Inicio » Content » TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (92)

LOS APOTEGMAS DE LAS MADRES Y LOS PADRES DEL DESIERTO (continuación)

Letra Theta

ABBA TEODORO DE FERMO[1]

1. Abba Teodoro de Fermo tenía tres libros hermosos, y fue adonde estaba abba Macario y le dijo: “Tengo tres hermosos libros, y saco provecho de ellos, y también los hermanos los usan y aprovechan. Dime qué debo hacer: conservarlos para utilidad mía y de los hermanos, o venderlos y dar (el precio) a los pobres”. Respondió el anciano, diciendo: “Las obras son buenas, pero la mayor de todas es la pobreza”. Habiendo oído esto, fue y los vendió y dio (su precio) a los pobres.

2. Un hermano que residía en Escete fue turbado en su soledad. Fue a decírselo a abba Teodoro de Fermo, y el anciano le dijo: “Ve, humilla tu pensamiento y sométete, y vive con otros”. Volvió después al anciano y le dijo: “Tampoco con los hombres estoy tranquilo”. El anciano le dijo: “Si no tienes paz solo ni con otros, ¿por qué saliste para hacerte monje? ¿No fue acaso para soportar las tribulaciones? Dime ¿cuántos años hace que llevas el hábito?”. Respondió: “Ocho”. Le dijo el anciano: “En verdad, yo llevo en el hábito setenta años y ni un solo día encontré tranquilidad, y tú quieres tener paz después de ocho años”. Al oír esto, se marchó fortalecido.

3. Un hermano fue a ver a abba Teodoro, y permaneció durante tres días rogándole le hiciera escuchar una palabra. Pero él no contestó, y el hermano se alejó entristecido. Su discípulo le preguntó: “Abba, ¿por qué no le dijiste una palabra? Se fue triste”. El anciano le dijo: “En verdad no le he hablado porque es un negociante: quiere gloriarse con las palabras ajenas”.

4. Dijo también: “Si tienes amistad con alguien, y éste cae en la tentación de la impureza, si puedes darle una mano, levántalo. Pero si cae en la herejía, y no puedes convencerlo de que se convierta (cf. Tt 3,10), apártalo en seguida de ti, no sea que, por la demora, seas atraído con él hacia el abismo”.

5. Decían acerca de abba Teodoro de Fermo que apreciaba sobre todo estas tres cosas: la pobreza, la austeridad y la huida de los hombres.

6. Un día se recreaba abba Teodoro con los hermanos, y mientras comían tomaban las copas con respeto, pero no decían: “Con perdón”. Dijo abba Teodoro: «Han perdido los monjes su nobleza, que es decir: “Con perdón”».

7. Un hermano lo interrogó diciendo: “¿Quieres, abba, que no coma pan durante unos días?”. Respondió el anciano: “Haces bien, yo también lo hice”. El hermano agregó: “Deseo llevar mis garbanzos a la panadería, para hacer harina”. Le dijo el anciano: “Si vas a la panadería, haz tu pan ¿qué necesidad tienes de hacer esta salida?”.

8. Vino uno de los ancianos para ver a abba Teodoro, y le dijo: “El hermano tal volvió al mundo”. Le respondió el anciano: “¿Te admiras por ello? No te asombres sino de que uno pueda huir de la boca del enemigo”.

9. Vino un hermano adonde estaba abba Teodoro, y comenzó a hablar y discutir acerca de cosas que todavía no había puesto en práctica. Le dijo el anciano: “Todavía no has encontrado la nave ni cargado en ella tu carga, ¿y antes de navegar llegaste a la ciudad? Cuando hayas practicado lo que dices, ven a hablarme de lo que estás hablando ahora”.

10. El mismo fue una vez donde abba Juan, el eunuco de nacimiento, y hablando con él dijo: “Cuando estaba en Escete el trabajo del alma era nuestra ocupación, y al trabajo manual lo teníamos como algo accesorio; ahora es el trabajo del alma el que se ha vuelto accesorio, y el que era accesorio antes, es ahora nuestra ocupación principal”.

