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3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito

IX. La Regla del Maestro (continuación)

Capítulo 27: Pregunta de los discípulos: Sobre la tasa de la bebida. El Señor responde por el maestro:

1Inmediatamente que los hermanos se hayan sentado a las mesas, antes que coman, cada uno recibirá un vaso de vino puro. 2Al recibir el vino puro cada uno lo presentará para que lo bendiga el abad, y en las otras mesas los prepósitos, por turno, lo bendecirán para sus hermanos. 3En todas las mesas cada hermano mojará en su vino puro tres trozos de pan, no más. 4No más, no sea que un hermano gastando allí mucho pan, no tuviera después para los platos y provocara, por causa de su voracidad ante la ración de pan, la mirada malévola de los otros hermanos.

5Por tanto, después del vino puro del comienzo, en tiempo de verano, tanto si la refección (es) a sexta como a nona, serán suficientes para todos cuatro vasos de bebida caliente, fuera de aquel vino puro. 6Pero en ese tiempo, cuando se coma a sexta, por la tarde serán suficientes para todos tres (medidas) de bebida[1]. 7Terminadas éstas, tanto en la comida de sexta o de nona o en la cena, el celerario, parado en medio de las mesas, dirá en voz alta: “Quien tenga sed que lo diga confiadamente”. 8Después de estas palabras, quien tuviere sed, responderá en seguida desde su mesa: “Bendice”[2]. 9De inmediato, mezclando en un vaso agua caliente con vinagre[3], o si los hermanos lo desean, con armuelle[4], que siempre se debe preparar de más con los platos para los que tienen sed, se les dará en un gran jarro[5] o en una copa a quienes tienen sed.

10Pero también en esos días de verano, cuando se come a la hora de nona, a la tarde, antes de completas, serán suficientes para todos dos (medidas) de bebida, 11pero orando antes de beber y volviendo a rezar después de beber. 12Asimismo en esos días de verano, cuando se come a sexta, cotidianamente después de decir nona, al salir del oratorio, el abad se sentará en su cátedra, 13y estando todos de pie en torno a él en orden, el celerario sacará el vino 14y los semaneros mezclarán en el vaso reglamentario (una copa) de bebida para cada uno de cada decanía en todas las mesas, según el número de la comunidad, incluidos ellos. 15En seguida, el abad se levantará, hará una oración con todos, 16y después de la oración, antes de sentarse, se le ofrecerá el recipiente[6] con el vino mezclado y la bendecirá. 17De inmediato, ordenará que todos se sienten con él en sus mesas, según la costumbre, 18y bebiendo él mismo primero, después hará servir el vino mezclado a todos, uno después de otro, en cada mesa. 19Finalizado esto, se levantarán nuevamente y rezarán, 20y después de la oración volverán todos al trabajo que habían dejado de hacer. 21Por tanto, todos los que tengan sed beberán en seguida después de nona. 22Pero si ya se hubiera iniciado la hora décima, nadie beberá hasta después de vísperas.

23Con todo, si un hermano tuviera mucha sed a esa misma hora de nona, antes que llegue, como dijimos, la hora décima, y quiere beber agua, no beberá un trago del cántaro[7], sino (según) la medida de una copa, de un vaso o de una taza[8], 24porque lo que está sobre la medida es excesivo e injustificado, y se lo verá como una satisfacción dada a la corrupción de los deseos. 25Porque según aquella sentencia que dice: “Nada en exceso”[9], incluso un deseo de agua puede embriagar el espíritu con fantasías en los sueños y ocupar el cuerpo con deseos[10], 26esto es, una ola en las venas, frío en la médula, un peso en los párpados, vértigo en la cabeza, sueño en los ojos, el estornudo continuo en la nariz.

27En tiempo de invierno, en la refección de sexta y de nona, serán suficientes tres (porciones de bebida) caliente, porque no está el calor que provoca la sed. 28Pero en aquellos días de invierno en que se come a sexta, no se cenará nada a la tarde, sino que será suficiente para todos (una porción de bebida) caliente, 29pero orando antes de beber y volviendo a rezar después de beber. 30Aquella bebida que cada día el celerario, después de nona, daba en verano a los que tenían sed, no la dará en invierno, porque ni la sed se hace sentir ni queda mucho tiempo desde la refección hasta vísperas. 31Pero en aquellos días en los que se toma la refección a (la hora) de nona en invierno, después de decir vísperas no recibirán más que (una porción de bebida) caliente, pero también orando antes de beber y volviendo a rezar después de beber.

