Inicio » Content » TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (96)

LOS APOTEGMAS DE LAS MADRES Y LOS PADRES DEL DESIERTO (continuación)

Letra Kappa

ABBA CASIANO[1]

1. Contaba abba Casiano: «Llegamos, yo y el santo Germán, a Egipto, donde estaba un anciano. Cuando nos hubo recibido para hospedamos, le preguntamos: “¿Por qué, cuando recibes a los hermanos extranjeros, no guardas nuestro modo de ayunar, el que nos fue trasmitido en Palestina?”. Y respondió diciendo: “El ayuno está siempre conmigo, pero a ustedes no puedo retenerlos para siempre conmigo. El ayuno es útil y necesario, pero depende de nuestra voluntad, pero el cumplimiento de la caridad es impuesto por la ley de Dios. Al recibir en ustedes a Cristo, debo servirlos con toda diligencia. Cuando los haya despedido, podré recuperar la medida del ayuno. Los amigos del esposo no pueden ayunar mientras el esposo está con ellos, pero cuando les sea quitado el esposo, entonces ayunarán libremente” (Mc 2,19-20)»[2].

2. Dijo el mismo: «Había un anciano al que servía una virgen consagrada. Los hombres decían: “No son puros”. El anciano lo oyó. Y estando ya cercano a la muerte, dijo a los Padres: “Cuando muera, planten mi bastón sobre la sepultura, y si germina y da fruto, sepan que soy puro con ella, pero si no germina, sepan que he caído con ella”. Y plantaron el bastón, y al tercer día germinó y dio fruto. Todos, entonces, glorificaron a Dios».

3. Dijo también: «Fuimos a ver a otro anciano, que nos dio de comer. Estábamos satisfechos, pero nos exhortaba a comer más. Al decirle que ya no podíamos respondió: “Esta es la decimosexta vez que preparo la mesa para hermanos que llegan, e invitándolos, he comido con ellos; y todavía tengo hambre. Tú, en cambio, comiendo una sola vez, te has llenado de modo que ya no puedes comer más”»[3].

4. Contaba también el mismo: «Fue abba Juan, hegúmeno de un gran cenobio, a visitar a abba Paisio, que había vivido durante cuarenta años en extrema soledad, y como le tenía mucho afecto, y por ello confianza, le preguntó: “¿Qué has hecho, viviendo apartado durante todo este tiempo en que no fuiste molestado fácilmente por nadie?”. Le respondió: “Desde que vivo solo nunca el sol me ha visto comiendo”. Le dijo abba Juan: “Ni a mí (me ha visto) airado”»[4].

5. Al mismo abba Juan, que estaba próximo a su fin, y se iba a Dios diligente y alegremente, rodearon los hermanos, rogándole que les dijese una palabra breve y saludable, a modo de legado, para poder llegar a la perfección en Cristo. Y él, gimiendo, les dijo: “Nunca he hecho mi voluntad propia, ni he enseñado nada que yo no hubiese hecho primero”[5].

6. Narró también acerca de otro anciano, el cual vivía en el desierto, y había rogado a Dios que le diese la gracia de no dormirse nunca en una conversación espiritual; pero si alguien pronunciaba palabras de crítica u ociosas, inmediatamente se dormía, de manera que sus oídos no recibían este veneno[6]. Decía el mismo que el diablo es diligente cuando se trata de palabras ociosas, y enemigo de toda enseñanza espiritual, usando para ello de este ejemplo: «Hablando a algunos hermanos sobre un punto útil, cayeron ellos en un sueño tan profundo que no podían mover los párpados. Queriendo mostrarles la acción del demonio, introduje una historia frívola, y se despertaron de inmediato, con alegría. Gimiendo, les dije: “Cuando hablábamos de cosas celestiales, los ojos de todos ustedes estaban oprimidos por el sueño; apenas dije una palabra vana, todos se despertaron, con diligencia. Por eso, hermanos, los exhorto: reconozcan la acción del demonio maligno, y miren sobre ustedes mismos, guardándose del sueño cuando hacen o escuchan algo espiritual”»[7].