11. Un hermano le preguntó: “¿Cuál es el trabajo del alma que es ahora accesorio para nosotros, y cuál es el accesorio, que se ha convertido en nuestra ocupación principal?”. Le dijo el anciano: “Todo lo que se hace por el mandato de Dios es el trabajo del alma, pero trabajar para sí y reunirse, debemos considerarlo como trabajo accesorio”. Dijo el hermano: “Explícame lo que has dicho”. Dijo el anciano: «Si oyes decir que estoy enfermo, y tú tienes que visitarme, pero dices en tu interior: “¿Tengo que dejar mi trabajo e ir ahora? Más bien, lo concluyo primero y después voy”. Y te llega alguna otra ocupación y al fin no vas. Otro hermano te dice: “Dame una mano, hermano”. Y tú dices: “¿Tendré que dejar mi trabajo e ir a trabajar con éste?”. Si no vas, desechas el mandamiento de Dios, que es el trabajo del alma, y haces el trabajo accesorio, que es el trabajo manual».

12. Dijo abba Teodoro de Fermo: “Un hombre que está de pie para hacer penitencia no está obligado por la ley”.

13. Dijo el mismo: “No hay virtud igual a la de no despreciar”.

14. Dijo también: “El hombre que ha conocido la dulzura de la celda, huye de su prójimo pero sin despreciarlo”.

15. Dijo también: “Si no me separo de estas compasiones, ellas no me dejan ser monje”.

16. Dijo también: “Muchos en este tiempo han tomado la quietud antes de que Dios se la otorgase”.

17. Dijo también: “No duermas en el lugar en que hay una mujer”.

18. Un hermano interrogó a abba Teodoro diciendo: “Quiero cumplir los mandamientos”. El anciano le contó acerca de abba Teonas quien dijo también una vez: “Quiero cumplir mi pensamiento para con Dios”, y tomando harina de la panadería, hizo pan. Se lo pidieron unos pobres, y les dio los panes. Otros le pidieron, y les dio los canastos y el manto que llevaba, y entró en la celda ceñido con su maforio (capuchón con esclavina). Después de esto se lamentaba, diciendo: “No he cumplido el mandamiento de Dios”.

19. Enfermó en una oportunidad abba José, y mandó decir a abba Teodoro: “Ven, que te vea antes de salir del cuerpo”. Era a mediados de semana. Y no fue, pero mandó uno que le dijese: “Si duras hasta el sábado, iré; pero si te vas antes, nos veremos en el otro mundo”.

20. Dijo un hermano a abba Teodoro: “Dime una palabra, que perezco”. Con esfuerzo le contestó: “Yo mismo estoy en peligro, ¿qué debería decirte?”.

21. Un hermano vino donde abba Teodoro para que le enseñara a trenzar, y trajo consigo una cuerda. El anciano le dijo: “Vete, y vuelve aquí mañana”. Levantándose entonces el anciano, mojó su cuerda y preparó lo necesario, diciendo: “Haz así y así”, y lo dejó. Fue a su celda el anciano, y permaneció allí, Cuando llegó la hora le dio de comer y lo despidió. Volvió a la mañana siguiente y el anciano le dijo: “Saca de aquí tu cuerda y aléjate; viniste para ponerme en tentación y preocuparme”. Y no le permitió entrar más.

22. Contaba un discípulo de abba Teodoro: «Vino un hombre que vendía cebollas y me llenó (con ellas) una vasija. Dijo el anciano: “Llena una de trigo y dásela”. Había dos montones de trigo, uno limpio y otro sin limpiar, y la llené del sucio. El anciano me miró con cólera y tristeza; a causa del temor, caí y rompí la vasija. Hice entonces una metanía, y el anciano me dijo: “Levántate, no tienes la culpa; yo fui el que pequé, porque te hablé”. Y entrando el anciano, llenó su pecho con trigo limpio y se lo dio juntamente con las cebollas».

