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3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito

IX. La Regla del Maestro (continuación)

Capítulo 12: Pregunta de los discípulos: Sobre la excomunión por las faltas. El Señor responde por el maestro:

1Si en todo lo que se dijo más arriba, algún hermano se mostrase frecuentemente contumaz, o soberbio, o murmurador, o desobediente a sus prepósitos, 2y según el precepto divino fuere amonestado en una, dos y tres (ocasiones) sobre un vicio cualesquiera, y corregido no se enmendare (cf. Mt 18,15-16), 3los prepósitos refieran esto al abad; 4y el que preside examine atentamente la naturaleza y gravedad de la falta, 5y la condenará con excomunión, para que (el hermano) sepa que ha despreciado a Dios, 6porque se ha hecho digno de ser juzgado por el desprecio mostrado al superior, puesto que el Señor mismo dice a nuestros doctores: “Quien a ustedes oye, a mí me oye, y quien a ustedes desprecia, a mí me desprecia” (Lc 10,16). 7Esta excomunión tendrá la siguiente sanción:

 

Capítulo 13: Pregunta de los discípulos: ¿Cómo se debe tratar a un hermano excomulgado? El Señor responde por el maestro:

1Cuando los prepósitos hayan señalado al abad la falta del desobediente, 2ya no lo llamamos hermano sino hereje, 3ya no lo llamamos hijo de Dios, sino obrero del demonio, 4porque apartándose de las acciones de los santos es una especie de sarna procreada en el rebaño. 5El abad lo llamará, estando presentes los prepósitos y rodeado del resto de la comunidad, 6y el abad preguntará a sus prepósitos cuál es su pecado y cuántas veces, siendo amonestado cotidianamente, no se enmendó de ese vicio, 7y (ellos) responderán diciendo de qué lo acusan. 8Cuando se haya oído la falta, este será el discurso del abad contra él que oirá:

9«Oh alma miserable, ¿qué respuesta darás a Dios, a quien irritas cada día con tu desobediencia, cuando te acerques a adorarlo[1]? 10¿Por qué estando bajo el dominio de Dios sirves más bien a Mamón (cf. Mt 6,24)? 11¿Por qué mientes a Cristo como otro Judas[2]? 12Aquel Judas vendió a la Justicia por un precio de iniquidad (cf. Hch 1,18), tú laceras el nombre cristiano con tus malas acciones. 13Aquel Judas por un falso (beso) de paz generó un escándalo contra el Señor (cf. Mt 26,49); tú, bajo el nombre del santo servicio, te muestras más rebelde a Dios. 14Aquel Judas, falso discípulo, entregó a (su) maestro; tú, bajo el santo nombre cristiano, sigues más bien al diablo.

15Porque en el juicio se levantará contra ti nuestra amonestación, al igual que tu espíritu, al cual rechazaste con la carne por propia voluntad[3], (y) ante el tribunal del tremendo juicio dirá: 16Señor, no quiso entender para obrar bien” (Sal 35 [36],4 b). 17Meditó la iniquidad, se detuvo en todos los caminos no buenos, no odió la maldad” (Sal 35 [36],5), 18sino que más bien se glorió en ella. Fue potente en la iniquidad (Sal 51 [52],3).

19Cuando fueres acusado en el juicio con esos términos, después de nuestras (palabras), también oirás la voz de aquel mismo juez tremendo que te dirá: 20Tú eres quien odiaste la disciplina y arrojaste mis palabras detrás de ti” (Sal 49 [50],17). 21Cuando veías un ladrón corrías con él, y tenías tu parte con los adúlteros” (Sal 49 [50],18). 22Tu boca abundó en maldad y tu lengua maquinó el engaño” (Sal 49 [50],19). 23Te sentabas para difamar a tu hermano, y le ponías tropiezos” (Sal 49 [50],20). 24Rodo el día tu lengua maquinaba la injusticia. Como una navaja afilada hiciste trampa” (Sal 51 [52],4). 25Amaste la maldad por sobre la benignidad, la iniquidad más que hablar (sobre) la equidad” (Sal 51 [52],5). 26Amaste todas las palabras ruinosas de una lengua dolosa” (Sal 51 [52],6). 27Esto hiciste t callé. 28Meditaste la iniquidad, (y creíste) que era semejante a ti. Argüiré contra ti y pondré esa (injusticia) ante tu rostro” (Sal 49 [50],21), 29para que Dios te destruya para siempre, (Él) te arrancará y te expulsará de tu tabernáculo, (te arrancará) de la tierra de los vivientes (Sal 51 [52],7).

30Entonces también todos los justos te verán el juicio desde su gloria (cf. Sal 51 [52],8), 31cuando seas separado de ellos y (puesto) a la izquierda entre los cabritos (cf. Mt 25,33), 32y se reirán de ti (cf. Sal 51 [52],8) diciendo: 33He aquí el hombre que no puso en Dios su ayuda, sino que prevaleció en su vanidad (Sal 51 [52],9), 34y que no tuvo ante sus ojos el temor de Dios, porque obró engañosamente en su presencia (Sal 35 [36],2-3), 35y dijo como el insensato en su corazón (Sal 52 [53],1; cf. Sal 9 [10],32): 36El Señor no examinará (Sal 9 [10],34). Aparta su rostro para nunca ver” (Sal 9 [10],32). 38Ignoraba que a los enemigos que mienten al Señor, les llegará el tiempo de la pena eterna (Sal 80 [81],16).

