Inicio » Node » Cuadernos Monásticos Nº 126

Editorial

LA COMUNIÓN DE LOS APÓSTOLES

ESCUELA DE MOSCÚ. SIGLO XV

«El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras hasta que venga (1 Co 11,26) no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre

Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de Jerusalén se dice: Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión fraterna a la fracción del pan a las oraciones... Acudían al Templo lodos los días con perseverancia y con un mismo espíritu partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y con sencillez de corazón (Hch 2,42. 46).

Era sobre todo “el primer día de la semana”, es decir, el domingo, el día de la resurrección de Jesús cuando los cristianos se reunían para partir el pan (Hch 20,7). Desde entonces hasta nuestros días la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado, de suerte que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia, con la misma estructura fundamental. Sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia.

Así, de celebración en celebración, anunciando el misterio pascual de Jesús hasta que venga (1 Co 11,26), el pueblo de Dios peregrinante camina por la senda estrecha de la cruz (AG 1) hacia el banquete celestial, donde todos los elegidos se sentarán a la mesa del Reino»[1].

 

EDITORIAL

La tercera entrega de nuestra publicación se abre con un artículo que trata un tema “nuevo”, al menos dentro de los que habitualmente se suelen ofrecer en las páginas de Cuadernos Monásticos. En efecto, la cuestión del espacio monástico, tratada con gran competencia por el Arq. Irarrázabal, nos coloca de lleno ante una cuestión importantísima para el buen desarrollo de la vida monástica: el espacio. Y aunque esta contribución solamente aborda la cuestión, por así decirlo, desde una perspectiva “técnica”, arquitectónica, queda abierto el camino para otras aproximaciones que sigan profundizando en la problemática que plantea el hecho del espacio para un monasterio -¿y para la misma vida monástica?- en un mundo, especialmente en unas ciudades, donde una de las grandes ausencias es justamente la del espacio vital.

Los dos artículos dedicados a nuestro “patrono”, san Benito, y a su Regla, quieren poner de relieve, y no cesaremos de insistir en ello, en el lugar único e irremplazable que este “varón de Dios” ocupa para nosotros monjes, y por tanto en el ser mismo de Cuadernos Monásticos. Nuestra revista no podría ser lo que es si, de alguna forma, no estuviera como configurada, “conformada”, con san Benito.

Ese tema: la conformación, es ampliamente tratado por una Hna. Trapense del Monasterio de Quilvo (Chile). Su artículo forma parte de las contribuciones que se están preparando en la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia para el Capítulo General, que se celebrará el año próximo. Es un artículo denso, pero que recompensa ampliamente el esfuerzo que supone su lectura.

En este año, tan importante para nuestras hermanas y nuestros hermanos Cistercienses, queremos seguir unidos a su celebración. Lo hacemos de un modo muy simple, pero lleno de afecto fraterno: con la publicación de una breve crónica sobre sus actividades latinoamericanas.

Finalmente, la Carta de san Macario es un subsidio valioso para la reflexión y la oración durante este año, dedicado al Espíritu Santo, y en preparación del Gran Jubileo del año 2000.

Un pequeño regalo para nuestros lectores: una oración, tomada de la Vida de santa Macrina (cap. 24), escrita por su hermano -san Gregorio de Nisa- en los últimos años del siglo IV:

“Tú, Señor, nos has librado del temor de la muerte.

Tú has convertido el final de la vida de aquí abajo en comienzo para nosotros de la vida verdadera.

Tú haces descansar un tiempo nuestros cuerpos en el sueño y los despertarás de nuevo con la trompeta del final de los tiempos.

Tú entregas en depósito a la tierra nuestra tierra, la que tú moldeaste con tus manos, y harás surgir de nuevo lo que le entregaste, transformando con la inmortalidad y la belleza lo que en nosotros es mortal y deforme.

Tú nos has arrancado a la maldición y al pecado, convirtiéndote en ambas cosas por nosotros.

