Inicio » Content » JUAN CASIANO: “CONFERENCIAS” (Conferencia VI, capítulos 7-10)

Capítulo 7. Pregunta sobre si es reo de culpa quien dio muerte al justo, y cuándo tendrá el justo la recompensa por su muerte

7. Germán: “Por consiguiente, si el justo que es asesinado no solo nada malo padece, sino que incluso recibe una recompensa por su sufrimiento, ¿cómo puede ser acusado el asesino, que no le hizo daño con la muerte, sino que lo benefició?”.

 

Capítulo 8. Respuesta a la pregunta precedente

Con firmeza responde abba Teodoro a la pregunta que se le ha formulado, y señala que en su exposición no trata sobre las disposiciones de quien procede de mala manera, sino de la naturaleza del mal, del bien y de las realidades indiferentes, denominadas medium por Casiano.

 

Sacar bien del mal que se nos hace

8. Teodoro: «Nosotros estamos tratando sobre la naturaleza del mal y del bien, o de lo que dijimos ser indiferente, no sobre las disposiciones de quienes realizan estas acciones. Pues quien es impío e injusto no quedará sin punición solo porque su impiedad no pudo producirle daño a un justo. La tolerancia y la virtud del justo benefician[1] no al que infiere la muerte o los suplicios, sino al que soporta con paciencia lo que se le inflige. Y por este motivo [el malvado] será castigado con justicia por su inhumana crueldad, porque quiso infligir un mal; y el otro, en cambio, no padeció ningún mal pues, sosteniendo con paciencia las pruebas y los dolores, con la fuerza de su ánimo, ha dirigido las acciones inferidas a él con mala intención para provecho de una mejor condición y la beatitud de la vida eterna.

 

Capítulo 9. El ejemplo de Job, tentado por el diablo; y del Señor, traicionado por Judas; y cómo tanto la prosperidad como la adversidad aprovechan al justo para la salvación

San Agustín nos ofrece una argumentación semejante a la que se presenta en este capítulo:

“¿Cuán beneficiosa resultó para el género humano la entrega de Cristo? ¿Acaso Judas pensó en ello como motivo para entregar a Jesucristo? Dios pensó en nuestra salvación, razón por la que fuimos redimidos; Judas tenía en mente el precio por el que vendió al Señor. El Hijo mismo pensó en el precio que entregó por nosotros, Judas pensó en el precio que recibió por venderle. Así, pues, la diversa intención hizo que fuesen diversas las acciones. Aun tratándose de un único hecho, si le aplicamos el metro de las diversas intenciones, advertimos que hay que amar a uno y que condenar a otro; que uno merece ser glorificado y otro ser detestado”[2].

La expresión “camino real” o “vía regia” indica un justo medio que, gracias al discernimiento, mantiene un equilibrio entre la laxitud y los excesos en el ascetismo: es el camino definido por las enseñanzas de los Padres[3]:

«Abba José preguntó a abba Pastor: “¿Cómo conviene ayunar?”. Abba Pastor le respondió: “Por mi parte, prefiero a aquel que come un poco cada día para no saciarse”. Abba José le dijo: “Cuando eras más joven, ¿acaso no ayunabas durante dos días seguidos, abba?”. Respondió el anciano: “Sí, y aun durante tres, cuatro y toda una semana. Los Padres, hombres resistentes, probaron todas estas cosas y hallaron preferible comer todos los días una cantidad pequeña; y nos legaron un camino real, que es leve”»[4].

 

Lo que cuenta es la disposición de quien lleva a cabo una determinada acción

9.1. La paciencia de Job, en efecto, no le confirió ninguna recompensa al diablo, pues lo hizo a aquel más ilustre por sus tentaciones, sino que Job la consiguió para sí mismo, por haber soportado con valentía las pruebas. Ni a Judas se le dio la inmunidad del suplicio eterno porque su traición haya beneficiado a la salvación del género humano. Puesto que no es el resultado de la acción lo que debe ser considerado, sino la disposición de quien la realiza.