7. Dijo también que cierto senador, que había renunciado al mundo y repartido sus bienes a los pobres, retuvo algunos para su uso, no queriendo asumir la humildad que viene de la renuncia perfecta ni la sumisión sincera a la disciplina cenobítica. A él dijo san Basilio esta palabra: “Perdiste al senador y no te hiciste monje”[8].

8. Dijo también: «Había un monje que vivía en una cueva del desierto. Sus allegados según la carne le dijeron: “Tu padre está gravemente enfermo y puede morir, ven para recibir la herencia”. Y él les respondió: Yo he muerto al mundo antes qué él; no puede un muerto heredar a los vivientes”».

 

ABBA CRONIOS[9]

1. Un hermano dijo a abba Cronios: “Dime una palabra”. Le respondió: “Cuando Eliseo fue hacia la sunamita y la encontró, ella no tenía relación con nadie. Concibió y dio a luz por la venida de Eliseo” (cf. 2 R 4,8-17). El hermano le preguntó: “¿Qué quiere decir esto?”. Le dijo el anciano: “Si el alma vela y se cuida de la distracción, y abandona sus voluntades, llega hasta ella el Espíritu de Dios, y puede engendrar, pero si no lo hace, es estéril”.

2. Interrogó un hermano a abba Cronios: “¿Qué hacer con el olvido que se apodera de mi mente, y no me permite sentir hasta que me conduce al pecado?”. El anciano le respondió: “Los extranjeros se apoderaron del arca por la maldad de los hijos de Israel, y la llevaron hasta ponerla en la casa de Dagón, su dios, y éste cayó sobre su rostro” (1 S 5,1-5). El hermano preguntó: “¿Qué significa esto?”. El anciano le dijo: «Cuando empiezan cautivando la mente del hombre por sus propios impulsos, de tal modo lo arrebatan, que lo llevan hasta una pasión invisible. Si el alma, en ese lugar, se convierte y busca a Dios, recordando el juicio eterno, cesa inmediatamente la pasión y desaparece. Porque está escrito: “Si te conviertes gimiendo, entonces serás salvado, y sabrás donde te encuentras” (Is 30,15)».

3. Preguntó un hermano a abba Cronios: “¿De qué modo llega el hombre a la humildad?”. Respondió el anciano: “Por el temor de Dios”. El hermano le dijo: “¿Por medio de qué obra llega al temor de Dios?”. El anciano dijo: “Para mí, cuando se contiene en todo, y se entrega al esfuerzo corporal, y en cuanto puede recuerda la salida del cuerpo y el juicio de Dios”.

4. Dijo abba Cronios: “Si Moisés no hubiera llevado las ovejas en el Sinaí, no hubiera visto el fuego en la zarza” (Ex 3,1.17). Un hermano interrogó al anciano: “¿Qué significa la zarza?”. Le respondió: «La zarza representa el esfuerzo corporal. Está escrito: “Se parece el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo (Mt 13,44)”». Preguntó el hermano al anciano: “¿Sin esfuerzo corporal no llega el hombre a premio alguno?”. Respondió el anciano: «Está escrito: “Mirando al principio y consumador de la fe, Jesús, que, en vez de la alegría propuesta, sufrió la cruz” (Hb 12,2). Y también dice David: “Si diese sueño a mis ojos y descanso a mis párpados” (Sal 131 [132],4), etc.».