Tú has aplastado las cabezas del dragón que había agarrado al hombre con sus fauces en el abismo de la desobediencia.

Tú nos has abierto el camino de la resurrección haciendo saltar las puertas del infierno y reduciendo a la impotencia a aquél que tiene el poder sobre la muerte.

Tú has dado a quienes te temen una señal -el signo de la santa cruz- para la destrucción del adversario y seguridad de nuestra vida.

¡Oh Dios eterno, a quien fui entregada desde el vientre de mi madre, a quien ha amado mi alma con toda su fuerza, a quien he consagrado mi cuerpo y mi alma desde mi niñez hasta ahora!

Coloca junto a mí al ángel luminoso que me lleve de la mano hasta el lugar del refrigerio, allí donde se encuentra el agua del descanso, en el seno de los santos patriarcas.

Tú que has quebrado la espada de fuego y has dado el paraíso al hombre crucificado a tu lado y que se había confiado a tu misericordia, acuérdate también de mí cuando estés en tu reino, porque yo también estoy crucificada contigo, pues he clavado mi carne con el miedo y temo tus juicios.

Que el temible abismo no me separe de tus elegidos; que el envidioso no se interponga en mi camino; que mi pecado no aparezca al descubierto ante tus ojos, si, engañada por la debilidad de nuestra naturaleza, he pecado de palabras, obra o pensamiento.

Tú que tienes sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, líbrame para que pueda retomar el aliento y, una vez despojada del cuerpo, aparezca ante Ti sin mancha ni arruga en el perfil de mi alma; que mi alma sea acogida en tus manos inmaculada e irreprochable, como incienso ante tu rostro”.

 


[1] Catecismo de la Iglesia Católica, ns. 1341-1344.

 

SUMARIO

Editorial

El espacio monástico

Presentación “práctica” de la importancia del espacio en la arquitectura monástica. El Autor nos muestra las soluciones arquitectónicas implementadas en seis monasterios chilenos.

Artículo

La Cuaresma en la Regla de san Benito: una vida según las bienaventuranzas (RB 49)

“De toda la riqueza litúrgico-espiritual que encierra la tradición de la Cuaresma, vamos a centrar nuestra atención en uno de sus elementos: la consideración hecha por san León Magno, y heredada por san Benito (y su contemporáneo Cesáreo de Arles [+543]), de que la práctica cuaresmal, y por ello toda la vida del cristiano, es una vida en conformidad con las bienaventuranzas (Mt 5)”.

Artículo

Doroteo de Gaza y Benito de Nursia

«Doroteo de Gaza y san Benito de Nursia revelan indiscutiblemente una afinidad espiritual, un clima de parentesco. Contemporáneos, al umbral de una nueva época, supieron realizar, cada uno por su parte, lo que D. L. Regnault dice de Doroteo, “una síntesis armoniosa y equilibrada, donde una orientación contemplativa no impedía de ninguna manera la práctica integral del cenobitismo”».

Artículo

La conformación a partir de la forma

Este trabajo «tiene la intención de ahondar en el “hecho mismo de la conformación”, considerando los dos supuestos implícitos que dan razón de ella, a saber, “forma “ y “deformación”, que, a la luz de la redención se comprenden en su contexto teológico - cristológico y se sitúan en el estado de “creación” y “caída”».

Artículo

Crónica de REMILA 1998

REMILA -Región Mixta Latinoamericana- la región que agrupa a los monasterios de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, se reunió en el monasterio de la Madre de Dios, El Encuentro, México, del 15 al 22 de Abril de 1998.

Crónica

Carta a sus discípulos

La “Carta” de san Macario de Egipto a sus discípulos enfrenta un tema central: la relación entre los esfuerzos del asceta y el auxilio divino en el camino espiritual. Introducción, traducción y notas del P. Samuel Fernández E.

Fuente

Recensiones - Libros recibidos

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