 

Primer testimonio de san Pablo

9.1a. Por lo tanto, nosotros debemos atenernos firmemente a esta definición: a nadie alguien le puede hacer un mal si él mismo no lo contrae por la desidia o la debilidad de su corazón. El bienaventurado Apóstol confirma esta misma sentencia en un breve versículo: “Pero sabemos que para quienes aman a Dios todas las cosas cooperan para el bien” (Rm 8,28).

 

Segundo testimonio del apóstol Pablo

9.2. Diciendo, en efecto, que todas las cosas cooperan para el bien, él comprende no solo todas las cosas favorables, sino también aquellas que igualmente son consideradas adversas. En otro lugar el mismo Apóstol se describe como alguien que ha pasado por esas situaciones, cuando dice: “Mediante las armas de la justicia, que están a derecha e izquierda”, es decir, “por la gloria y el deshonor, por la infamia y la buena fama, como seductores, [siendo] veraces, como tristes, aunque siempre alegres, como necesitados de muchas cosas, pero capaces de enriquecer” (2 Co 6,7-8. 10), y lo demás.

 

“La vía regia”

9.3. Todas las cosas que son consideradas favorables se dice que son de la parte diestra, aquellas que el Apóstol ha designado con los vocablos de “gloria” y “buena fama”; pero también las que consideramos adversas, claramente expresadas como “deshonor” e “infamia”, y que describe como estando a la izquierda, se convierten en armas de justicia para el hombre perfecto, si soporta con magnanimidad lo que se le infiere. Por consiguiente, luchando con estas y utilizando como armas las cosas, incluso aquellas con las que es combatido, y armado con ellas como con un arco o una espada o un fuerte escudo, él, contra quienes le presentan desafíos, avanzará con provecho en la paciencia y la virtud, obteniendo un triunfo muy glorioso por su constancia, a partir de los mismos golpes de los enemigos que lo laceran de manera letal; jamás exultante por el éxito, ni atemorizado por las adversidades, sino yendo siempre hacia delante por la vía regia, sin dejarse apartar del estado de tranquilidad por un movimiento de alegría, como inclinándose hacia la derecha; ni hacia la izquierda, por el asalto de las adversidades y el imperio de la tristeza. Pues “mucha es la paz para quienes aman tu nombre, y no hay tropiezo para ellos” (Sal 118 [119],165).

 

Tres testimonios bíblicos sobre la necesidad de permanecer en “la vía regia”

9.4. Sobre aquellos que cambian por causa de la cualidad y la variedad de las circunstancias, así está dicho: “Pero el insensato cambia como la luna” (Si 27,12 [11]). Porque de los perfectos y sabios se dice: “Para quienes aman a Dios todo contribuye al bien” (Rm 8,28); como así también de los débiles y necios se dice: “Todas las cosas están contra el hombre insensato” (Pr 14,7 LXX). Puesto que no se beneficia con las cosas prósperas ni se enmienda con las adversas. Por este motivo es propio de la misma virtud tolerar con fortaleza las cosas tristes y moderar aquellas favorables. Y es muy cierto que, quien es superado en uno de estos dos casos, tampoco pueda tolerar el otro. Sin embargo, una persona puede ser vencida más fácilmente por la prosperidad que por la adversidad. Pues, a veces, esta última restringe y humilla al que duda, y le ayuda a cometer menos pecados y a corregirse con una benéfica compunción. Pero la prosperidad exalta la mente con halagüeñas y peligrosas seducciones, y arroja ruinosamente por tierra a quienes están seguros de su felicidad.

