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LOS APOTEGMAS DE LAS MADRES Y LOS PADRES DEL DESIERTO

 

Introducción

Derwas James Chitty[1]: Los libros de los ancianos[2]

Los miles de hombres que se internaron en los desiertos cuando el Imperio romano se convirtió al cristianismo, no buscaban el elogio o la admiración de los hombres. Hubo cristianos en esa primera generación que no se avergonzaron de mirar al movimiento con disgusto -sin mencionar el horror con que lo vieron autores paganos como Eunapio-. Pero para quienes aceptaban el ideal, aunque personalmente no lo siguieran, era inevitable sentirse atraídos por él. Fue también inevitable que los guías del movimiento pusieran por escrito los consejos que daban a sus discípulos, y escribieran incluso tratados sobre la vida monástica. Las siete cartas atribuidas a san Antonio (+ 356) pueden ser razonablemente aceptadas como auténticas, e igualmente las de su sucesor Amonas, a quien se atribuyen también otros breves escritos. Pero es la Vida de Antonio por san Atanasio la que debe ser considerada como la Mente original donde se inicia la literatura monástica, el manifiesto que se difundió en pocos años por todo el mundo romano y que san Gregorio de Nazianzo describiera con razón como “legislación para la vida monástica en forma de relato”. Mientras tanto, en el Egipto superior la Regla pacomiana encontraba su forma literaria en copto (es una de las obras coptas más antiguas), juntamente con escritos homiléticos y cartas. Hacia fines del mismo siglo IV fue escrita en griego la primera Vida de Pacomio y Teodoro, con otra colección de historias sobre Pacomio y una vívida carta del obispo egipcio Amón, que describe, desde el punto de vista de uno que se hallaba desde hacía mucho tiempo instalado en el medio más sofisticado de los alrededores de Alejandría y del Delta, los tres años que pasó en su juventud con la comunidad, bajo Teodoro, en la década del 350. Sobre Escete, ya no se puede considerar el cuerpo principal de los escritos “macarianos” como la obra de uno de los dos Macarios, o de origen egipcio. Pero esto no excluye la posibilidad de que algunas de las producciones literarias que se conservan en griego, siríaco o copto puedan ser rectamente atribuidas a alguno de ellos, o a Moisés, que vivió después. La atribución fue hecha por lo menos a finales del siglo V.

Pero el impulso literario más importante llegaría a Egipto desde el exterior. Los Padres capadocios habían recibido el virus, y estaban iniciando la vida ascética, con su literatura propia, en las mesetas de Anatolia. Fue su discípulo Evagrio Póntico quien, primero en Palestina y luego en Egipto, en el silencio de las Celdas de Nitria (recientemente excavadas en parte, muy oportunamente por Guillaumont [+ 2000] y otros), construiría el gran “corpus” de doctrina ascética de los desiertos egipcios, mezclado con especulaciones cósmicas, según el legado de Orígenes, y que después de su muerte traería descrédito a su memoria, oscureciendo sus auténticas realizaciones.

Desde el mundo latino, Jerónimo y Rufino se instalaron en Palestina y, después de visitar los desiertos egipcios, antes de finalizar el siglo IV, dieron cada cual su contribución a la literatura monástica: Jerónimo, con cartas y las Vidas de Hilarión, Pablo el ermitaño y otros -que fueron al menos buenas obras literarias-, sin contar la traducción gracias a la cual se conservó el único texto sobreviviente de la Regla pacomiana y los escritos anexos (¡tan sólo desearíamos saber cuánta fe puede darse a su vigorosa construcción!). Uno de los discípulos de Rufino en el Monte de los Olivos escribió un relato de su peregrinación en 394 a los monjes de Egipto, principalmente en el Valle del Nilo y el Delta (la Historia monachorum in Aegypto [Historia de los monjes de Egipto]); Rufino la tradujo al latín unos diez años más tarde, tal vez, con correcciones y adiciones que procedían de su conocimiento anterior de esas regiones. Evagrio ya usaba ampliamente las anécdotas para ilustrar su doctrina. Fuera de él, la Historia Monachorum es la primera colección de relatos de los Padres del Desierto. Pero serán los discípulos de Evagrio los principales testigos literarios de la edad de oro de Nitria y Escete. Paladio, en su violento Diálogo sobre la vida de Crisóstomo, escrito mientras estaba desterrado en la Tebaida, da muchos detalles sobre los monjes y sus sufrimientos en manos del patriarca Teófilo. Pero es su madura obra posterior, la Historia Lausíaca, escrita hacia 420, cuando un velo ya habla sido echado sobre la tragedia, la que nos da un cuadro detallado y claro por primera vez de Nitria y las Celdas, principalmente, pero extendiéndose hasta el desierto más alejado de Escete (el Wadi Natrun), por el Nilo hasta Licópolis e incluso Syena, y también Palestina. Escete, principalmente (pero también algunos de los centros monásticos del Delta del Nilo), constituye el marco de las Conferencias de Casiano, quien, escribiendo poco tiempo después de Paladio y tras una ausencia de Egipto de más de veinte años, quiere reproducir la enseñanza de los Padres del desierto y la de su maestro Evagrio, aligerada de sus especulaciones (el nombre de Evagrio no es mencionado siquiera), para las nacientes comunidades de Galia. Las Instituciones, algo anteriores, nos dan valiosa información sobre la vida monástica en otras partes de Egipto y en Palestina.

