Inicio » Node » SANTA GERTRUDIS, FIGURA DEL AMOR MÍSTICO NUPCIAL (1)

Santa Gertrudis la Grande, icono, Theophilia, EEUU.

 

Ana Laura Forastieri, OCSO[1]

Podría pensarse que “lo bello”[2] sea el centro de una estética teológica. Sin embargo, lo bello es sólo el resplandor de lo que en realidad es el centro en un planteo estético de la teología: la figura. Se entiende por figura la forma que presenta exteriormente una cosa, o aquella forma primera que es posible captar por los sentidos. Su percepción supone una mirada sintética –no crítica, ni discursiva-, capaz de descubrir una “gestalt”, o sea, una forma complexiva como unidad coherente en su totalidad.[3]

El teólogo von Balthasar aplica esta noción derivada del arte -y más específicamente de Goethe[4]- a la revelación de la gloria divina, acontecimiento que no tiene lugar en abstracto sino que toma siempre una forma concreta y encarnada. Su mirada se dirige principalmente a la persona de Jesús, icono supremo de la gloria del Padre, la “figura” por antonomasia; pero también a otros discípulos y discípulas suyos a lo largo de los siglos, que han recibido de un modo real e histórico la revelación de la gloria divina manifestada en Cristo. En cada uno de ellos la epifanía de la gloria toma rasgos peculiares que constituyen una “figura”, es decir una forma única y original, que puede ser vista en su totalidad desde muchos puntos de vista y que aporta nuevas luces sobre el misterio divino.

Aplicando esta perspectiva estética a los escritos de santa Gertrudis de Helfta[5] encontramos que la clave fundamental que da sentido y coherencia a su itinerario espiritual es la unión nupcial con Cristo. Su vida puede ser considerada como una figura esponsal, que proyecta luz sobre la dimensión mística nupcial de la vida cristiana, abierta a todo creyente a partir del bautismo. Partiendo de un breve esbozo biográfico, analizo aquí la conversión de Santa Gertrudis, como el momento particular en que se imprime en su vida la forma de Cristo con carácter esponsal. Presento luego las características del amor místico nupcial que surgen de su experiencia espiritual, ilustrándolas con diversos textos de su obra.

 

1. Esbozo biográfico

Santa Gertrudis es una de las grandes místicas de la Edad Media, que “con su vida y su pensamiento influyó de modo singular en la espiritualidad cristiana”.[6] Nació en 1256, en Eisleben, Alemania. Se desconocen sus orígenes familiares. A los cinco años fue entregada para su educación al Monasterio de Helfta, comunidad que seguía la Regla de San Benito según los usos cistercienses. Bajo la guía de santa Matilde de Hackeborn (1241-1299) recibió la educación clásica de su tiempo: el trivium y el quadrivium, lo que le aseguró una sólida cultura literaria, filosófica y teológica.[7]

Destacaba en los estudios aventajando a sus compañeras. Más tarde, profesó como monja, pero hasta los veinticinco años vivió la vida religiosa en la rutina y la tibieza: su pasión era el estudio. A esta edad entró en una crisis profunda, que se resolvió por medio de una visión de Cristo resucitado. Esto determinó su conversión radical: dejó los estudios para dedicarse a la oración y a la vida espiritual, comenzando a tener frecuentes revelaciones, especialmente en el marco de las celebraciones litúrgicas. Empezaron a acudir a ella personas de todas las clases para pedir su consejo y su intercesión y llegó a ser considerada teóloga, es decir: maestra de la vida espiritual. En 1289 recibió la orden del Señor de poner por escrito sus visiones. Así redactó el Memorial de la Abundancia de la Divina Misericordia, opúsculo autobiográfico que posteriormente fue incluido como Libro II del Legatus Divinae Pietatis;[8] este último es la obra que recopila su experiencia espiritual, ordenada y editada por una redactora final.[9] Escribió además los Ejercicios Espirituales[10] y otras obras en alemán que se han perdido. Sus últimos años los vivió postrada por la enfermedad. Murió a la edad de 45/47 años, en 1301 o 1302.

Su proceso espiritual a partir de su conversión está totalmente polarizado por la unión con Cristo en clave esponsal cuya meta es la plena participación de la vida divina. Las gracias extraordinarias que frecuentemente recibía se apoyan en esta unión íntima y permanente con el Señor.[11] Su vida es presentada en el Legatus como modelo de la unión íntima a la que Cristo llama a todo creyente, por estar creado a imagen y semejanza de Dios, unión a la que todos podemos aspirar en virtud del bautismo.