23. Abba Teodoro iba con un hermano a buscar agua; adelantándose el hermano vio en el pozo un dragón. El anciano le dijo: “Ve y písale la cabeza”. Pero él, temeroso, no fue. Fue entonces el anciano, y cuando el reptil lo vio, huyó avergonzado al desierto.

24. Preguntó uno a abba Teodoro: “Si sobreviniera súbitamente una catástrofe, ¿temerías tú también, abba?”. Le dijo el anciano: “Aunque se mezclaran el cielo y la tierra Teodoro no tiene miedo”. En efecto, había rogado a Dios para que alejase de él el miedo. Por eso lo interrogaba.

25. Decían de él que cuando fue ordenado diácono en Escete no quiso asumir el ministerio, y escapaba a muchos lugares. Y los ancianos lo traían de nuevo, diciéndole: “No abandones tu ministerio”. Les dijo abba Teodoro: “Permítanme que ore a Dios para que me revele que debo permanecer en el lugar de mi servicio”. Oró a Dios, diciendo: “Si es tu voluntad que permanezca en mi lugar, revélamelo”. Y le fue mostrada una columna de fuego desde la tierra hasta el cielo, y una voz que decía: “Si puedes hacerte como esta columna, ve y ejerce el diaconado”. Al oírlo decidió que nunca lo aceptaría. Cuando fue a la iglesia, le hicieron los hermanos una metanía diciendo: “Si no quieres oficiar, al menos sostén el cáliz”. Pero no quiso, diciendo: “Si no me dejan me alejaré de este lugar”. Y así le dejaron.

26. Contaban de él que, cuando fue devastada Escete, fue a vivir a Fermo. Siendo anciano enfermó; le llevaban alimentos, pero lo que le traía el primero se lo daba al segundo y así por orden, lo que recibía del anterior se lo daba al siguiente. Cuando llegaba la hora de comer, comía lo que le traía el que venía entonces.

27. Decían de abba Teodoro que mientras vivía en Escete vino un demonio adonde él estaba, deseando entrar; y lo ató fuera de la celda. Vino otro demonio, que también deseaba entrar, y lo ató igualmente. Vino un tercer demonio, y encontrando atados a los otros dos les dijo: “¿Por qué están afuera?”. Le respondieron: “El que está adentro no nos permite entrar”. Quiso entrar por la fuerza, pero el anciano también lo ató. Temiendo las oraciones del anciano le rogaban, diciendo: “Suéltanos”. Les dijo el anciano: “Márchense”. Al fin, avergonzados, se alejaron.

28. Contó uno de los Padres acerca de abba Teodoro de Fermo: “Vine una vez al atardecer adonde él estaba, y lo encontré vestido con una túnica desgarrada, llevaba el pecho desnudo y el capuchón por delante. Vino a visitarlo un conde. Llamó, y salió a abrirle el anciano, quien, yendo a su encuentro, se sentó a la puerta para conversar con él. Yo tomé parte de su maforio y le cubrí los hombros. El anciano extendió la mano y lo arrancó. Cuando se hubo marchado el conde le dije: “Abba, ¿por qué lo hiciste? Este hombre vino para sacar provecho, ¿acaso se habrá escandalizado?”. Me dijo el anciano: “¿Qué me dices, abba? ¿Acaso todavía servimos a los hombres? Hice lo que era preciso, el resto está de más. El que quiere aprovechar, aprovecha; el que quiere escandalizarse, se escandaliza. Yo me mostraré de la manera en que me encuentre”. Y avisó a su discípulo diciendo: «Si alguien viene para verme, no le digas nada de humano, pero si estoy comiendo, di: “Come”; si estoy durmiendo, di: “Duerme”».

