Nuestro segundo número de cada año está dedicado a temas relacionados, principalmente, con la historia del monacato cristiano.
Así, los artículos de D. Guillaume Jedrzejczak, ocso, de D. Bernardo Olivera, ocso, y de la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso, nos permiten conocer más acabadamente nuestras fuentes. La principal de ellas, sin duda, es la Regla de san Benito, fielmente seguida en la tradición cisterciense. Y de esta última fueron grandes representantes san Bernardo y santa Gertrudis.
Pero nuestra vida monástica no se terminó en un determinado período de la historia, sino que sigue siendo una realidad, actual, cercana y presente en nuestras Comunidades. Y de esto nos dan buen testimonio la homilía de Mons. Martín de Elizalde, osb, en el día de la bendición abacial del nuevo superior de la Abadía Cristo Rey, El Siambón, Tucumán; y la pronunciada, en el cuarto domingo durante el año (2018), por el recientemente bendecido, el abad Pedro Edmundo Gómez, osb.
De este último hecho ofrecemos asimismo una crónica, que testimonia la continuidad de la vida en nuestros Monasterios, aún en medio de la fragilidad, que es el signo distintivo de nuestras comunidades en los tiempos hodiernos.
En la sección Fuentes proseguimos con la traducción de la Colección sistemática griega. Con el capítulo sobre los ancianos clarividentes, se inicia la sección de los carismas concedidos a algunos monjes. Algunos de los textos recogidos en esta parte de la Colección son notablemente extensos, y exigen discernimiento de parte de los lectores.
Pensar la vida monástica como el resultado específico de una culminación y no como una expresión de contestación, nos obliga a revisar nuestra manera de comprender la institución que va a nacer de esta intuición, y que luego se alimentará de la RB.
El Señor le regaló a Bernardo la gracia de la experiencia mística. Y a esta gracia le agregó otra: el don de iniciar a otros en el misterio. Bernardo místico es también un mistagogo, un pedagogo que introduce a otros en el Misterio.
La obra de Gertrudis muestra de forma ejemplar, cómo la Palabra celebrada en la liturgia y rumiada en la “lectio divina” se vuelve experiencia del misterio que hace progresar la comprensión de la revelación.
La celebración de hoy reúne tres condiciones: es la fiesta de una comunidad, que recibe, con el poder y el sello de la liturgia, a su nuevo abad; es la fiesta de un carisma, don de Cristo a su Iglesia; es la fiesta de la Iglesia, que vive en la respuesta de sus hijos, compartiendo los dones de la comunión.
En el interior de cada uno de los que vivimos en esta casa, hay algo de lo que estamos seguros: Dios no abandona a sus hijos, y la cadena de gracia que viene de Dios se continúa ahora en las manos y persona del nuevo Abad: el Padre Edmundo.
Un anciano dijo: «Está escrito: “El justo florecerá como una palmera” (Sal 91 [92],13). (Esta) palabra significa la altura, la rectitud y la dulzura de las buenas obras. Pero además la palmera tiene un solo corazón, que (es) blanco y que contiene toda su actividad. Y lo mismo se encuentra en el justo».