Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur
Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur
Por primera vez, después de varios años, Cuadernos Monásticos presenta un número dedicado a un tema único: la mujer cristiana.
Los artículos van conduciendo al lector a descubrir diversos “modelos” femeninos de compromiso creyente: la Virgen María; las mujeres en el sepulcro la mañana de Pascua; una santa en una familia de santos, cuyo hermano santo escribe su vida; una abadesa santa en la Edad Media; una santa “extraordinaria”, en “perspectiva benedictina”.
Sobre esta asombrosa y maravillosa estela de mujeres totalmente comprometidas con su fe, se abre la posibilidad de proseguir una reflexión sobre el aporte de la mujer en nuestra Iglesia. No sólo valorarlo, sino también integrarlo más plenamente en la vida cotidiana de nuestras comunidades. La presencia de la mujer cristiana será determinante para el nuevo rostro evangelizador de la Iglesia.
En la sección Fuentes se inicia la publicación de una obra sumamente interesante para conocer la vida monástica a comienzos del siglo V, “la reacción de los paganos contra ella, y su lugar en la gran Iglesia”. Y para resaltar: la versión al castellano de esta obra fue realizada por dos mujeres.
En uno de sus hermosos himnos, san Efrén dedica un vibrante elogio a la mujer cristiana por excelencia, la Madre del Señor:
“!Gloria al niño, que primero
formó a su madre en el vientre,
y luego se hizo en ella niño
más joven que ella!
Él es mayor que su madre,
y más joven que ella, porque lo quiso así.
!Acción de gracias al mar de sabiduría
que entró a habitar en el seno de la Virgen!
Las alturas y los abismos
están llenos de su majestad,
pero le contiene el seno de la hija de David,
y una muchacha pequeña le abraza en su regazo.
!Bendita tu, María, hija de David,
y bendito el fruto que nos has dado!
!Bendito el Padre, que ha enviado a su Hijo
para nuestra salvación!
!Bendito el Espíritu Paráclito,
que nos ha instruido en su misterio! !Bendito sea su nombre!”
(san Efrén, Carmina Sogyâtã, I,48-49. 51).
Recordamos el nuevo sitio de CuadernosMonásticos: www.surco.org
Tapa: Selección de obras de Ruberval Monteiro da Silva, osb. Abadía de la Resurrección, Ponta Grossa, Brasil
Preocupado por la dimensión ética de la persona humana, nuestro autor no desaprovecha la oportunidad de afirmar que la historia de la Revelación está referida a la libertad humana pero también a la de Dios: he ahí la plena vivencia de una Alianza. El misterio de la Salvación es descripto en estos términos: “No lo han podido inventar ni producir los hombres mismos; ha venido a ellos desde el misterio de la libertad de Dios”. Observa que el Padre respeta la libertad del hombre y aunque castigue sus infidelidades no abandona jamás su decisión de redimir al mundo. El itinerario mariano de Guardini contempla tres etapas de la vida de María: su infancia y juventud previa a la Anunciación, su maternidad comenzada en el mismo momento de su fiat y, finalmente, su madurez espiritual desde Pentecostés.
El testimonio particular que ofrecen los episodios evangélicos de las mujeres que se acercan al sepulcro en la mañana de Pascua, suscita al respecto verdadero interés: no se trata de una tarea de guía o de una función carismática ejercida por personalidades de gran relieve, sino de una presencia significativa que acompaña al mismo grupo de los discípulos de Jesús, a los Doce, en la transición desde el aturdimiento delante de Su muerte hasta el encuentro con el Señor Resucitado.
Gregorio nos presenta la vida de Macrina como una liturgia eucarística: Macrina prepara el pan, unge sus manos para las cosas sagradas, ofrece a los demás y a sí misma, hace memoria de las “magnalia Dei”, llama a la santificación (epiclesis), y muere durante la eucaristía del lucernario.
La vida y obra de Irmina de Oeren (*635-640 -†706-710) ha ejercido desde siglos una fascinación especial para devotos, investigadores y artistas. Eso explica la gran cantidad de estudios –muchos de ellos contradictorios–, que se han publicado sobre esa santa. Su radio de acción se extendía por el antiguo territorio merovingio entre Tréveris (Alemania) y Echternach (Luxemburgo), donde todavía se conservan vestigios de sus obras.
Lo que queremos significar con el término de “genealogía espiritual” de Hildegardis de Bingen es el hecho de que no podemos considerar a esta mujer extraordinaria como un fenómeno aislado, como la irrupción de un prodigio femenino en el mundo y el tiempo tan masculino de las cruzadas. Aunque ella y su hermana de orden Gertrudis de Helfta (1256-1302), posterior a ella en un siglo, fueron sin duda las máximas exponentes del monacato femenino medieval derivado de Benito de Nursia y su Regla, ellas forman parte de una familia espiritual muy marcada, que a través de sus antecesoras anglosajonas en Germanía –una Walburga, una Lioba, una Thecla, una Hugueburga–, y a través también de las grandes abadesas de Inglaterra misma (pensemos en Hilda de Whitby), se remonta hasta la misma Santa Escolástica, hermana de San Benito.
En la aparición/manifestación de María de Luján hay una característica muy llamativa que deseo destacar. En casi todas las apariciones modernas, cada vez que la Virgen Madre se manifiesta, María habla y deja algún mensaje. Lourdes, Fátima, Medjugory, San Nicolás…; pero en Luján parece que perdió el habla, es una aparición muda. María parece no decir nada en Luján. ¿Será verdad?
Al amanecer del día 11 de mayo nuestras comunidades monásticas cistercienses y benedictinas de Chile iniciaban su peregrinación hacia el Monasterio de las Condes, que nos acogía para vivir el Tercer Encuentro, esta vez de Oración y Amistad en torno a la celebración del Bicentenario y, en especial, unidos a todo lo que vive nuestro país remecido por el Terremoto y a nivel de Iglesia, celebrando el año sacerdotal, con sus luces y sombras.
En la instrucción hay dos beneficios: que nuestra religión, tal cual es, santa y simple, puede ser inculcada a todos, y que los que recibieron esta enseñanza suelen creer aquello que cuando lo ignoraban, menospreciaron. Por eso nos ha parecido bien escribir una gran obra aunque con estilo sencillo, y explicar los temas que muchos trataron claramente pero de manera dispersa, en un conjunto coherente de nuestra creencia, introduciendo dos interlocutores, uno que pregunta y otro que responde, proponiendo sucesivamente las consultas sobre los temas controvertidos.
