Inicio » Content » TRÁNSITO DE NUESTRO PADRE SAN BENITO

 

 

 

«El hombre de Dios no es sólo un alma poseída por el amor divino. Es también una existencia en la que se manifiestan la presencia y la acción del Todopoderoso, obrando por medio de los milagros... Es a la Biblia que el biógrafo de Benito debe, junto con su imagen del santo, su amor a los milagros que hacen los santos. Nada alegra tanto su alma como representar a Dios presente y obrante en su tiempo, al igual que en los más hermosos momentos de la historia de la Iglesia y en las más grandes horas de la historia de la salvación. Si su Vida de Benito es una cadena de prodigios -hay más de cuarenta-, es porque la gesta bíblica de Moisés y Josué, Elías y Eliseo, Pedro y Pablo, para no decir nada de la de Jesús según los cuatro evangelios, también estaba sembrada de milagros.
 
Si ellos ocupan, en esta biografía, un lugar que nos parece demasiado importante, los milagros sin embargo no lo son todo, ni siquiera, a los ojos de Gregorio, lo principal. Al final del Primer Libro de los Diálogos, justo antes de comenzar el relato sobre Benito, el hagiógrafo tuvo el cuidado de recordar que los milagros no son más que un signo de la santidad, y esta consiste en una “virtud operante”, en una vida y en buenas obras. De hecho, los milagros de Benito jalonan un itinerario espiritual -una de las tareas principales será ponerlo de relieve etapa por etapa-, y su figura no es sólo la de un taumaturgo, sino también la de un asceta, pastor y místico.
 

... La santidad puesta en evidencia por los milagros es ante todo presencia de Dios en el hombre, unión del hombre con Dios, algo inefable que se constata y queda inexpresado. El detalle de las obras y de las virtudes importa menos que esta misteriosa “adhesión al Señor”[1] de la que habla Gregorio varias veces respecto de Benito. Ser con Cristo “un solo Espíritu”, este es el centro secreto de todo el obrar maravilloso del santo, y es hacia centro místico que Gregorio dirige la aspiración de su lector al igual que la suya. Si los milagros manifiestan esto y lo hacen desear, desempeñan su rol de edificación espiritual, sin que haya necesidad de extenderse sobre los ejemplos, las buenas acciones y las virtudes morales del héroe» (+ Adalbert de Vogüé, osb).



[1] 1 Co 6,17; Dialogos II,22,3; 30,2.