 

Capítulo 10. Sobre la virtud del varón perfecto, a quien se llama figuradamente ambidextro

Sobre el tema de “las armas de la justicia que están a derecha e izquierda”, hallamos un desarrollo significativo en una de las homilías de Orígenes:

«“Los hijos de Israel clamaron al Señor, y el Señor les suscitó como salvador a Aoth, hijo de Gerá, hijo de Gemino, guerrero ambidextro” (Jc 3,15 LXX)[5]. Éste es el que fue suscitado para salvar a Israel. No tiene nada de izquierda, sino que tiene dos manos derechas, porque a este se lo llama ambidextro. Es verdaderamente un digno jefe del pueblo y juez en la Iglesia, quien nada hace por izquierda, de modo que “lo que hace su mano derecha, lo ignora su izquierda” (cf. Mt 6,3); es derecho de uno y otro lado, es recto en la fe, recto en las acciones; nada tiene de aquellos que son colocados a la izquierda (cf. Mt 25,33), a quienes se les dice: “Vayan lejos de mí, obreros de iniquidad, no los conozco; vayan al fuego eterno que Dios ha preparado para Zabulo y sus ángeles” (cf. Mt 25,41; Lc 13,27). Si se permite en estos temas poner una comparación, pienso que, conforme a la comprensión espiritual, por una parte, se puede decir que todos los santos son ambidextros, por otra, a la inversa, Zabulo y sus príncipes, si se puede decir así, son declarados “ambiizquierdos”[6]. Porque todo lo que hacen es izquierdo, todo perverso, todo destinado al fuego eterno con aquellos que están a la izquierda.

Pero veamos qué hace este juez ambidextro: “Los hijos de Israel, dice (la Escritura), enviaron presentes a Eglón, rey de los moabitas, por medio de Aoth; y Aoth se hizo una espada de doble filo, del largo de un palmo extendido, y se la ciñó al fémur derecho” (cf. Jc 3,15-16). Lo ves: es por la derecha todo lo que hace este Aoth, este ambidextro, y es derecho en sus manos, y derecho en sus pies. Lleva, en efecto, la espada sobre el fémur derecho para ir a ver al rey de Moab y para matarlo. A estos que Dios suscita para la salvación del pueblo y para liberar a los hijos de Israel, se les llama salvadores o jueces, y llevan la imagen de ciertos jefes de la milicia celestial (cf. Lc 2,13), y de las potestades de lo alto, que Dios envía para socorrer a quienes clamaron hacia Él de todo corazón; y que, por la conversión de la penitencia, se inclinan hacia la divina clemencia.

Pero para evitar que a los oyentes esto no parezca una conjetura de nuestra parte, debemos fundarlo por medio de la autoridad de las Escrituras. Está escrito en el Éxodo que nuestros padres, los hijos de Israel, después de haber sido esclavos por largo tiempo de los egipcios y del durísimo rey, el Faraón, para la confección de ladrillos de barro de arcilla (cf. Ex 1,14), clamaron, dice (la Escritura), al Señor (cf. Ex 2,23), tanto así que el Señor mismo dijo: “El clamor de los hijos de Israel ha subido hasta mí” (Ex 3,9). Y por el envío de Moisés los hizo salir visiblemente. Ahora bien, la Escritura refiere que un ángel exterminador fue enviado para matar a todos los primogénitos de Egipto, pero sin tocar a ninguno de los israelitas. Por donde se muestra claramente que fue el poder celestial que, destruyendo y abatiendo a los egipcios, liberó a los hijos de Israel del yugo de la servidumbre (cf. Ex 11,4 ss.). Un hecho semejante también es narrado en los libros históricos: bajo Senaquerib, rey de los asirios, el ángel del Señor fue enviado para que ciento ochenta y cinco mil quinientos enemigos fueran cercenados y masacrados en una sola noche (cf. 2 R 19,35), liberando a la ciudad sitiada y al pueblo de una muerte inminente.

Así, por consiguiente, ahora, por la misma razón, nosotros debemos velar, si es que alguna vez somos entregados a la cautividad por nuestros pecados, y clamar al Señor. Y clamemos, no solo de palabra, sino en espíritu, de modo que el dolor de nuestro corazón “haga brotar de nuestros ojos una fuente de lágrimas” (cf. Si 22,19 [24]; Jr 9,1 [8,23]), como aquel que decía: “Cada noche bañaré mi lecho, con mis lágrimas regaré mi cama” (Sal 6,7). Si nos convertimos de nuestras malas acciones en modo de no tocar las cosas malas en adelante, si renunciamos al orgullo de forma que no sintamos gusto por nada soberbio, nada arrogante, también a nosotros el Señor nos enviará su potencia celestial para liberarnos del yugo de la esclavitud de Zabulo»[7].

