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 3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito

 
Ayuda para una visión cronológica de las reglas latinas
anteriores a la Regla de san Benito[1]
 
Es posible clasificarlas en cuatro “generaciones”:
 
1.1. Primera generación de reglas orientales traducidas al latín:
 
Regla de san Pacomio (traducción de Jerónimo; año 404); trad. en: Cuadernos Monásticos n. 45 (1978), pp. 237 ss. Y también en: Pacomio. Reglas monásticas. Introducción traducción y notas por el P. Ramón Álvarez Velasco, osb, Abadía de Silos (Burgos, España) 2004, pp. 113 ss.
 
Regla de san Basilio (traducción de Rufino; año 397); trad. en:
 
1.2. Primera generación de Reglas latinas occidentales:
 
Reglamento del Monasterio (Ordo monasterii; hacia 394-395); trad. en: TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (16).
 
Regla de san Agustín (hacia 397-400); trad. en: TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (18).
 
Regla de los Cuatro Padres (400-410); trad. en: TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (19).
 
2. Segunda generación:
 
Segunda Regla de los Padres (426-428; contemporánea de las Instituciones y Conferencias de Juan Casiano); trad. en: TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (20).
 
3. Tercera generación:
 
Regla de Macario (hacia 490; escrita por el abad Porcario de Lérins); trad. en: TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (21).
 
Regla de san Pacomio breve (hacia fines del siglo V): es un compendio adaptado para los monasterios occidentales de la Regla de san Pacomio antes mencionada.
 
4. Cuarta generación:
 
Regla Oriental (hacia 515); trad. en: TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (22).
 
Reglas de Cesáreo de Arlés para las vírgenes (512-534) y para los monjes (534-542).
 
Regla del Maestro (antes de 530).
 
Regla de Eugipo (530-535).
 
Tercera Regla de los Padres (hacia 535-538); trad. en: TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (23).
 
Recensión Π de los Cuatro Padres (535-540); trad. en: TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (24).
 
 
Quedan pendientes de publicación:
 
Regla del Maestro;
 
Reglas de Cesáreo de Arlés para las vírgenes y para los monjes;
 
Regla de Eugipo.
 
 
IX. La Regla del Maestro
 
 
            Introducción
 
Entre las diversas reglas que Benito de Aniano (+ 821) reunió en su Concordia Regularum se encontraba una bastante más amplia que las restantes, metódicamente ordenada, anónima, a la cual llamó Regla del Maestro (Regula Magistri = RM).
 
Durante mucho tiempo, aunque eran evidentes las semejanzas con la Regla de san Benito (= RB), se supuso que ésta era anterior a la RM. Pero desde 1938, en que D. Agustín Genestout, osb, propuso la tesis contraria, comenzó un amplio debate sobre la cuestión. La bibliografía al respecto atestigua la importancia que tuvo, sobre todo en el ámbito monástico, la discusión en torno a la relación entre ambas reglas[2].
 
Sin duda, el P. Adalbert de Vogüé, osb, fue quien más empuje le dio a la tesis de la anterioridad de la RM respecto de la RB. Llevando su teoría al ámbito del comentario de esta última, abrió un camino nuevo en la interpretación de la regla benedictina. Aunque no hubo, ni hay, acuerdo entre los especialistas sobre las bondades de dicho método, no se puede negar que su aporte modificó la óptica de todos los comentarios de los últimos  cincuenta años.
 
La fecha de composición de la RM puede ubicarse, con cierta precisión, antes de fines del siglo VI. Y más exactamente, con mucha probabilidad, entre 530-540[3]. Mientras que su ubicación geográfica nos conduce a Italia, tal vez en alguna región próxima a Roma.
 
El desarrollo que nos presenta la RM es el siguiente[4]:
 
Primera parte: la vida espiritual
 
Prólogo: la regla propone el camino angosto.
 
Thema: el monasterio como escuela del servicio de Dios:
 
el hombre pecador redimido por el bautismo;
 
comentario al Padrenuestro;
 
comentario a los Salmos 33 [34] y 14 [15].
 
Cap. 1: los cenobitas.
 
Cap. 2: el abad.
 
Caps. 3-6: obras que se deben realizar, virtudes a practicar, vicios que hay que eliminar; el monasterio como taller donde se realizan estas obras.
 
Cap. 7: el silencio.
 