29. Fueron una vez a su celda tres ladrones, y dos lo tenían y el otro sacaba sus pertenencias. Después de sacar los libros, quiso también llevarse su túnica, y le dijo: “Deja eso”. Pero no quisieron. Moviendo las manos derribó a los dos (que lo tenían). Y al verlo tuvieron miedo. Les dijo el anciano: “No teman; hagan cuatro partes de todo, tomen tres y dejen una”. Así lo hicieron, para que pudiera él tomar su parte: la túnica para la sinaxis.

 

ABBA TEODORO DE ENNATÓN[2]

1. Dijo abba Teodoro de Ennatón: “Cuando era joven vivía en el desierto. Fui una vez a la panadería para hacer dos panes de harina, y encontré allí un hermano que quería hacer panes y no había quien lo ayudase. Yo, dejando lo mío, le di una mano. Cuando quedé libre vino otro hermano, y también le di una mano e hice dos panes. Vino un tercero, e hice lo mismo. De igual manera hice con cuantos vinieron, e hice seis hornadas. Al fin hice mis dos panes, cuando ya no vino nadie más”.

2. Decían acerca de abba Teodoro y de abba Lucio, de Ennatón, qué pasaron cincuenta años burlándose de sus pensamientos y diciendo: “Después de este invierno, nos iremos de aquí”. Cuando llegaba el verano decían: “Después del verano nos iremos de aquí”. Y así hicieron durante todo el tiempo estos Padres inolvidables.

3. Dijo abba Teodoro de Ennatón: “Si Dios nos reprochase las negligencias en la oración y las infidelidades en las salmodias, no podríamos salvarnos”.

 

ABBA TEODORO DE ESCETE[3]

1. Dijo abba Teodoro de Escete: “Viene un pensamiento, y me aflige y ocupa, Pero no puede llevarme a la acción, sino que solamente molesta a la virtud. El hombre vigilante lo sacude y se levanta para orar”.

 

ABBA TEODORO DE ELEUTERÓPOLIS[4]

1. Preguntó abba Abraham el Íbero a abba Teodoro de Eleuterópolis, diciendo: “¿Qué es lo bueno, padre, buscar la gloria o la ignominia?”. El anciano dijo: “Yo prefiero buscar la gloria y no la ignominia. Porque si hago una obra buena y me glorío, puedo condenar mi pensamiento porque no soy digno de esa gloria. Pero la ignominia viene de las obras malas. ¿Cómo podré consolar mi corazón si los hombres se escandalizan por culpa mía? Conviene hacer el bien y gloriarse”. Abba Abraham dijo: “Dices bien, Padre”.

 

ABBA TEODOTO[5]

1. Dijo abba Teodoto: “La carencia de pan mortifica el cuerpo del monje”. Pero otro anciano decía: “La vigilia lo mortifica aún más”.

2. Dijo también: «No juzgues al fornicador si tú eres continente. Si lo haces, quebrantas igualmente la Ley, porque el que dijo: “No fornicarás”, dijo también: “No juzgarás” (St 2,11)».

 

ABBA TEONÁS[6]

1. Dijo abba Teonás: “Cuando la mente está ocupada fuera de la contemplación de Dios, nos volvemos esclavos de las pasiones camales”. El anciano nos contó que abba Teonás había dicho también: “Quiero llenar mi espíritu de Dios”.

 

TEÓFILO, EL ARZOBISPO[7]

1. El bienaventurado arzobispo Teófilo fue una vez a la montaña de Nitria, y salió a su encuentro el abba del monte. Le dijo el arzobispo: “¿Qué es lo más grande que encontraste en el camino que sigues, Padre?”. Le dijo el anciano: “Acusarse y reprocharse siempre”. Dijo abba Teófilo: “No hay otro camino fuera de él”.