39¿Qué dirás sobre esto a Dios? 40Miserable, ¿qué excusas tendrás para (tus) pecados (cf. Sal 140 [141],4), cuando tus maldades te impugnarán y la gehena te esperará?».

41Después de este sermón de increpación del abad ante la comunidad, en seguida se dará la orden de que (salga) del oratorio. 42Será considerado extraño en la mesa común, 43y, designado como enemigo de Dios, ya no debe, desde esa hora, ser amigo de los hermanos. 44Y así, desde ese momento de la excomunión, su prepósito le asignará, para (evitar) la ociosidad, un trabajo manual en un lugar apartado y separado de los otros. 45En ese trabajo ningún hermano el hará compañía, ni se lo consuele con ninguna palabra. 46Pasen todos callados ante él. Cuando pida la bendición, nadie responda: “Dios” (cf. Sal 128 [129],8). 47Cualquier cosa que se le dé, nadie la signará. 48Cualquier cosa extra que haga espontáneamente, más allá del trabajo asignado, sea destrozada y hecha pedazos. 49Esté solo en todas partes y que su única compañía sea su falta.

50Si, tal vez, por la levedad de su falta, el abad no quisiere duplicarle el ayuno, 51cuando los hermanos comen a (la hora) sexta, su prepósito le dará por misericordia a la hora nona un (solo) plato, un trozo de pan de la peor calidad y un vaso de agua. 52Si los hermanos irreprensibles comen a la hora nona, la refección de aquel, señalada más arriba, será retrasada hasta vísperas, 53para que sienta cuántos males le ha reportado su culpa, y qué bienes ha perdido por negligencia.

54Si algún hermano, públicamente o a escondidas, le habla o se junta con él, incurrirá de inmediato en la pena común de excomunión con él; 55y sea reo él también de todas (las consecuencias), y su prepósito lo separará dándole otro trabajo manual; 56sea separado y aislado tanto de aquel reo como de todos, y después nadie podrá dirigirle la palabra por ningún motivo. 57Por tanto, no recibirán el perdón del superior si no han cumplido, el uno y el otro, la misma penitencia satisfactoria; 58uno por haber sido desobediente en (su) vicio y pecado; 59el otro por haber concedido al artesano del mal el salario del consuelo.

60El hermano que hubiere cometido una falta leve, y después de una primera, segunda y tercera amonestación de un vicio cualquiera no se enmendare, sea excomulgado de la mesa, no del oratorio. 61La cual excomunión permanecerá vigente hasta que el culpable haya prometido con una humilde satisfacción, con la cabeza inclinada hasta las rodillas, corregirse en adelante.

62El hermano que cometiere una falta grave, será excomulgado de ambos, esto es, del oratorio y de la mesa. 63Y no recibirá el perdón del superior sin antes haber dado satisfacción, postrado en la entrada del oratorio, con voz llorosa, en los intervalos entre los salmos de las horas, prometiendo ante Dios y (ante) todos que se corregirá. 64Sin embargo, por causa del peso excesivo de la culpa, el abad podrá concederle el perdón más rápido, 65como lo expondrá, al dictado del Señor, la página siguiente[4].

66En cuanto al a aquel hermano que fuere excomulgado de la mesa, no del oratorio, no recitará antífona, versículo o lección, 67hasta que haya dado satisfacción por aquella falta, inclinado hasta las rodillas ante el abad o los prepósitos, con promesa de enmendarse.

68Pero si los hermanos excomulgados se muestran soberbios, perseverando en la soberbia del corazón, no queriendo dar satisfacción al abad, después de tres días, a la hora de nona, 69se los pondrá bajo custodia y se los azotará con la vara hasta sangrar[5], 70y si al abad le place, sean expulsados del monasterio, 71porque nuestra vida desconoce los lazos de la carne y la sociedad de los hermanos de aquellos que, en su alma soberbia, los posee la muerte[6]. 72Por tanto, es justo que esos sean castigados a golpes (y) expulsados, porque no merecen estar con Cristo (cf. Flp 1,23), el humilde Señor; 73sino que estén separados de las promesas perpetuas de Dios, con su autor el diablo, que fue arrojado del reino de los cielos por causa de su soberbia (cf. Ap 12,7-10).

74Prosigamos, por tanto, la cuestión de las excomuniones y de la satisfacción, que comenzamos más arriba. 75Creemos, por ende, que Dios y el abad aceptarán este modo de penitencia y satisfacción.

 



[1] Vissio Pauli 16.

[2] Sal 80 [81],16.

[3] Cf. Vissio Pauli 16.

[4] Cf. RM 14,1-19 y 23-73.

[5] Lit.: usque ad necem caedantur virgis (se les azotará hasta morir).

[6] Cf. Juliano Pomerio (o: Pomerio Juliano), Sobre la vida contemplativa I,14; PL 59,427 C).