5. Dijo abba Cronios: «Nos contó abba José de Pelusio: “Cuando vivía en el Sinaí había allí un hermano bueno y asceta, y además de aspecto agradable. Cuando venía a la iglesia para la sinaxis, llevaba un pequeño maforio, viejo y remendado. Viéndolo venir una vez a la sinaxis de esta manera, le digo: ‘Hermano, ¿no ves a los hermanos, que están como ángeles en la sinaxis en la iglesia? ¿Por qué vienes tú de este modo?’. Él dijo: ‘Perdóname, abba, pero no tengo otra cosa’. De mi celda tomé un levitonario, con lo demás que precisaba. Y estaba desde entonces como los demás hermanos, y su aspecto era el de un ángel. Sucedió entonces que se hizo necesario que los Padres enviaran dos hermanos al emperador por cierto asunto, y decidieron que fuera él también. Al oírlo, se postró delante de los Padres, diciendo: ‘Perdónenme, por el Señor, porque soy servidor de un grande de allí, y si me conoce me quitará el hábito y me llevará para que lo sirva’. Los Padres se convencieron y lo dejaron libre, pero después supieron por uno que lo conocía bien que, cuando estaba en el mundo, era prefecto del pretorio, y que había dicho aquello para no ser conocido por los hombres y sufrir por ello. Tal era la solicitud de los Padres para huir de la gloria y el descanso de este mundo”».

 

ABBA CARIÓN[10]

1. Dijo abba Carión: “Más esfuerzos he realizado que mi hijo Zacarías, y no he llegado a su medida, por su humildad y su silencio”

2. Había en Escete un monje llamado Carión. Tuvo dos hijos, y los dejó a su mujer cuando se apartó (para hacerse monje). Con el tiempo, hubo hambre en Egipto, y su mujer, que carecía de todo, vino a Escete llevando consigo a los dos niños: uno era varón y se llamaba Zacarías, la otra era mujer. Permaneció lejos del anciano, en el pantano. Hay en efecto un pantano junto a Escete, donde se encuentran edificadas las iglesias y están las fuentes de agua. Existía en Escete la costumbre que si venía una mujer para hablar con su hermano o para conversar con otro, hablaban sentados el uno lejos de la otra. La mujer dijo a abba Carión: “Te hiciste monje y ahora hay hambre. ¿Quién alimentará a tus hijos?”. Le respondió abba Carión: “Mándalos aquí” Dijo la mujer a los hijos: “Vayan con su padre”. Se dirigieron hacia donde él estaba; la niña se volvió con su madre, pero el varón llegó hasta su padre. Él dijo: “Así está bien: toma tú la niña, y vete; yo me encargo del niño”. Lo alimentaba en Escete, y sabían todos que era su hijo. Cuando creció, hubo en la fraternidad murmuraciones acerca de él. Lo supo abba Carión y dijo a su hijo: “Zacarías, levántate y vámonos de aquí, porque los Padres están murmurando”. El pequeño le dijo: “Abba, aquí todos saben que soy tu hijo, pero si vamos a otra parte no tendrás que decir que soy tu hijo”. El anciano le dijo: “Levántate, vámonos de aquí”. Y fueron a la Tebaida. Tomaron allí una celda y permanecieron pocos días, y se hizo idéntica murmuración acerca del niño. Le dijo entonces su padre: “Zacarías, levántate vamos a Escete”. Y vinieron a Escete, y pasados pocos días, hubo nuevamente murmuración sobre él. Entonces, el niño Zacarías fue al estanque de nitrio, se desvistió y entró en él hasta la nariz. Permaneció las horas que pudo, y su cuerpo se transformó y quedó como el de un leproso. Volvió, se puso sus vestidos, y vino adonde estaba su padre, quien apenas le conoció. Cuando fue, según la costumbre, a recibir la santa comunión, le fue revelado al bienaventurado Isidoro, el presbítero de Escete, lo que había hecho, y lo vio y se admiró, y dijo: “El niño Zacarías vino el domingo pasado, y comulgó como hombre; pero ahora lo ha hecho como ángel”.

3. Dijo abba Carión: “El hombre que vive con un niño, si no es firme, cae; pero si es firme y no cae, tampoco progresa”.

 

ABBA COPRES[11]

1. Dijo abba Pastor acerca de abba Copres que había llegado a tal medida que, cuando estaba enfermo, acostado, daba gracias y reprimía su voluntad propia.

