Inicio » Content » TEXTOS PARA LA VIDA MONÁSTICA CRISTIANA (66)

3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito

IX. La Regla del Maestro (continuación)

Capítulo 66: Pregunta de los discípulos: Sobre la salida del monasterio de los hermanos que (parten) de viaje. El Señor responde por el maestro:

1Los hermanos cuando salen de viaje, pedirán que se haga de inmediato una oración por ellos, 2diciendo este versículo: “Enséñame, Señor, tus caminos, muéstrame tus senderos” (Sal 24 [25],4), 3o si prefieren este otro: “Haz perfectos mis pasos en tus caminos, para que no vacilen mis pasos” (Sal 16 [17],5). Por lo demás, ya salgan, ya regresen, siempre terminarán el versículo con el Gloria.

5Del mismo modo, cuando vuelvan, pedirán que oren por ellos, 6diciendo este versículo: “Entramos en su tabernáculo, adoramos en el lugar donde estuvieron sus pies” (Sal 131 [132],7), con el Gloria. 7Y cada vez que un hermano pase el dintel externo de la última puerta del monasterio, entrando o saliendo, pedirá siempre que se rece por él, pero sin versículo.

 

Capítulo 67: Sobre la entrada de los hermanos en el oratorio al regresar de viaje.

1Cuando los hermanos vuelven de viaje, no importa a que hora, y encuentran a los hermanos salmodiando en el oratorio, 2haciendo en seguida una oración (y) salmodiarán con ellos; 3y después de terminado el salmo que estaban salmodiando, les pedirán también que todos oren por ellos, 4para así mostrarse fieles a la regla al pedir una oración una vez que han pasado el dintel de la puerta exterior del monasterio. 5Y después de la celebración del santo oficio en el oratorio, recibirán la paz después del regreso de su viaje, primero del abad, después de los prepósitos y de todos los demás.

 

Capítulo 68: Saliendo del oratorio todos deben callarse inmediatamente.

1Saliendo los hermanos del oratorio en seguida se callarán, 2no repetirán los salmos al salir, 3cantando fuera de tiempo, externamente, con insolencia, lo que se dijo a su tiempo en el interior con reverencia. 4Por lo tanto, saliendo del oratorio, callen inmediatamente, 5porque el tiempo de los salmos terminó y empezó el del silencio, 6como dice la Escritura: “Un tiempo para cada cosa” (Qo 3,1).

 

Capítulo 69: Sobre los hermanos enfermos.

1Los hermanos que dicen estar enfermos y que no se levantan para la obra de Dios y están permanentemente en cama, no han de ser considerados culpables, 2pero para la comida solamente recibirán las pociones y huevos o agua caliente, que es lo que los verdaderamente enfermos apenas pueden tomar; 3para que, si fingen, el hambre les obligue a levantarse.

4Pero si se levantaren después de la obra de Dios, serán excomulgados, 5no accederán a la mesa carnal, porque no estuvieron en (la mesa) espiritual del oratorio, 6puesto que huyeron del trabajo y despreciaron la obra de Dios. 7En estos casos se conoce que el diablo fomenta[1] una pereza somnolienta bajo la excusa de enfermedad. 8Y por tanto tal será la recompensa que recibirán.

9El hermano cansado con dolor en los miembros sin fiebre, si no quiere incurrir en la pena de excomunión antedicha, entrará con los hermanos en el oratorio a la hora habitual, 10y si no puede estar de pie, que salmodie acostado sobre una estera como en la oración. 11Sin embargo, el hermano que está al lado[2] de pie le vigilará para que no se duerma.

12Pero si después no hace absolutamente ningún trabajo, recibirá una porción de pan menos de (su) ración y le serán rehusadas dos copas de bebida, 13y esto porque al menos se levantó para la obra de Dios; 14puesto que no es justo que el hermano ocioso sea igualado con el hermano trabajador, al que se le debe una recompensa digna[3] por su trabajo (1 Tm 5,18; Dt 24,14-15; cf. Lc 10,7), 15porque no se le pondrá bozal al buey que trilla (1 Tm 5,18; cf. 1 Co 9,9; Dt 25,4). 16Así, el que no trabaja, si por (espíritu) de justicia, no quedará sin comer nada, al menos por su (cualidad) de enfermo no comerá tanto como el que trabaja y (está) sano, 17porque el indispuesto que se proclama incapaz de trabajar, se lo juzgará también incapaz de comer; 18puesto que la justicia muestra que no puede hacer ni lo uno ni lo otro, y en ello se muestra la verdadera indisposición; 19si realmente somos incapaces de trabajar, en verdadera justicia no debemos poder comer; 20pero es claro que la pereza de ese ocioso glotón le hace fingir la enfermedad; 21así, cuando su boca proclama que no puede trabajar y calla (su incapacidad) para comer, si no quiere decir su propia incapacidad, en seguida comience a oír por otra lengua, de buen o mal grado, que no puede comer, 22porque la justicia muestra esto: que si en un mismo hombre, alma, vientre y miembros van a la par[4], también una misma indisposición se debe sentir igualmente en esas tres partes; 23de modo que esas tres partes antedichas obran en común en la salud, (e) inversamente es claro que en la indisposición son incapaces simultáneamente. 24Porque si la enfermedad es un obstáculo para una cosa y no lo es para otra otra, 25cuando en el cuerpo de un mismo hombre, el alma, el vientre y los miembros no pueden sentir y sufrir indisposición separadamente, 26porque es el alma la que, todavía en nosotros, siente todos los dolores, la cual una vez que ha partido, ¿cómo el cuerpo muerto podrá sentir lo que padece? ¡Oh abominable injusticia! La cabeza es torturada por los dolores para trabajar y el vientre no es torturado para comer, ¡como si el vientre estuviera en otro cuerpo!

 

Capítulo 70: Sobre la caridad de los hermanos hacia los enfermos.

1Los hermanos que quieran mostrar que están llenos de caridad, visitarán a porfía a los hermanos enfermos, les consolarán y les servirán, 2para caridad que así en la enfermedad se pruebe la caridad fraterna, 3y se cumpla con hechos la palabra del Señor que dice: “Estuve enfermo y me visitaron” (Mt 25,36).

 


[1] Ministrare.

[2] Vicino.

[3] O: “un salario equitativo...”.

[4] Aequaliter conveniunt.