2. El mismo abba Teófilo, el arzobispo, vino una vez a Escete. Reunidos los hermanos dijeron a abba Pambo: “Dile una palabra al Papa, para que aproveche”. El anciano respondió: “Si no aprovecha con mi silencio, tampoco sacará provecho con mi palabra”.

3. Fueron una vez los Padres a Alejandría, llamados por el arzobispo Teófilo para que orasen y derribasen los templos. Estaban ellos comiendo con él y sirvieron carne de ternero y la comieron, porque no se dieron cuenta. Tomando el obispo un trozo de carne lo dio al anciano que estaba cerca de él, diciendo: “Este es un buen pedazo, come, abba”. Ellos respondieron: “Nosotros hasta ahora hemos comido solamente legumbres. Si es carne, no comemos”. Y ninguno de ellos comió la carne que les servían.

4. Dijo el mismo abba Teófilo: «Qué temor, temblor y estrechez tendremos que ver, cuando el alma se separe del cuerpo. Vendrán a nosotros los ejércitos y potestades de las fuerzas adversas, los príncipes de las tinieblas, los que mandan el mal, los principados y potestades, los espíritus del mal. A modo de juicio detendrán al alma, poniéndole delante todo lo que pecó con conocimiento o sin él, desde su juventud hasta la edad en que fue tomada. Estarán de pie, acusándola de todo cuanto hizo. Por lo demás, ¿cuánto temblor crees que tendrá el alma en aquella hora, hasta que sea dada la sentencia y reciba la libertad? Esta es la hora de la necesidad, hasta que sepa lo que sucederá. Por otra parte, también las Potestades divinas estarán allí, y aportarán las cosas buenas del alma. Piensa en qué temor y temblor estará el alma, puesta en medio, hasta que su juicio reciba la sentencia del justo Juez. Si fuera digna, los demonios recibirán el castigo, y ella será llevada por los ángeles, y serás después sin preocupación, y estarás según lo que está escrito: “La morada de los que se alegran está en ti” (Sal 86 [87],7). Se cumplirá entonces aquello de la Escritura: “Huye el dolor, la tristeza y el gemido” (Is 35,10). Entonces marchará liberada hacia aquella inefable alegría y aquella gloria en que será constituida. Pero si el alma ha sido encontrada viviendo en la negligencia, oirá esa voz terrible: “Quítese el impío, para que no vea la gloria de Dios” (Is 26,10). Recibirá entonces el día de la ira, el día de la tribulación, el día de la oscuridad y tinieblas. Entregado a las tinieblas exteriores y condenado al fuego perpetuo, será castigado por los siglos infinitos. ¿Dónde estará entonces la gloria del mundo? ¿Dónde la vanagloria, las delicias y voluptuosidades? ¿Dónde la imaginación, el descanso, la jactancia, las riquezas, la nobleza, el padre, la madre, el hermano? ¿Quién podrá sacar de los males presentes al alma ardiendo en el fuego, en poder de los acerbos tormentos? Si éstos están así ¿cómo no tendremos que ser nosotros en las santas acciones y en las obras buenas? ¿Qué caridad debemos alcanzar? ¿Qué conducta, qué vida, qué carrera, qué diligencia, qué oración, qué prudencia? Dice la Escritura: “En esta espera, hagamos todos los esfuerzos para ser encontrados sin mancha e irreprochables en la paz” (2 P 3,14). De tal manera seremos dignos de escuchar: “Vengan, benditos de mi Padre, reciban en herencia el reino que les ha sido preparado desde el principio del mundo” (Mt 25,14), por todos los siglos de los siglos. Amén».

5. El mismo abba Teófilo, el arzobispo, estando por morir, dijo: “Bienaventurado eres, abba Arsenio, porque siempre recordaste esta hora”.