Al mismo tiempo crecía un gran cuerpo de tradición oral, con relatos de los dichos y hechos de la primera generación de monjes -algunos nombres son famosos, otros solamente recordados aquí-, y estas tradiciones debían ser puestas por escrito tarde o temprano, y los recuerdos de las generaciones siguientes se acumularían en torno a ellas. No se limitarían tampoco a Escete y Nitria. Un movimiento fuera de estos centros había comenzado ya en 357, cuando Sisoés encontró que Escete (¿o se trata de Nitria?) se había poblado demasiado, y se mudó a la Montaña interior de Antonio, abandonada desde la muerte del santo y el asesinato de sus dos discípulos. Mas tarde y en el mismo siglo, Silvano y sus discípulos se trasladaron primero al Sinaí y después a su Palestina natal. Esta escuela bien merecería que se le dedicara una monografía. Al finalizar el siglo se produjo la crisis acerca del “origenismo” descrita por Paladio y los demás historiadores. Ta1 vez sea un relato unilateral, el suyo, pero parece que Nitria nunca se recuperó después de esos incidentes. En 407-8 ocurrió la primera gran devastación de Escete (que había sido preponderantemente antiorigenista), en la cual sufrieron el martirio Moisés el etíope y otros, y hubo un éxodo general, aparentemente repetido hacia 434 (y seguido de otro, posiblemente, en el mismo siglo y también hacia 570).

Este sería el tiempo naturalmente indicado para la aparición del núcleo en torno al cual debía crecer el cuerpo llamado comúnmente Apophtegmata Patrum término bastante conveniente si no fuera porque la colección está formada en escasamente menor medida por los hechos de los Padres, y no solamente por sus palabras. El término griego con que se la designa es Gerontikon o Paterikon, y es el primero de éstos que me propongo usar. Es una colección en la que no se puede abrir una página sin encontrar algo penetrante para nuestras propias vidas ¡qué humanos eran esos monjes! Sin embargo, a pesar del trabajo hecho en el pasado por Rosweyde y otros, haciéndola accesible en cierta medida a los estudiosos, la colección ha comenzado apenas a ser conocida por el público más vasto que hoy la necesita. Debemos agradecer al P. Guy, a Dom Regnault y a los monjes de Solesmes por habernos dado finalmente (mientras se espera la edición completa de los textos griegos) traducciones francesas que cubren casi todo lo que ha sido conservado[3]. Estos estudiosos, juntamente con el Profesor Draguet [+ 1980] y otros, y Bousset [+ 1920], en una generación anterior, comenzaron a poner orden en el caos de nuestra comprensión de la naturaleza del Corpus, y pudieron sacar algunas conclusiones sobre el proceso de su formación.

El “Corpus” de Apotegmas llega a nosotros en dos formas principales. Parte de una de ellas es la “colección alfabética”, que contiene relatos de los Padres distribuidos de acuerdo a la letra inicial de su nombre. Fue publicada por Cotelier (en el siglo XVII) y reeditada por Migne, Patrologia Graeca 65. (…)

Pero el prefacio de esta colección alfabética habla de una colección de historias anónimas que debería encontrarse a continuación. Así se la encuentra en varios manuscritos, uno de los cuales contiene más de 700 piezas. Nau inició la publicación de un manuscrito con esta serie (Coislin. 1261, con 669 piezas), pero fue interrumpido por la guerra de 1914-18, y nunca se completó la publicación. Los monjes de Solesmes nos ofrecen ahora el texto íntegro en traducción francesa, exceptuando algunas piezas, de las cuales se da la referencia a las traducciones existentes. Tal como la conocemos, la colección se extiende al menos hasta el siglo VII, con algunas historias de Anastasio del Sinaí y el relato de la toma de Jerusalén por los persas. (…)

