EL “GRAN SALTERIO”
“Santa Gertrudis y sus compañeras”, vitral de la Basílica de Notre-Dame de Montligeon, Chartes, Francia.
Oliver Clément, osb
Bernardo Vregille, sj[1]
“Santa Gertrudis y sus compañeras”, vitral de la Basílica de Notre-Dame de Montligeon, Chartes, Francia.
Oliver Clément, osb
Bernardo Vregille, sj[1]
«(…) Debes creer en la pasión del Señor y confesar que Cristo ha padecido y ha sido crucificado…, según lo predicho por los profetas (ver Is 53,5). Y procura no avergonzarte de la pasión de tu Señor…
“Santa Matilde instruye a santa Gertrudis”, vitral de la Basílica de Notre-Dame de Montligeon, Chartes, Francia.
Oliver Clément, osb
Bernardo Vregille, sj[1]
«Es todo el hombre el que renace y se renueva en Cristo, para que, como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, nosotros vivamos también una vida nueva (Rm 6,4), en otras palabras, es necesario que rechacemos los errores de nuestra vida anterior (...). Y de la misma forma como hemos revestido la imagen de lo terrenal, debemos revestir también la imagen de lo celestial. Porque el primer hombre es salido del suelo, es terrestre, pero, el segundo hombre, ha venido del cielo (1 Co 14,49.47).
Santa Gertrudis y Santa Verónica, vitral de la iglesia de Corpus Domini, Monasterio de la Adoración Perpetua, Santiago de Chile.
Oliver Clément, osb
Bernardo Vregille, sj
«Al ciego de nacimiento el Señor le devolvió la vista no por medio de su palabra, sino por una obra. No lo hizo en vano ni al acaso, sino para mostrar la mano de Dios, la misma que al principio creó al hombre. Por eso, cuando los discípulos le preguntaron por qué motivo el hombre había nacido ciego, si por culpa suya o de sus padres, respondió: “Este no pecó, ni sus padres; sino para que se manifieste en él la acción de Dios” (Jn 9,3). (...)
Santa Gertrudis la Grande, Ernst Suberg, 1986, vitral de la nave de la capilla de San Huberto, Brilon-Rixen, Renania del Norte - Westfalia, Alemania.
Oliver Clément, osb
Bernardo Vregille, sj
«Jesús fatigado del viaje, se sentó sobre el brocal del pozo. Era como la hora de sexta (Jn 4,5. 6). Ya dan comienzo los misterios. No se fatiga sin razón Jesús, no se cansa sin motivo la fortaleza de Dios; no se fatiga sin causa el que rehace las fuerzas de los fatigados; no se cansa sin razón Aquel cuyo abandono nos cansa y cuya presencia nos reconforta. Y, sin embargo, se cansa, y se cansa del viaje, y se sienta, y junto al pozo se sienta, y es la hora sexta cuando se sienta. Algo insinúan estas cosas, algo quieren decir.
Santa Gertrudis la Grande, don de piedad. Sr. Johanna Serviane Wollseifen, 1961. Vitral de la nave de la iglesia del Monasterio del Espíritu, Wickede (Ruhr), Renania del Norte-Westfalia, Alemania.
Oliver Clément, osb