 

AMMA TEODORA[8]

1. Interrogó amma Teodora al Papa Teófilo acerca de la palabra del Apóstol: «¿Qué significa aprovechando el tiempo presente” (Col 4,5)?». Le respondió: “Esta palabra indica la ganancia. Por ejemplo, ¿es para ti el tiempo de la injuria?, adquiere con la humildad y la paciencia el tiempo de la injuria, y conviértelo en ganancia. ¿Es el tiempo del deshonor?, adquiere por la tolerancia el tiempo, y lo ganarás. De esta manera, todo lo que nos es adverso, si queremos, se volverá provechoso para nosotros”.

2. Dijo amma Teodora: “Luchen para entrar por la puerta angosta (Mt 7,13). Así como los árboles, si no sufren las tempestades del invierno, no pueden dar fruto, tampoco nosotros, para quienes este tiempo es como el invierno, no podremos heredar el reino de los cielos si no es a través de las muchas tribulaciones y tentaciones (Hch 14,22)”.

3. Dijo también: «Es buena cosa vivir en la hesiquía. El varón prudente obra en el recogimiento. Es en verdad gran cosa para la virgen o el monje, sobre todo para los jóvenes adquirir el recogimiento. Pero debes saber que en cuanto se propone la calma, viene enseguida el mal y grava el alma con la acedia, la pusilanimidad, los pensamientos. Grava también el cuerpo, con las enfermedades, la atonía, la debilidad de las rodillas y de todos los miembros, disuelve la fuerza del alma y del cuerpo, y así, porque estoy enfermo, no puedo recitar la sinaxis. Pero si somos vigilantes, todo esto desaparece. Había un monje que, cuando iba a recitar su sinaxis, era presa de escalofríos y fiebre, y sufría dolores de cabeza. Y entonces se decía a sí mismo: “Estoy enfermo y próximo a la muerte. Me levantaré antes de morir y haré la sinaxis”. Hacía violencia a su pensamiento, y celebraba la sinaxis. Cuando terminaba la sinaxis, lo abandonaba la fiebre. El hermano resistía a este pensamiento y celebraba la sinaxis, y de esta manera venció al pensamiento».

4. Dijo la misma amma Teodora: «Un hombre piadoso fue injuriado por alguien y le dijo: “Podría responderte con algo parecido, pero la ley de Dios me cerró la boca”». Dijo también: «Un cristiano disputaba con un maniqueo acerca del cuerpo y se expresó de esta manera: “Dale una ley al cuerpo, y verás que el cuerpo es para el que lo formó”».

5. Dijo la misma: “El maestro debe ser extraño a la avaricia y la vanagloria, alejado de la soberbia, no sujeto a la alabanza ni enceguecido por los dones, vencido por el vientre ni prisionero de la ira, sino paciente, misericordioso, humilde en cuanto se pueda; debe ser probado y tolerante, aplicado y amante de las almas”.

6. Dijo la misma: «Ni la ascesis, ni las vigilias, ni trabajo alguno salvan, sino la humildad sincera. Había un anacoreta que expulsaba los demonios, y les preguntó: “¿Por qué salen? ¿Por el ayuno?”. Respondieron. “Nosotros no comemos ni bebemos”. “¿Por las vigilias?”. Respondieron. “Nosotros no dormimos”. “¿Por la soledad?”. “Nosotros vivimos en los desiertos”. “¿Por qué salen, entonces?”. Y respondieron: “Nada puede vencernos, sino la humildad”. ¿Ves cómo la humildad es la victoria sobre los demonios?».

7. Dijo también amma Teodora: «Había un monje que, a causa de la abundancia de tentaciones, dijo: “Me iré de aquí”. Cuando ya había tomado las sandalias vio a otro hombre que había tomado también sus sandalias y le decía: “¿Te vas por mí? Yo te precederé dondequiera que vayas”».