2. Dijo abba Copres: “Bienaventurado el que soporta el trabajo con acción de gracias”.

3. Se congregaron en cierta ocasión los que vivían en Escete, para discutir acerca de Melquisedec, y olvidaron llamar a abba Copres. Después lo llamaron, y lo interrogaron sobre ese punto. Pero él, golpeándose la boca tres veces, dijo: “ ¡Pobre de ti, Copres! Porque has abandonado lo que Dios te mandó que hicieras, e indagas lo que no te ha pedido”. Al oír esto, los hermanos huyeron a sus celdas.

 

ABBA CIRO[12]

1. Interrogado abba Ciro el alejandrino acerca del pensamiento de impureza respondió de esta manera: “Si no tienes el pensamiento, no tienes esperanza; si no tienes pensamientos, tienes actos. Esto es: el que no lucha en su espíritu contra el pecado ni le resiste, lo comete corporalmente; porque quien hace las obras no es molestado por los pensamientos”. Interrogó el anciano al hermano, diciendo: “¿Acostumbras conversar con mujeres?”. Respondió el hermano: “No. Mis pensamientos son imágenes nuevas y antiguas; son los recuerdos los que me molestan, y las figuras de mujeres”. El anciano le dijo: “No temas a los muertos; huye más bien de los vivos, y dedícate a la oración”.

 


[1] Casiano habría nacido entre 360 y 368 en la provincia romana de Scythia minor, actual Rumania, región de conjunción de las culturas griega y latina. Algunos estudiosos modernos, por el contrario, sitúan el lugar de su nacimiento en la Provenza. Según parece sus padres eran cristianos y, sin duda, recibió una buena formación humanística. Su conocimiento del griego era bastante bueno y durante su estadía en Oriente llegó a perfeccionarlo.  Joven todavía, hacia 378 o 380, Casiano abandonó su patria y junto con su amigo Germán se dirigió a Palestina. Cuando llegó a Jerusalén, se detuvo poco tiempo en la ciudad, y con Germán se dirigió a un monasterio de Belén “situado no lejos de la cueva donde nuestro Señor Jesucristo se dignó nacer de la Virgen” (Instituciones 4,31); allí se hicieron monjes y recibieron los rudimentos de la vida cenobítica. En Belén pasó dos años. Por estas fechas, el abad Pinufio, habiendo dejado Egipto, se dirigió a Palestina con el deseo de “permanecer oculto si se trasladaba a aquellos países donde la fama de su nombre no había llegado todavía” (Instituciones 4,31), y habitó en el monasterio betlemita, por poco tiempo, con los hermanos. Probablemente influido por esta visita, Casiano solicitó permiso para emprender un viaje por los desiertos egipcios. En Egipto recorrió primero el desierto de Panéphysis, trasladándose después a Diolcos. Después de visitar Diolcos, Casiano y Germán regresaron a Panéphysis, pero finalmente optaron por dirigirse al desierto de Escete donde se instalaron por largo tiempo junto a algunos ancianos célebres. Sin embargo, esto no les impidió visitar los desiertos de Nitria y Las Celdas. Después de siete años de permanencia en Escete, Casiano volvió a Palestina por un breve lapso para visitar a sus antiguos hermanos del monasterio de Belén, y retornó a Egipto en 386 ó 387. En el año 399, se produjeron las controversias origenistas, una verdadera polémica entre Teófilo, arzobispo de Alejandría, y los monjes, suscitada por una carta de aquél contra los antropomorfitas. Dicha controversia, que agitó sobremanera los ambientes monásticos, terminó con la expulsión de los origenistas (partidarios y seguidores de las doctrinas de Orígenes de Alejandría). Casiano entonces abandonó Escete junto a varios de los discípulos de Evagrio Póntico, de quien mucho había aprendido y que, a pesar de que nunca lo menciona en sus obras, sin duda ejerció en él una influencia considerable. Atraído por la fama de Juan Crisóstomo, Casiano se instaló en Constantinopla, donde aquel había recibido a los “origenistas” que habían tenido que abandonar Escete. En 404, fue ordenado diácono por el Crisóstomo: “Fui admitido al sagrado ministerio por el Obispo Juan, de feliz memoria, y consagrado a Dios...” (cf. Sobre la Encarnación del Señor, Prefacio, 1). Las noticias que poseemos sobre Casiano hasta 415 son escasas. En Constantinopla se dedicó al servicio de la Iglesia de la ciudad (Sobre la Encarnación del Señor VII,31,4-5), y es posible que en 404 haya partido hacia Roma, llevando una carta del clero de Constantinopla dirigida al Papa Inocencio I, alertándolo sobre las intrigas que se tejían contra Crisóstomo. Durante este período recibió la ordenación sacerdotal y se relacionó íntimamente con el futuro papa León Magno, quien era a la sazón archidiácono de la Iglesia de Roma. Todo esto nos indica que Casiano pasó entre diez y quince años inmerso en las cuestiones eclesiales de su tiempo. La última etapa de la vida de Casiano se desarrolla en la Galia. En 415 o 416, llegó a la Provenza, y lo encontramos en Marsella donde se establece y funda dos monasterios: uno masculino y otro femenino. Se los suele identificar como los de San Víctor y San Salvador, respectivamente. Toda su producción literaria es obra de madurez. Animado por el obispo Cástor compuso entre los años 418-420 las Instituciones Cenobíticas; entre 420 y 430 las Conferencias Espirituales (o Colaciones). Estas son sus obras más importantes. En el 430, a pedido de su amigo León, futuro obispo de Roma (León el Grande), redactó su tratado De la Encarnación del Señor contra Nestorio. Juan Casiano falleció en Marsella hacia 434 o 435. “Todos los apotegmas de Casiano se han tomado de las Instituciones (5,24-31; 7,19), excepto el segundo, de proveniencia desconocida... y el octavo...” (Sentences, p. 159).