Caps. 8-9: la obediencia.
 
Cap. 10: la humildad.
 
            Segunda parte: el ordo monasterii (la organización del monasterio)
 
Cap. 11: los prepósitos.
 
Caps. 12-14: sanciones disciplinares contra quienes no obedecen a los prepósitos.
 
Cap. 15: el modo en que el abad debe curar a los indóciles.
 
Cap. 16: el celerario.
 
Cap. 17: el encargado de las herramientas.
 
Caps. 18-21: los semaneros de cocina.
 
Cap. 22: la comunión de la comunidad.
 
Cap. 23: el servicio en el refectorio durante las comidas.
 
Cap. 24: el lector del refectorio.
 
Cap. 25: rito con el que se concluye el servicio semanal de los cocineros.
 
Caps. 26-28: sobre la medida de los alimentos y la bebida; el horario de las comidas.
 
Cap. 29: la siesta; el dormitorio.
 
Cap. 30: el modo de acostarse a la noche; el silencio después de Completas.
 
Caps. 31-32: los semaneros encargados de despertar a la comunidad.
 
Caps. 33-49: el Oficio Divino.
 
Cap. 50: el horario: trabajo manual y la lectura.
 
Caps. 51-53: la “regla de Cuaresma”.
 
Cap. 54: cómo se debe responder a la señal para la oración.
 
Cap. 55: distancia que dispensa a quienes trabajan de asistir a la oración comunitaria.
 
Cap. 56: celebración del Oficio Divino por aquellos que están de viaje.
 
Cap. 57: la lectura de quienes están de viaje.
 
Cap. 58: la celebración del oficio nocturno para quienes están de viaje.
 
Cap. 59-62: las comidas de los que están viajando.
 
Cap. 63: la despedida de “los hermanos espirituales” durante un viaje.
 
Cap. 64: ¿cuántas veces deben ser readmitidos en la comunidad los que abandonaron el monasterio?
 
Cap. 65: la recepción de los hermanos extranjeros.
 
Caps. 66-67: oraciones para la partida y el retorno de los viajes.
 
Cap. 68: del silencio a la salida de oratorio.
 
Caps. 69-70: sobre los hermanos enfermos.
 
Cap. 71: visitas y encuentros fuera de la clausura.
 
Cap. 72: Las comidas con los hermanos extranjeros.
 
Cap. 73: los hermanos que llegan tarde al Oficio Divino.
 
Cap. 74: los hermanos que no aceptan comer en común.
 
Cap. 75: el reposo dominical.
 
Caps. 76-77: recepción las eulogias sacerdotales y de los clérigos.
 
Cap. 78: trabajo que debe imponerse a los huéspedes después de dos días de permanencia en el monasterio.
 
Cap. 79: reglamento para la hospedería y los huéspedes.
 
Cap. 80: los hermanos que tienen poluciones nocturnas.
 
Cap. 81: la ropería y el calzado de los monjes.
 
Cap. 82: en el monasterio nadie tener algo en propiedad privada.
 
Cap. 83: hospitalidad que se ofrece a los sacerdotes.
 
Cap. 84: quiénes comen en la mesa del abad.
 
Cap. 85: la venta de los objetos fabricados en el monasterio.
 
Cap. 86: sobre las propiedades del monasterio.
 
Caps. 87-91: la recepción de los candidatos a la vida monástica.
 
Caps. 92-94: la elección del abad.
 
 
 
            Texto[5]
 
Prólogo
 
1Oh hombre, a ti que ante todo lees, y que luego me escuchas hablarte, deja las otras cosas que piensas, 2 y conoce que te hablo y que, por mi boca, Dios te amonesta (lit.: te acusa). 3AÉl, el Señor Dios, debemos ir por voluntad nuestra, por las buenas acciones y las buenas obras de justicia, 4no sea que por nuestra negligencia de los pecados seamos convocados por la fuerza (y) llevados por la muerte.
 
5Por tanto, oyente que me escuchas hablar, percibe lo que no mi boca sino Dios te dice por este escrito. 6A ti, que aún vives, te amonesta sobre lo que después de la muerte deberás dar cuenta. 7Porque lo que todavía vivimos, como una tregua lo vivimos, cuando la piedad de Dios espera cotidianamente que nos enmendemos, y quiere que hoy seamos mejores de lo que fuimos ayer.
 