Esto nos lleva a la segunda forma de la colección: la sistemática, la cual, aunque no ha sido publicada todavía en griego[4], fue editada por Rosweyde (Vitae Patrum V-VI) y de nuevo por Migne, PL 73, cols. 855-1022, en la traducción latina hecha a mediados del siglo VI (la fecha es segura) por Pelagio y Juan. (…) Cada capítulo (de esta colección) se abre con anécdotas de los padres nombrados según el orden alfabético. (…)

¿Dónde podremos encontrar el carácter de la obra? Una colección nostálgica, reunida en base a la tradición oral o por los más ancianos sobrevivientes como Sisoes, de los dichos de la primera generación: Antonio, Macario, Pambo, Pior, Or, etc. No son muchos los nombres que nos sean conocidos por la Historia Monachorum o la Historia Lausíaca. Este número, sin embargo, aumenta a medida que nos acercamos a la devastación de Escete, el Wadi Natrum, y no Nitria, Pernûj, es la fuente original del Gerontikon. Son más numerosas todavía las historias de aquellos que estuvieron en Escete pero se trasladaron luego, cuando la devastación o antes: así tenemos a Juan el corto (Colobos), Arsenio, Agatón, Daniel, Pastor y sus hermanos, y otros más: ninguno de ellos es mencionado por Paladio. Tenemos además a los monjes de Enatón, el monasterio situado en la novena milla de Alejandría y que fue un centro de oposición a Calcedonia (451), a Longino, líder de esa oposición y a su maestro Lucio, ambos están presentes en la tradición más antigua. (…)

¿Qué obras se citan en el Gerontikon? Las cartas de san Antonio (Antonio 8, 9 y 22), pero no su Vida, que era tal vez demasiado conocida para ser citada. Tampoco las cartas u otros escritos de Amonas ni los de Macario (según creo). Probablemente se citan escritos atribuidos a Moisés; de Evagrio, con frecuencia; de Paladio, una vez al menos: Pambo 8. (…) La Historia Monachorum es citada, pero me parece que no se la encuentra en pasajes comunes a ambas colecciones. Casiano, cuyas obras fueron traducidas al griego muy pronto, es citado muchas veces en pasajes comunes a ambas colecciones. (…)

 


[1] Pastor anglicano inglés que nació en 1901 y falleció en 1971. Fue un gran conocedor del monacato oriental primitivo. Su obra cumbre: El desierto. ¡Una ciudad! (Bilbao, Desclée de Brouwer, 1991 [Biblioteca Catecumenal]; trad. del original: The Desert a City, Oxford 21977) sigue siendo fundamental para el estudio y conocimiento de la historia y espiritualidad monástica de la primera hora.

[2] Se reproduce parcialmente el artículo publicado en Cuadernos Monásticos, n. 17 (1971), pp. 19-35; indicamos las secciones en que se ha suprimido un trozo con la indicación: (…). Se puede ver otra excelente introducción a los Apotegmas, escrita por Mons. Martín DE ELIZALDE, osb, en: Los dichos de los padres del desierto. Colección alfabética de los apotegmas, Buenos Aires, Eds. Paulinas, 1986, pp. 5-10 (Col. Orígenes cristianos, 4), en adelante: Los dichos.

[3] Les Apophthegmes des Pères du Désert. Serie alphabétique-anonyme. Introduction et traduction française par Jean-Claude GUY [+ 1986], sj, Abbaye de Bellefontaine, 1966 (Coll. Spiritualité Orientale, n° 1). Les Sentences des Pères du Désert. Recension de Pelage et Jean. Introduction de Dom L. REGNAULT. Traduction de Dom J. DION et Dom G. OURY, Abbaye Saint-Pierre de Solesmes, 1966. Les Sentences des Peres du Désert. Nouveau recueil. Apophthegmes inédits ou peu connus, rassembles et présentés por Dom L. REGNAULT [+ 2003] et traduits par les moines de Solesmes, Abbaye Saint-Pierre de Solesmes, 1970 (contiene el resto del ms. Coislin. 126, editado parcialmente por Nau, y otras colecciones).

[4] Chitty no pudo ver la reciente edición crítica del texto griego de esa colección, publicada en Sources chrétiennes ns. 387, 474 y 498, Paris, Les Éditions du Cerf, 1993, 2003 y 2005 (en adelante citamos: SCh 387, 474, 498 y la página correspondiente).