Sin embargo, Casiano amplía de forma notable este tema, superando el solo texto del libro de los Jueces, y nos presenta una serie de “ambidextros espirituales”, todos ellos personajes bíblicos: Job, José el hijo de Jacob, la esposa del Cantar de los Cantares y el apóstol Pablo.

En esta lista Job ocupa un lugar preminente y es “un modelo de vida ascética, no dejándose corromper por los placeres del mundo (gula y lujuria) ni pecando de vanagloria, viviendo sin desesperación la pérdida de los afectos familiares. Permanece impasible, caminando firmemente sobre la ‘via regia’. Además, él se libera voluntariamente de la única vestimenta que posee, quedando desnudo ante Dios y avanzando en su propósito (intentio)”[8].

 

Ambidextro[9]

10.1. Estas son las personas que en las Escrituras santas figuradamente son llamadas amphoterodexioi, esto es ambidextras. “Aquel que utilizaba ambos manos como si fuera su derecha” (Jc 3,15 LXX): así es descrito aquel Aoth[10] en el libro de los Jueces. También nosotros podremos poseer la fuerza de un conocimiento de esta naturaleza, si de una manera buena y correcta ordenamos las cosas prósperas bajo la mano derecha y aquellas que son llamadas adversas bajo la mano izquierda, de modo que cualquier cosa que suceda sea para nosotros, como dice el Apóstol, “un arma de justicia” (2 Co 6,7). Puesto que vemos que nuestro hombre interior tiene dos partes, o como dijimos, dos manos. Así, ningún santo puede carecer de la que denominamos izquierda; pero en esto se discierne la perfecta virtud: si pasa correctamente una y otra [a la mano] derecha.

 

La mano derecha

10.2. Hagamos que, cuanto hemos dicho, pueda comprenderse más claramente: el hombre santo tiene la mano derecha, es decir, sus éxitos espirituales. Él está en esta condición cuando, ferviente en el espíritu, domina todos sus deseos y concupiscencias; cuando seguro contra todo ataque diabólico, rechaza y corta los vicios de la carne sin esfuerzo ni dificultad; cuando elevado de la tierra, contempla todas las realidades presentes y terrenas como humo inane y sombra vacía, y las desprecia como ya prontas a desaparecer; cuando, por la elevación de la mente, no solo desea ardientemente las realidades futuras, sino que también las intuye con claridad; cuando está alimentado realmente por las contemplaciones espirituales; cuando percibe con lucidez abiertos para sí los misterios celestiales; cuando dirige a Dios oraciones de un modo puro y gozoso; cuando, inflamado así de ardor espiritual, se siente transportado a las realidades que son invisibles y eternas, con el alma toda alegre, de tal forma que ya no cree que vive en la carne.

 

La mano izquierda

10.3. De modo semejante tiene también una mano izquierda, cuando se encuentra implicado en la turbulencia de las tentaciones; cuando está inflamado por los deseos de la carne con las agitaciones de los impulsos; cuando está encendido con el furor de la ira por el fuego de la perturbación; cuando es golpeado por la arrogancia de la soberbia o de la vanagloria; cuando está deprimido por una tristeza que produce muerte; cuando está sacudido por las maquinaciones y el ataque de la acedia; cuando, carente de todo fervor espiritual, está entorpecido por la tibieza y una irracional tristeza, de forma que no solo está vacío de los pensamientos rectos y fervientes, sino que también los salmos, la oración, la lectio y la soledad de la celda lo aterrorizan, y al mismo tiempo todos los instrumentos de las virtudes los desprecia con un fastidio intolerable y torpe. Cuando el monje es golpeado con estas situaciones, se da cuenta que está urgido en el lado izquierdo.