 

2. La impresión de la forma de Cristo

Existen dos relatos autónomos de la conversión de Gertrudis, es decir, del acontecimiento por el cual ella pasa de los estudios profanos a la teología y a la vida mística: la versión de Gertrudis y la de su biógrafa. El relato de Gertrudis no hace referencia a su inclinación a los estudios, sino a la crisis que ella estaba atravesando y a la visión que la resolvió de forma definitiva. Se trata de una visión de contenido esponsal, en la cuál se hace presente la fuerza del deseo en Gertrudis.

“Así pues, en la predicha hora, mientras estaba en medio del dormitorio, al levantar la cabeza [...] vi de pie ante mí, un joven amable y delicado, como de unos dieciséis años, tal cual mi juventud de aquél entonces hubiera deseado que se complacieran mis ojos exteriores” (L II, 2).

Ella desea unirse al joven de la visión, pero experimenta ante sí un obstáculo que le impide hacerlo y solo logra superaro por puro don de Aquel mismo a quien ve:

“Mirando atentamente, vi entre él y yo, es decir a su diestra y a mi izquierda, una muralla de largura tan infinita que, ni delante de mí, ni a mi espalda, se veía el final de aquella longitud. Veía reforzada aquella muralla bajo una capa tan grande de espinas, que por ninguna parte me era accesible atravesarla para volverme a dicho joven. Y puesto que estaba como impedida por esto y el deseo me abrasaba y casi estaba desfalleciendo, él mismo, de repente, sin ninguna dificultad, tomándome, me levantó y me estableció junto a sí” (L II, 2).

Gertrudis reconoce en la mano de aquel joven las gloriosas cicatrices del Hijo de Dios, por las cuales fluyó la medicina apropiada al género humano:

“Pero en aquella mano […] reconocí aquellas llagas, joyas luminosas por las cuales todo documento de deuda ha sido anulado […] Desde entonces, serenada por una alegría espiritual enteramente nueva comencé a correr tras el olor de tus perfumes y a comprender cuán suave es tu yugo y ligera tu carga, lo cuál antes me resultaba insoportable” (L.II 1.2).

Con esta visión Gertrudis recibe lo que von Balthasar llama la “impresión de la forma”, es decir, la experiencia de la epifanía de la gloria de Dios en Cristo, que, con su esplendor, arrebata a quien la percibe. Dice el teólogo:

“[…] De repente, de un modo indescriptible surge el rayo de lo incondicionado y derriba al hombre haciéndole caer postrado en adoración, transformándolo en un creyente y seguidor de Cristo”[12] . “Es la acción con que Dios imprime en el creyente la forma de Cristo […], no un rasgo de su Hijo, sino su imagen esencial indivisible, por más que esta pueda aparecer diferenciada, personal y carismáticamente en cada alma”[13].

En Gertrudis, la forma de Cristo se imprime con carácter esponsal; este rasgo es el que da unidad y coherencia a su vida, y originalidad a su figura. Así ella deviene paradigma de la relación de amor nupcial que Cristo ofrece a todo bautizado. 

Continuará

 


[1] La autora es monja en el Monasterio Trapense de la Madre de Cristo, Hinojo, Argentina y colabora desde el año 2012 en la difusión de la postulación de santa Gertrudis al doctorado de la Iglesia, en América Latina.

[2] Ponencia dada en el VIº Congreso Internacional de Literatura, Estética y Teología, sobre el tema: “El amado en el amante. Figuras, textos y estilos del amor hecho historia”, organizado por la Asociación Latinoamericana de Literatura y Teología (ALALITE) en conjunto con la Facultad de Teología  y Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Argentina (UCA), Buenos Aires, 17, 18 y 19 de Mayo de  2016.

[3] Cfr. MARCHESI, Giovanni. “Jesucristo en la estética teológica de Balthasar”, [en línea] http://www.revistacriterio.com.ar/iglesia/jesucristo-en-la-estetica-teologica-de-balthasar [consulta: 20 de febrero de 2016].

[4] BALTHASAR, Hans Urs von, “‘Quel che devo a Goethe’. Discorso per il conferimento del premio Mozart”, en GUERRIERO E., Hans Urs von Blathasar, Cisnesello-Balsamo, Milán, 1991, 365-400.

[5] Actualmente postulada como doctora de la Iglesia por las órdenes monásticas de Regla benedictina. Para mayor información sobre la causa, cfr.: Surco: Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur, Santa Gertrudis [en línea] http://www.surco.org

[6] BENEDICTO XVI, “Catequesis al Pueblo de Dios en la audiencia general del 10.X.2010”, en L’Osservatore Romano 41 (2010) 11-12 (edición semanal en lengua española).

[7] Sobre la educación de la mujer en la Edad Media cfr. CORLETO, R. W., OAR: “La mujer en la Edad Media”, Teología 91 (2006) 655-670.

