Inicio » Content » DOMINGO 23º. Ciclo "A"

«Debemos reprender con amor; no con deseo de dañar, sino con afán de corregir. Si fuéramos así, cumpliríamos con exactitud lo que hoy se nos ha aconsejado: Si tu hermano peca contra ti, corrígele a solas (Mt 18,15). ¿Por qué le corriges? ¿Porque te duele el que haya pecado contra ti? En ningún modo. Si lo haces por amor propio, nada haces. Si lo haces por amor hacia él, obras excelentemente. Considera en las mismas palabras por amor de quien debes hacerlo, si por el tuyo o por el de él. Si te escucha, dijo, has ganado a tu hermano (Mt 18,15). Hazlo, entonces, por él, para ganarlo a él. Si haciéndolo lo ganas, no haciéndolo se pierde. ¿Cuál es la razón por la que muchos hombres desprecian estos pecados y dicen: “Qué he hecho de grande; he pecado contra un hombre”? No los desprecies. Pecaste contra un hombre; ¿quieres saber que pecando contra un hombre pereciste? Si aquel contra quien pecaste te hubiese corregido a solas y lo hubieres escuchado, te habría ganado. ¿Qué quiere decir que te habría ganado, sino que hubieras perecido si no te hubiera ganado? Puesto que si no hubieses perecido, ¿cómo te hubiera ganado? Que nadie, por consiguiente, desprecie el pecado contra el hermano. Dice en cierto lugar el Apóstol: Así los que pecan contra los hermanos, hiriendo su débil conciencia, pecan contra Cristo (1 Co 8,12), precisamente porque todos hemos sido hechos miembros de Cristo. ¿Cómo no vas a pecar contra Cristo si pecas contra un miembro de Cristo? Nadie diga: “No pequé contra Dios, sino contra un hermano, contra un hombre; pecado leve o casi nulo”. Quizá dices que es leve porque se cura rápidamente. Pecaste contra el hermano; repáralo y quedarás sano. Con rapidez cometiste la acción mortal y con rapidez también encontraste el remedio» (…)[1].

 


[1] San Agustín de Hipona, Sermón 82, 4-5, trad. en: Obras Completas de san Agustín. X. Sermones (2°), Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1983, pp. 469-470 (BAC 441). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.