 

Mediante la paciencia se conquista la palma de la victoria

10.4. Por eso, quien no se exalta por el orgullo de la furtiva vanagloria, en aquellas cosas que antes dijimos son propias de la mano derecha, y combate valerosamente contra las que son del lado izquierdo, nada concede a la desesperación; antes bien, toma las armas contrarias de la paciencia para el ejercicio de la virtud, y usa ambas manos como si fuera la derecha. Y triunfando en ambos combates consigue la palma de la victoria tanto de la izquierda como de la derecha.

 

El testimonio de “la mano” derecha de Job

10.5. Y la victoria, según leemos, que mereció el beato Job, quien fue coronado por la parte diestra cuando, procediendo como padre de siete hijos, opulento y rico, ofrecía sacrificios cotidianos al Señor por la purificación de ellos (cf. Jb 1,5), con la esperanza que resultarán aceptables y agradables no para él mismo sino para Dios; cuando abría la puerta de su casa a todos los que llegaban; cuando era pie de apoyo para los cojos y ojos para los ciegos (cf. Jb 29,15); cuando los hombros del enfermo eran calentados con la lana de sus ovejas (cf. Jb 31,20); cuando era padre para los huérfanos y esposo de las viudas; cuando nunca se alegró en su corazón por la ruina de su enemigo.

 

“La mano izquierda” de Job

10.6. Y el mismo hombre, gracias a una más sublime virtud, triunfó sobre la parte izquierda contra las adversidades, cuando, privado en un solo momento de sus siete hijos, no se concedió, como un padre, el acerbo luto, sino que, cual siervo de Dios, se alegró por la voluntad de su Creador; cuando, pasando de la riqueza a la extrema pobreza, despojado de sus riquezas, de sano a lleno de llagas, de ínclito y glorioso a innoble y despreciado, mantenía incorrupto el ánimo y la fortaleza. Cuando privado de todas sus propiedades y bienes, habitaba en un estercolero y como si fuera el severísimo carnífice de su cuerpo, rascaba con una tejuela el pus que manaba de él; y, metiendo sus dedos en las profundas llagas, sacaba de todos las partes de sus miembros masas de vermes (cf. Jb 2,7-8).

 

Job añadió una privación voluntaria

10.7. En todas estas situaciones nunca cayó con desesperación en la blasfemia ni contra su Creador ni con alguna murmuración. Por el contrario, en nada aterrado por la mole y el rigor de semejante prueba, echó mano de la única vestimenta que, entre todas las cosas, había tenido para cubrir el cuerpo, única cosa que había salvado de la furia destructora del diablo, solo porque la llevaba puesta, la desgarró y la arrojó lejos de sí, añadiendo así una privación voluntaria a aquel terrible asalto del que había sido víctima (cf. Jb 1,20).

 

Job se corta el cabello y se lo arroja a su enemigo, el diablo

10.8 Incluso se cortó el cabello (cf. Jb 1,20), la única cosa que le había quedado intacta de su gloria anterior, y se lo arrojó, una vez cortado, a su perseguidor, amputando también aquello que su vengativo enemigo le había dejado, y le cantó y se burló de él con estas celestiales palabras: “Si de la mano del Señor recibimos bienes, ¿no soportaremos las cosas malas? (Jb 2,10). Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo retornaré a él. El Señor dio, el Señor quitó. Como el Señor quiso, así ha sucedido. Sea bendito el nombre del Señor” (Jb 1,21).

 

Otro ambidextro: José, el hijo de Jacob

10.8a. También quiero llamar a justo título ambidextro a José. En el buen obrar era más grato que su padre, más religioso que sus hermanos, más grato a Dios; casto en la adversidad, fiel al Señor, muy manso en la cárcel con quienes lo habían aprisionado, no recordando las injurias, benéfico para con los enemigos, hallado no solo bondadoso con los hermanos envidiosos y asesinos, sino también magnífico (cf. Gn 37,2—47,12).