[2] Cf. Casiano, Instituciones (= Inst.) 5,24.

[3] Cf. Casiano, Inst. 5,25.

[4] Cf. Casiano, Inst. 5,27.

[5] Cf. Casiano: Inst. 5,28.

[6] Cf. Casiano: Inst. 5,29.

[7] Cf. Casiano: Inst. 5,31.

[8] Cf. Casiano: Inst. 7,19.

[9] “¿Quién es este abba Cronios? Puede ser que se trate del célebre sacerdote de Nitria mencionado en la Historia Lausíaca (cap. 21), que había conocido a san Antonio y que vivió muchos años (Historia Monachorum in Aegypto 20,13). Pero Paladio también habla de otro Cronios, sacerdote también (Historia Lausíaca, cap. 47), y la colección etíope contiene varios apotegmas de un abad Cronios del monte Panaphon que habría vivido en Escete. Los apotegmas 1, 2 y 4 de la serie alfabética son especialmente significativos por el modo ingenioso de interpretar la Sagrada Escritura, en función de la vida espiritual del monje” (Sentences, pp. 161-162).

[10] “Ya conocimos al abad Carión por su hijo Zacarías (cf. Zacarías 4). La serie alfabética menciona a un caso semejante, el de un abad Santiago, cuyo padre carnal era también su padre espiritual (cf. Phocas 1). Pero esto debía ser excepcional, ya que era muy fuerte entre los anacoretas egipcios la desconfianza ante un anciano que convivía con un niño (cf. Carion 3)...” (Sentences, p. 164).

[11] “Este Copres, que vivía en Escete, debe ser diferente del de la Tebaida, del cual se habla en la Historia Monachorum in Aegypto 10. A través de las pocas palabras que nos quedan de él, se vislumbra una gran simplicidad y una profunda humildad” (Sentences, p. 165).

[12] “Fuera de este apotegma no hay ninguna mención de un abad Ciro en la literatura monástica de los siglos IV y V...” (Sentences, p. 166).