8Por tanto, tú que me escuchas, de tal modo atiende que mis palabras y lo que tú oyes, caminando por la consideración de la mente, lleguen a la encrucijada de tu corazón. 9En la cual encrucijada, viniendo tras mis palabras, deja detrás tuyo uno (de los caminos), el de la ignorancia de los pecados, 10e ingresa ya en las dos vías de la observancia de los preceptos (que se abren) ante ti. 11Y mientras buscamos ir hacia Dios, permanezcamos en esa encrucijada de nuestro corazón y consideremos esas dos vías de conocimiento que vemos ante nosotros. 12En estas dos vías, consideremos por cuál podemos llegar hasta Dios. 13Si tomamos el de la izquierda, temamos, porque es ancho, no sea que más bien conduzca a la perdición (Mt 7,13). 14Si doblamos a la derecha, vamos bien, porque es angosta y es la misma que conduce a los servidores diligentes al Señor verdadero (cf. Mt 7,14).
 
15Por tanto, que el oído desocupado (vaciuus) de ustedes siga mi discurso. 16Y tú, hombre, cuya consideración amonestamos, comprende que Dios te amonesta por este escrito, para que, mientras todavía vives y puedes enmendarte, corras cuanto puedas[6]; 17no sea que ahora fueras llamado por la muerte, (y) no puedas presentar ninguna excusa a Dios en el día del juicio o en las penas eternas, como si nadie te hubiera amonestado a enmendarte mientras vivías; 18y cuando más adelante ya no te puedas socorrer a ti mismo, sin remedio seas librado a una penitencia eterna.
 
19Por tanto, en adelante lo que oigas, obsérvalo, antes que salgas de la luz de este mundo, 20porque si sales de aquí, no volverás aquí sino hasta la resurrección. Y después de la resurrección, si aquí hubieras obrado bien, serás enviado a la eterna con los santos.
 
21Pero si no cumplieras este escrito, que te voy a leer, con acciones, serás enviado al fuego eterno de la gehena con el diablo, cuya voluntad has preferido seguir.
 
22Escucha entonces y obra lo que es bueno y justo, por esto encontrarás propicio a Dios, y lo que esta regla te muestra, cúmplelo con actos. 23Esta regla recibe el nombre de la rectitud de (las acciones) que exige, como lo dice el apóstol Pablo en su epístola: Según la medida de la regla, que Dios nos ha dado (o: distribuido) por medida, haciéndonos llegar hasta ustedes (2 Co 10,13). 24Porque la regla tiene el inicio en la verdad y el fin en la justicia, como lo dice el profeta: Les regirás con la vara (Sal 2,9), esto es, con el vigor del temor, 25como también lo dice al apóstol: ¿Qué prefieren, que vaya hacia ustedes con la vara o en la caridad? (1 Co 4,21). 26También dice el profeta: Es una vara recta la vara de tu reino, con la cual amaste la justicia y odiaste la iniquidad (Sal 44 [45],7-8). Y el Señor también dice: Visitaré con la vara las iniquidades de ustedes (Sal 88 [89],33).
 
Fin del prólogo de la Regla
 
 
 


[1] Seguimos fundamentalmente, pero no de modo idéntico, la propuesta del P. Adalbert de VOGÜÉ, osb, Les Règles monastiques anciennes (400-700), Turnhout, Brepols, 1985, pp. 12-13 (Typologie des Sources du Moyen Âge Occidental, fasc. 46).
[2] Para una primera aproximación, cf. http://www.osb.org/rb/rbbib/b0rbrm3.html.
[3] O también: en el primer cuarto del siglo VI.
[4] Seguimos, en algunos aspectos, la introducción del P. de Vogüé a la RM: Sources chrétiennes n. 105, pp. 169 ss. (ver más abajo la referencia completa).
[5] Texto latino editado en la Colección Sources Chrétiennes, n. 105, Paris, Les Édtions du Cerf, 1964, pp. 288 ss. Hemos tenido en cuenta la versión castellana de Ildefonso M. Gómez, osb: Regla del Maestro – Regla de S. Benito. Edición sinóptica, Zamora, Eds. Monte Casino, 1988, pp. 67 ss. (Col. Espiritualidad monástica fuentes y estudios, 18), pero se ha optado por ofrecer una nueva traducción.
[6] O: con todas tus fuerzas.