 

“La guía del corazón”

10.9. Por consiguiente, éste y otros semejantes rectamente son llamados amphoteterodexioi, es decir, ambidextros, porque ellos se sirven de ambas manos como si fuera la derecha y, pasando a través de estas pruebas que enumera el Apóstol, también pueden decir: “Con las armas de la justicia en la derecha y en la izquierda, por la gloria y el deshonor, por la infamia y la buena fama” (2 Co 6,7-8), y lo demás. Igualmente, Salomón habla de la derecha y de la izquierda en el Cantar de los cantares en la persona de la esposa: “La mano izquierda bajo mi cabeza, y su derecha me abraza” (Ct 2,6). Si bien ella indica que las dos manos son útiles, sin embargo, aquella que pone bajo su cabeza es la izquierda, pues las realidades adversas deben ser sometidas a la guía del corazón[11]. Esas cosas adversas nos son útiles en cuanto que, por un tiempo, nos mantienen ejercitados y nos instruyen para la salvación, haciéndonos perfectos en la paciencia. Pero para ser calentada y protegida para siempre ella desea la derecha del esposo, que la abrace y la una indisolublemente en un abrazo salvífico.

 

El ejemplo del apóstol Pablo

10.10. Por eso, seremos también nosotros ambidextros cuando ni la abundancia ni la indigencia de las cosas presentes nos cambiará, y ni aquella nos empujará hacia las voluptuosidades nocivas de relajamiento, ni esta nos atraerá hacia la desesperación y el lamento, sino que en una y otra de manera similar seremos gratos a Dios y recibiremos frutos semejantes de sucesos y adversidades. Que el verdadero ambidextro sea así lo testimonia el maestro de los gentiles diciendo: “Porque yo he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé andar escaso, y sé estar en la abundancia; he sido instruido absolutamente a todo, a la saciedad como al hambre, a tener de sobra y a padecer indigencia. Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4,11-13)[12].


[1] Lit.: ganan una recompensa (proficit ad mercedem).

[2] Tratados sobre la primera carta de san Juan, 7,7; trad. en: https://www.augustinus.it/spagnolo/commento_lsg/index2.htm.

[3] Cf. I Padri del deserto. Detti. Collezione sistematica (Introduzione, traduzione e note a cura di Luigi d’Ayala Valva, monaco di Bose), Comunità di Bose (Magnano), Edizioni Qiqajon, 2013, p. 250, nota 5 (Col. Padri della Chiesa: volti e voci); y Conversazioni, pp. 428-429, nota 10. Cf. Conf. II,2.4; IV,12.5.

[4] Colección alfabética griega, Pastor 31; PG 65,339C. El término griego traducido por leve es elaphros (liviano, ligero). Sgún D’Ayala Valva (op. cit., pp. 337-338, nota 85) se trata de una alusión al texto de Mt 11,30: “Mi yugo es suave, y mi carga ligera”, que utiliza el mismo vocablo griego. Este adjetivo proporciona la cualidad evangélica de la “vía real”, sugiriendo implícitamente que, precisamente a través de ella, se puede ir hacia Jesús: “Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados” (Mt 11,28).

[5] El texto hebreo dice: “que era zurdo”.

[6] Ambisinister (ambisinistri en nuestro texto): que tiene dos manos izquierdas, algo característico de Satanás.

[7] Orígenes. Homilías sobre el libro de los Jueces, III,5-6.3.

[8] Conversazioni, p. 438, nota 17.

[9] En castellano, el que utiliza con la misma habilidad la mano izquierda y la derecha, o el pie izquierdo y el derecho.

[10] Transcribo el nombre tal como aparece en el texto latino de Casiano. Aod en la LXX y Ehúd en

[11] “Principale cordis” es una expresión de origen estoico, el egemonikon (Conversazioni, p. 439, nota 19). Cf. Orígenes, Homilía griega I sobre el salmo 36 (37), 4.3, “Si comprendes que para cada uno de los órganos de los sentidos hay una petición correspondiente y un rechazo correspondiente a su constitución, considera el corazón, donde se encuentra tu inteligencia, tu guía, para observar qué sucede en tu corazón y qué pide el corazón…”.

[12] Casiano cita este pasaje de la Carta a los Filipenses conforme a su propia traducción del texto griego