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DOMINGO 25º. Ciclo "A"

Textos litúrgicos

«(...) Este redil de la Iglesia recibe los cabritos con los corderos; pero, según asegura el Evangelio, cuando viniere el Juez, separa de los buenos a los malos, como el pastor separa de las ovejas a los cabritos. No pueden contarse allí en el rebaño de las ovejas los que aquí han sido esclavos de los placeres de su carne. El Juez separa allí de la suerte de los humildes a los que aquí se engríen llenos de soberbia; no pueden participar del reino de los cielos quienes, profesando aquí la fe celestial, buscan con todo afán las cosas terrenas.

DOMINGO 24º. Ciclo "A"

Textos litúrgicos

«Puesto que quieren igualarse a Dios porque han sido creados a su imagen, imiten, por tanto, a su modelo. Ustedes, cristianos, cuyo nombre evoca la caridad, imiten el amor de Cristo. Consideren la riqueza de su benevolencia hacia los hombres. Antes de manifestarse a ellos, envió a Juan para predicarles la penitencia y arrepentimiento y, antes del Precursor, a todos los profetas para enseñarles la conversión.

EL TEXTO DEL “LEGATUS DIVINAE PIETATIS” DE GERTRUDIS DE HELFTA EN EL MANUSCRITO LEIPZIG, UNIVERSITÄTSBIBLIOTHEK 827. ALGUNOS RELIEVES (III)

Eucaristía y rescate de las almas del purgatorio, pintura de hornacina del retablo de Santa Gertrudis de la iglesia del Real Monasterio de San Clemente de Sevilla,

atribuida al pintor Valdés Leal[1].

 

DOMINGO 23º. Ciclo "A"

Textos litúrgicos

«Debemos reprender con amor; no con deseo de dañar, sino con afán de corregir. Si fuéramos así, cumpliríamos con exactitud lo que hoy se nos ha aconsejado: Si tu hermano peca contra ti, corrígele a solas (Mt 18,15). ¿Por qué le corriges? ¿Porque te duele el que haya pecado contra ti? En ningún modo. Si lo haces por amor propio, nada haces. Si lo haces por amor hacia él, obras excelentemente. Considera en las mismas palabras por amor de quien debes hacerlo, si por el tuyo o por el de él.

DOMINGO 22º. Ciclo "A"

Textos litúrgicos

«Que nadie se avergüence de los símbolos sagrados de nuestra salvación, de la suma de todos los bienes, de aquello a que debemos la vida y el ser; llevemos más bien por todas partes, como una corona, la cruz de Cristo. Todo, en efecto, se consuma entre nosotros por la cruz. Cuando hemos de regenerarnos, allí está presente la cruz; cuando nos alimentamos de la mística comida; cuando se nos consagra ministros del altar; cuando quiera se cumple otro misterio alguno, allí está siempre este símbolo de victoria.