33En aquellos días entre Pascua y Pentecostés, en que se come a sexta, excepto el jueves y el domingo, en los otros días no se tomará nada a la tarde, a no ser dos (porciones de bebida) caliente en honor de esos días, 34excepto la octava de las octavas de Pascua, en que se cenará sin interrupción. 35Pero si en los mencionados días, hasta Pentecostés, hemos suprimido la cena, excepto el jueves y el domingo, es para que se observe la comida única en esos días, 36y aún cuando no a su hora, se vea que la regla acostumbrada del ayuno se mantiene, cambiando sus cenas en comidas[11]; 37el jueves y el domingo cenarán por la tarde lo que antes prescribimos sobre la comida, 38pero agregando cada día un plato en la cena, si quedaron sobras de Pascua, (y) una copa de bebida cualquiera.

39La copa o el jarro con que se hará el servicio las distintas veces, será tal que mezclando un tercio llene una hémina[12]. 40Pero esta medida uniforme debe ser administrada en el servicio de las mesas con dos o tres copas o vasos, para que con muchos recipientes más rápidamente se distribuya a todos.

41Pero los niños hasta que cumplan doce años recibirán en invierno dos (copas de bebidas) calientes en la comida y una a la tarde. 42En tiempo de verano, recibirán tres (copas) de bebida en la comida y dos a la tarde, a causa de la temperatura estival.

43Sin embargo, como más arriba lo decretamos sobre la comida, también damos el mismo permiso sobre la bebida: 44los domingos o los días festivos o por causa de las personas extranjeras de paso, el abad está autorizado, en cualidad de superior, a añadir lo que juzgue oportuno. 45Igualmente, y en honor de la alegre caridad de los días santos o de la llegada de los amigos, agregue una bebida cualquiera de regalo. 46Sólo deberá recordar la temperancia y huir la ebriedad del vino[13], porque si el cuerpo no fuese sobrio no podrá estar despierto en la obra de Dios y el alma no estará libre de pensamientos libidinosos.

47Si en la mesa alguno de los discípulos quiere renunciar a algo de (su) medida reglamentaria de bebida o a un trozo de pan que le quedase, mostrará que ama más el espíritu que la carne, 48e impondrá a la lujuria el freno de la castidad. 49Porque cuando renuncia a esto, el hermano abstinente dirá en voz baja al celerario que recoge: “Toma también esto, que ha sido negado a la carne, que aproveche a Dios”. 50En seguida, el celerario pondrá eso mismo en un recipiente separado, para que felizmente aproveche a Dios; 51y se lo adjuntará como regalo a las limosnas del monasterio, (y) el celerario lo pondrá en la mano de algún pobre mendigo.

52Todo esto es la medida a (guardar en) la despensa del monasterio[14]. 53Pero si el Señor concede a su comunidad algo enviado desde el exterior, será recibido agradecidamente el regalo del Señor (así) enviado[15], 54y si le place al abad, lo añadirá en las mesas, porque se comprende que no llegó sino por la magnificencia del Señor[16].

 

 


[1] Potiones.

[2] Benedic.

[3] Pusca (o: posca): bebida hecha con vinagre, agua y huevos.

[4] Iotta: tisana de armuelle (= planta medicinal).

[5] Galleta, que podría traducirse también por baucalis (= jarro de tierra).

[6] Vas.

[7] Orcium.

[8] Caucelli.

[9] Cf. Jerónimo, Epístolas, 108,21.

[10] Cf. Historia monachorum 27; Casiano, Instituciones 12,9. 15.

[11] Cf. Jerónimo, Epístolas 22,35.

[12] 0,273 l.; o también: 250 ml.

[13] Vinolentiae ebrietatem.

[14] Inthicis monasterii.

[15] Cf. Vitae Patrum 7,1,4.

[16] Cf. Historia monachorum 7; PL 21,416 D.