8. Interrogaron a la misma sobre las conversaciones: “¿Cómo es posible escuchar habitualmente conversaciones mundanas y vivir solamente para Dios, como dices tú?”. Respondió: “Cuando te sientas a la mesa y hay sobre ella abundancia de manjares, te sirves, pero sin placer; del mismo modo, cuando llegan a tus oídos las palabras mundanas ten el corazón dirigido hacia Dios, y por esta disposición no te deleitarás en lo que oyes ni sufrirás perjuicio”.

9. Había otro monje que sufría picazón en su cuerpo y estaba lleno de gusanos. Era de origen rico. Los demonios le dijeron: “¿Cómo vives así, cubierto de gusanos?”. Y venció por su grandeza de alma.

10. Uno de los ancianos interrogó a amma Teodora, diciendo: “¿Cómo resucitaremos en la resurrección de los muertos?”. Le respondió: “Tenemos como prenda, ejemplo y primicias al que murió y resucitó por nosotros, Cristo nuestro Dios”.

 

[1] “Fuera del ámbito pacomiano, se conocen al menos seis Teodoro: el de Nitria -compañero y discípulo de Amún (cf. Vida de Antonio 60 e Historia Lausíaca 8)-; el intérprete de Juan de Licópolis (cf. Historia Lausíaca 35); el de Las Celdas (cf. Casiano, Instituciones 5,33 y Conferencias 6,1,2-3); el de Eleuterópolis; el de Ennatón (cf. Apotegma alfabético Teodoro de Ennatón 1-2); el de Escete o Fermo… Éste es un buen representante de la última generación de monjes formados en Escete, pero que la invasión bárbara obligó a emigrar. Se ignora la fecha de su nacimiento. Entró en Escete ciertamente antes de 390, fecha de la muerte de Macario, a quien fue a consultar sobre tres hermosos libros que había adquirido (Apotegma Teodoro de Fermo 1). Por tanto, fue todavía en el interior de Escete que recibió toda su formación. Sabemos además que, aunque se negó por humildad a cumplir con el ministerio, fue todavía en Escete que recibió la ordenación diaconal (Apotegma Teodoro de Fermo 25), una función que no se confería a los jóvenes debutantes. La devastación de Escete le obligó a instalarse en Fermo (lugar difícil de situar, que debería estar muy próximo de Escete), en el año 407. El apotegma que nos lo informa deja entender que no partió solo y que en su ancianidad se enfermó (Apotegma Teodoro de Fermo 26). Es posible que, entre sus compañeros de exilio, estuviese un cierto Juan, eunuco de nacimiento; en todo caso, con este Juan habló cierto día con nostalgia de la vida más virtuosa que llevaba antes, cuando vivía en Escete (Apotegma Teodoro de Fermo 10). Nada más se sabe sobre su ancianidad. Después de su muerte quedó el recuerdo de un hombre al que se podía abordar, pero que era cortante como una espada, a la inversa de su casi contemporáneo, Arseno” (SCh 387, pp. 72-73).

[2] “Ennatón se convirtió en un centro monástico importante sobre todo en el siglo V. Su nombre procede de la situación geográfica, a nueve [énnatos: noveno] millas [= 14,484 kms.] al oeste de Alejandría. Además de Teodoro, los principales monjes de ese lugar que se encuentran en los Apotegmas son Lucio y Longino” (Sentences, p. 113).

[3] “Este Teodoro podría identificarse con el de Fermo, que vivió en Escete antes de retirarse a ese lugar. Pero como el nombre Teodoro es muy frecuente, es preferible distinguirlos. Las diferentes versiones de este apotegma ofrecen, por comparación con el griego, algunas variantes, pero todas concuerdan en indicar que se trata del pensamiento de lujuria” (Sentences, p. 114).

[4] “Eleuterópolis, ciudad natal de san Epifanio, se ubica a mitad de camino entre Jerusalén y Gaza. Fue un centro monástico importante, pero nada sabemos de este abba Teodoro ni de Abraham el Íbero…” (Sentences, p. 115).

