Inicio » Content » SANTA GERTRUDIS, ENTRE LA TRADICIÓN DE LA FILOCALIA Y EL MENSAJE DE SANTA FAUSTINA KOWALSKA (IX)

Corazón de Santa Gertrudis con el Niño Jesús (detalle), anónimo novohispano, siglo XVIII,

óleo sobre lienzo. Museo de Arte. Ex-Convento de Santa Mónica, México.

 

Bernard Sawicki, OSB[1]

2. Afinidades entre la Filocalia y El Mensajero de la Ternura Divina

Después de la presentación de conceptos de base (conceptos clave)[2]: el corazón, el amor, la misericordia, que se componen en un hilo que vincula las tres tradiciones espirituales –la presentada en la Filocalia, la descripta en El Mensajero de la Ternura Divina de santa Gertrudis y la del Diario de santa Faustina- volvamos la atención a temas que evidentemente tienen en común estas tradiciones. Este análisis parte del estrato lingüístico de estas obras; por lo tanto, como hemos podido ver hasta ahora, se mueve entre imágenes y metáforas. Pero notemos no se pueden evitar los aspectos teológicos, si bien estos aparecen en nuevas configuraciones.

En los apartados precedentes se han presentado las diversas características de los conceptos base (conceptos clave), pero también algunas alusiones a los motivos similares. Esta parte se concentra en dos temas muy presentes tanto en la Filocalia como en El Mensajero: el «ardor» y la «dulzura». Otra vez, se trata aquí de imágenes metafóricas, pero –como veremos- con un gran significado teológico. De este modo, la lectura comparativa de nuestros textos podrá servir para refrescar algunos temas teológicos.

 

2.1. Ardor

El tema del ardor aparece en varias formas y en varios contextos que recorren las narraciones tanto de la Filocalia como de El Mensajero de la Ternura Divina. En la primera obra, sobre todo, vemos el ardor como efecto resultante del encuentro con Dios. Se presenta, además, el modo de alcanzar este estado. Finalmente, el ardor puede ser también un medio para alcanzar otros objetivos espirituales.

 

2.1.1. Fuego y luz en la Filocalia

Como figura bíblica, los autores de la Filocalia hacen referencia al encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús. Diadoco de Fótice escribe sobre el ardor constante del corazón que lleva a adherir a Dios «con un deseo irresistible», «por el fuego de la caridad»[3]. El mismo autor observa además que: «Si luego el hombre comienza a progresar observando los preceptos, e invoca incesantemente al Señor Jesús, entonces el fuego de la santa gracia se distribuye también a los sentidos exteriores del corazón, a fin de consumir enteramente la maleza de la tierra humana»[4]. Pero «también aquellos que se hallan al comienzo de la operación espiritual son calentados parcialmente en el corazón por la gracia»[5]. El corazón se calienta gracias a la fidelidad, la meditación y la oración[6]. En el ardor, el calor viene frecuentemente acompañado por la luz. Como escribe Antonio el Grande, «el intelecto amante de Dios es la luz del alma. El que posea un intelecto amante de Dios tiene el corazón iluminado y con su intelecto ve a Dios» [7].  Un poema del monje Teófano presenta el pasaje del calor a la iluminación del corazón:

«Primero viene la oración purísima,

de la cual procede un cierto calor del corazón.

Después de esta, una energía extraordinaria y santa.

Luego, las lágrimas divinas del corazón.

Por estas, una paz que supera todo pensamiento,

de la cual surge la purificación del intelecto

y la contemplación de los misterios de lo alto.

Luego, un extraordinario, indecible esplendor,

del cual surge una inefable iluminación del corazón»[8].

En este fragmento, tomado de un texto mayor, se ve bien cómo funcionan las metáforas en la descripción de la realidad espiritual. Entre los «protagonistas» se encuentran el corazón y la oración. En Gregorio del Sinaí encontramos también un «orden» similar al atribuir a la oración las características del fuego y de la luz: «Para los principiantes, la oración es como un fuego de alegría que sube del corazón; para los perfectos, como una luz operante y perfumada»[9]. El vínculo dinámico entre calor y luz es claro y significativo. La luz que brilla en el corazón tiene diversas intensidades y tiene capacidades transformativas. Según Macario el Egipcio:

«A veces la luz misma que resplandece incesantemente en el corazón abre a una luz todavía más interior y más profunda, tanto que todo el hombre, absorbido en la dulzura de esa contemplación, no está más en sí mismo, sino que es como un tonto y un bárbaro a los ojos del mundo por la excesiva caridad que se expande en el alma y el placer y la profundidad de los misterios que se ha hecho digno de comunicar»[10].

Como causa del ardor del corazón, indirectamente se puede asumir la obra del Espíritu Santo que «agita» el corazón. El asceta Marcos habla del Espíritu Santo «operante en el corazón»[11]. Metafóricamente hablando, de esta acción y de sus consecuencias, no están lejos la imagen y el calor del fuego[12]. Más directo en la explicación del ardor del corazón es Diadoco de Fótice, según el cual, entre todos los dones de Dios «ninguno enciende ni mueve nuestro corazón al amor de su bondad como la teología»[13].

Continuará

 


[1] Monje de la Abadía Benedictina de Tyniec (Cracovia) en Polonia, licenciado en teoría de la música y piano; doctor en teología. Entre los años 2005-2003 fue abad de Tyniec. De 2014 a 2018 fue coordinador del Instituto Monástico de la Facultad de Teología del Pontificio Ateneo San Anselmo en Roma.

[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: «SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019», Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa

[3] Filocalia I,256, Diadoco de Fótice, Definiciones, 14; en castellano: Filocalia I,353.

[4] Filocalia I,285, Diadoco de Fótice, Definiciones, 85; en castellano: Filocalia I,383-384.

[5] Filocalia I,287, Diadoco de Fótice, Definiciones, 88; en castellano: Filocalia I,385.

[6] «Decir: “Mi corazón se ha calentado dentro de mí y en mi meditación se encenderá un fuego”, es propio del que no se cansa de buscar a Dios con la oración y que no desea ver ni siguiera un día del hombre» (Filocalia III,59 El Presbítero Elías y Écdico, Capítulos Gnósticos 94, ital. II/442 (la traducción del italiano es mía, N. de T.).

[7] Filocalia I,349, Antonio el Grande, 128; en castellano: Filocalia I,78.

[8] Filocalia III,67, el Monje Teófano, La escala de las gracias divinas, ita. II/ 449; la traducción del italiano es mía, N. de T.).

[9] Filocalia IV,237 Gregorio del Sinaí, Capítulos utilísimos, 113 (la traducción del italiano es mía, N. de T.).

[10] Filocalia III,326 Macario el Egipcio, Paráfrasis de Simeón Metaphratos, 92 (la traducción del italiano es mía, N. de T.).

[11] «Antes debemos tener en el corazón la gracia operante del Espíritu Santo, y así, en proporción a ésta, entrar en el Reino de los Cielos» (Filocalia I,138, El Asceta Marcos, A aquellos que creen estar justificados, 149; en castellano: Filocalia I,203).

[12] «Santuario veraz, aún antes de la vida futura, es el corazón liberado de pensamientos, movido por el Espíritu: en él, en efecto, todo se cumple y se dice espiritualmente» (Filocalia IV,213 Gregorio del Sinaí, Capítulos utilísimos, 7; la traducción del italiano es mía, N. de T.).

[13] Filocalia I,275, Diadoco di Fótice, Definiciones, 67; en castellano: Filocalia I,373.