo sobre la muerte, reduciéndola casi a la impotencia. Si además añadimos que la muerte -antes prepotente y, en consecuencia, terrible-, es despreciada a raíz de la venida del Salvador, de su muerte corporal y de su resurrección, es lógico deducir que la muerte fue aniquilada y vencida por Cristo, al ser Él izado en la cruz.
Santa Gertrudis la Magna Virgen, grabado original con orla azul, anónimo, 1853.
Laura Grimes Ph. D[1]
«… Nuestro Señor Jesucristo, la noche en que fue entregado, tomó el pan después de haber dado gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomen, coman, esto es mi cuerpo”. Y tomando la copa después de haber dado gracias, dijo: “Tomen, beban, eso es mi sangre” (cf. 1 Co 11,23-25). Si Él mismo lo pronuncia y dice acerca del pan: “Esto es mi cuerpo”, ¿quién se atreverá a dudar en adelante? Y si Él lo asegura y dice: “Esto es mi sangre”, ¿quién dudará alguna vez diciendo que no es su sangre? (…)
Santa Getrudis recibiendo la instrucción de Jesús, óleo, autor anónimo, Monasterio Cisterciense de Santa Mª del Río, Liérganes, Cantabria, España.
«Cuando tomamos la resolución de dar a conocer la divinidad -a la que los mismos seres celestiales no pueden adorar como se merece-, o de penetrar en los secretos de esta divinidad inmensa y del gobierno del universo, es como si nos embarcásemos en una diminuta balsa para hacer una larga travesía, o como si nos pertrechásemos de unas minúsculas alas con la intención de alcanzar el firmamento y sus astros...