[5] “Estas dos sentencias recuerdan algunas máximas evagrianas…” (Sentences, p. 115).

[6] “Este Teonás es probablemente aquel del que Casiano ofrece tres Conferencias (21-23), porque si la fórmula del apotegma no se encuentra literalmente en el texto de Casiano, la idea al menos corresponde a la doctrina de la Conferencia 23.

[7] “Teófilo, patriarca de Alejandría, fue el tercer sucesor de san Atanasio y el predecesor de san Cirilo, que era sobrino suyo. Gobernó la Iglesia de Egipto durante veintiocho años (385-412), plenamente consciente del importante papel que su sede había jugado en la historia de la Iglesia y del Imperio… Hizo sentir su tremenda influencia en todas las cuestiones políticas que afectaron a la Iglesia o al Estado durante su pontificado. Son tres los acontecimientos importantes que están especialmente ligados a su nombre: la decadencia del paganismo en Egipto, la controversia sobre Orígenes y la destitución y destierro de san Juan Crisóstomo. En un ataque concentrado contra los últimos restos de los cultos paganos en Egipto y con el consentimiento del emperador Teodosio, destruyó cierto número de santuarios... Aprovechó la ocasión que se le presentó de esta manera para enriquecer la ciudad patriarcal con gran número de iglesias nuevas… Ardiente admirador de Orígenes hasta el año 399 y amigo de sus partidarios, como Juan de Jerusalén, más tarde le condenó. Parece que, en una de sus cartas pascuales, Teófilo se expresó en favor de la incorporeidad de Dios. Después de eso, algunos monjes concibieron graves dudas respecto de su ortodoxia y enviaron una comisión con ánimo de someterle a examen. Para prevenir un motín a cargo de estos antropomorfitas y, al mismo tiempo, deseoso de encontrar razones políticas para entenderse con ellos, condenó el origenismo en un sínodo de Alejandría, el año 401 (Sócrates, Historia eclesiástica, 6,75; Sozomeno, Historia eclesiástica, 8,11). Además, se valió de esta decisión para iniciar, en el desierto de Nitria, una atrevida persecución contra los defensores del gran alejandrino; entre éstos destacaban los "Cuatro Hermanos Largos," Dióscoro, Ammón, Eusebio y Eutimio. Con todo, Teófilo se hizo aún más famoso por la desgraciada intervención que tuvo en el destierro de san Juan Crisóstomo; formó una coalición de distintos partidos, tanto episcopales como imperiales, contrarios al valiente predicador; convocó el año 403, en las cercanías de Calcedonia, el sínodo de la Encina, que depuso a san Juan y le envió al destierro. Sin embargo, para ser justos, debemos recordar que la mayor parte de nuestra información sobre Teófilo nos viene de enemigos suyos, especialmente de Paladio… Los Apophthegmata Patrum son una prueba de la fama que gozó en ambientes monásticos… La Iglesia copta celebra su fiesta el 15 de octubre; la siríaca, el 17 del mismo mes” (http://www.conoze.com/doc.php?doc=5514). “… Su antiorigenismo, como en el caso de san Epifanio, le valieron ser citado con honor y de recibir incluso el título de abba en los Apotegmas. Pero sus relaciones con los monjes lejos estuvieron de ser siempre cordiales y pacíficas. Teófilo parece haber tenido gran admiración por Arsenio y Pambo, pero no éstos por él” (Sentences, p. 117).

[8] “La vida en los desiertos egipcios implicaba tantas condiciones de incomodidades e inseguridad que era inconcebible que una mujer pudiera asumirlas, a menos que se hiciera pasar por un hombre… Teodora es la primer amma que oímos hablar en los apotegmas; desgraciadamente no sabemos nada sobre ella, fuera de sus relaciones con el arzobispo Teófilo, lo cual la ubica al final del siglo IV o comienzos del V, probablemente en la región de Alejandría” (Sentences, p. 119).