[8] En adelante lo cito: L, seguido de número romano, para indicar el libro, y de números arábigos, para indicar sucesivamente el capítulo y los parágrafos. La edición crítica latina del Legatus divinae Pietatis es: GERTRUDE D’HELFTA, Oeuvres Spirituelles, Tomo II: Le Héraut Livres I et II, Sources Chrétiennes N° 139, Paris, Éd. Du Cerf, 1968; Tomo III: Le Héraut Livre III, Sources Chrétiennes 143, Paris, Ed. Du Cerf, 1968; Tomo IV: Le Héraut Livre IV, Sources Chrétiennes 255, Paris, Ed. Du Cerf, 1978; Tomo V: Le Héraut Livre V, Sources Chrétiennes 331, Paris, Ed. Du Ser, 1986. Existen dos traducciones al español a partir del texto crítico, a saber: SANTA GERTRUDIS DE HELFTA, Mensaje de la misericordia divina (El Heraldo del Amor Divino), Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1999; El Mensajero de la Ternura Divina. Experiencia de una mística del siglo XIII. Tomo I (Libros 1-3) y Tomo II (Libros 4-5), Burgos, Monte Carmelo, 2013. En este trabajo cito según mi propia traducción del texto crítico latino.

[9] Se admite que en la composición podrían haber participado varias monjas del círculo de iniciadas de Helfta, o bien que la obra reúne materiales diversos. Sin embargo la redacción del Libro I, la inclusión de notas marginales y la compaginación final son obra de una única monja, anónima y muy culta, que convivió con Gertrudis, a la cual se suele denominar técnicamente: la Redactrix.

[10] Exertitia Espiritualia; en adelante lo cito: E seguido del número de Ejercicio, en numeración romana. La edición crítica latina es: GERTRUDE D´HELFTA, Oeuvres Spirituelles, Tomo I, Les Exercices, Sources Chrétiennes N° 127 Paris, Les Ed. Du Cerf 1967; existe una traducción al español a partir del texto crítico: SANTA GERTRUDIS DE HELFTA, Los Ejercicios, Burgos, Monte Carmelo, 2003. En este trabajo cito según mi propia traducción del texto latino.  

[11] Conviene aquí hacer referencia al concepto balthasariano de mística, según aparece delineado en: BALTHASAR, Hans Urs von, “Ubicación de la mística cristiana”, en Puntos Centrales de la fe, 311-334: Para el teólogo, la mística no es la cumbre de la vida cristiana, sino que pertenece al orden de las gratiae gratis datae. La perfección de la vida cristiana ordinaria radica en la receptividad y docilidad habituales a la acción divina, actitudes que implican el desarrollo de los dones del Espíritu Santo, como hábitos o capacidades por los que se va formando en el creyente el sentido de las cosas divinas. Según Balthasar, esta cumbre no pertenece a la mística, sino a la acción ordinaria de la gracia acogida en su plenitud. La obediencia plena es propiamente la unión con Dios, pero no implica de suyo la experiencia de lo divino, sino que puede darse en la noche de las facultades sensibles y espirituales, lo que no le quita nada de su perfección. Lo específico de la mística cristiana está en los carismas extraordinarios que se reciben como don del Espíritu para el servicio de la Iglesia. La mística cristiana es un don y una misión carismática para la Iglesia. Estos carismas extraordinarios no pueden recibirse sin la disposición de obediencia antes mencionada a la acción plena de la gracia; aquí Balthasar se separa del Aquinate: para el teólogo suizo, la gratia gratis data supone de suyo un alto desarrollo de la vida cristiana ordinaria. Balthasar minimiza así el valor de los aspectos extraordinarios del carisma místico -todo lo que hace a los estados subjetivos de conciencia- para poner su atención en el valor objetivo de este carisma, como don dado a la Iglesia para enriquecer su comprensión de la revelación. De esta concepción se sigue que la mística es una gracia carismática concedida a la Iglesia a través de una persona concreta, en orden a una misión teológica, para la cuál la única disposición adecuada es la receptividad y la plena disposición de servicio, actitud que, en cuanto consentimiento, encarna el principio mariano o femenino de la Iglesia; el cuál, al converger con la gracia que viene de lo alto, conforma la estructura esponsal de la Iglesia y de toda mística cristiana. Cfr. también ID., Adrienne von Speyr, Vida y misión teológica, Madrid, Encuentro, 1986, 47-72.

[12] BALTHASAR, Hans Urs von, Gloria, una estética teológica, I: La percepción de la forma, Madrid, Encuentro, 1988, 34-35.

[13] Ibíd., 218.