Inicio » Content » JUAN CASIANO: “CONFERENCIAS” (Conferencia II, capítulos 18-22)

Capítulo 18. Pregunta: sobre la medida de la continencia y la refección

Esta pregunta nos conduce a un tema específicamente tratado por varios autores de los primeros siglos: la egkrateia (= enktrateia), que Casiano traduce por “continentiae modus”. Es decir, la moderación, la temperancia.

En el prefacio de las Instituciones[1], Casiano se reconoce deudor, por así decirlo, de san Basilio, quien trató este tema con mucha prolijidad en sus Cuestiones, traducidas al latín por Rufino de Aquileya, a fines del siglo IV. Obra también conocida bajo el título de Regla de san Basilio. Pienso que será de gran ayuda leer, antes del texto de las Conferencias, la Cuestión octava[2], que cito a continuación:

«Pregunta: Quien se ha entregado a una vida piadosa y religiosa, ¿debe observar también la templanza[3]?

Respuesta: 1Es manifiesto que la templanza es necesaria para todos, en primer lugar porque Pablo menciona también la templanza entre los frutos del Espíritu Santo[4], 2indica asimismo que gracias a ella se puede conservar incontaminado el ministerio[5] cuando dice: En trabajos, en vigilias, en ayunos, en santidad (2 Co 6,4-6), 3y de nuevo, en otro lugar: En trabajo y fatiga, en muchas vigilias, en hambre y sed, en frecuentes ayunos (2 Co 11,27), y de nuevo: Todo el que lucha en una contienda se abstiene de todo (1 Co 9,25), 4y otra vez: Castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre (1 Co 9,27); y es evidente que esto no puede cumplirse sino por la templanza[6]. 5Únicamente la templanza puede reprimir y restringir como por un freno la pasión de la juventud y el ardor de la edad, ya que las delicias no son convenientes para el necio, según Salomón (Pr 19,10). 6Y el Apóstol dice: No se preocupen de la carne para satisfacer sus concupiscencias (Rm 13,14), y otra vez: La que vive entregada a las delicias, aunque viva está muerta (1 Tm 5,6). 7Este ejemplo de la que vive entre riquezas y deleites nos muestra que la templanza es necesaria, no sea que oigamos, también nosotros, lo que oyó aquel rico: Has recibido bienes en tu vida (Lc 16,25)[7].

8El Apóstol nos enseña también cuán peligrosa es la falta de templanza, cuando esa falta la atribuye con propiedad a los que se apartan del Señor; 9pues dice: En los últimos días sobrevendrán tiempos peligrosos porque los hombres se amarán a sí mismos (2 Tm 3,1-2), y cuando enumera muchos géneros de malicia, al final agrega: malhechores, disolutos, despiadados (2 Tm 3,3). 10También la falta de templanza fue como un estímulo de sus pecados para Esaú quien, por un alimento, vendió su primogenitura; asimismo aquella primera prevaricación en que cayó el hombre, no tuvo otro motivo que la falta de templanza[8].

11Toda la vida de los santos y la manifestación del mismo Señor encarnado[9], ¿qué otra cosa nos proponen sino ejemplos de templanza? 12De Moisés que permaneció sin desfallecer en un continuo ayuno de cuarenta días, se dice que mereció ofrecer al género humano, de parte de Dios, el auxilio de la Ley[10]. 13Asimismo de Elías se dice que se hizo digno de la visión de Dios, cuando también a él se le prescribe abstenerse de alimentos por el mismo espacio de tiempo[11]. 14El mérito de Daniel y los tres jóvenes ante Dios, por el cual triunfaron sobre todos sus enemigos y sobre el mismo tirano, no proviene sino de la templanza[12]. 15Toda la vida de Juan fue templanza. Partiendo de ella fue como el Señor inició también su manifestación[13].

16La llamamos templanza del ayuno[14], no porque sea una abstinencia absoluta de alimento, lo cual equivale a destruir violentamente la vida, 17sino porque se conforma no con lo superfluo[15], sino con lo necesario para la vida, rehuyendo lo que es agradable y dando al cuerpo solamente lo necesario. 18Y para decirlo brevemente: la virtud de la templanza consiste en abstenerse de todo lo que la pasión de la concupiscencia requiere. 19Por tanto, la virtud de la templanza se reconoce no sólo en el modo de tomar los alimentos, sino también en la abstención de todas las cosas que dan placer, pero dañan nuestra alma.

20El auténtico temperante no desea la vanagloria; se abstiene de los vicios de la ira, de la tristeza y de todas las cosas que suelen tener ocupadas a las almas incultas y descuidadas. 21Encontramos que casi todos los mandatos de Dios están relacionados entre sí, y que separados unos de otros es imposible observarlos[16]. 22Esto es particularmente evidente en el caso de la templanza; ya que será juzgado humilde quien contiene y frena la soberbia, 23y el que renuncia a todos sus bienes según el Evangelio, vende todo lo suyo y lo reparte a los pobres[17], este sin duda alguna contiene el deseo del dinero; 24es manso el que contiene la ira y domina el furor. 25¿Qué otra (virtud) sino la templanza contiene y modera las miradas de los ojos que vagan de aquí para allá, lo que oye el oído y la intemperancia de la lengua?

26La templanza reprime también la risa inmoderada, pues es signo de intemperancia reír con gestos groseros y desordenados cuando en realidad se debe indicar la alegría de la mente solamente con una sonrisa. 27Es indecoroso reír estrepitosamente[18], y eso suele sucederles por la intemperancia de la mente aun a los que no lo quieren. 28Estas cosas suelen también enervar y debilitar la gravedad y la constancia del ánimo, por eso dice Salomón: La risa es locura (Qo 2,2 LXX), 29y: Como el chisporrotear del fuego bajo la olla, tal es la risa de los necios, y de nuevo: el necio en la risa levanta la voz; el sabio sonríe calladamente (Qo 7,6; Si 21,23 [20])[19]. 30El Señor muestra en sí mismo que era necesario que estuviera sometido a algunas pasiones de la carne, a aquellos (afectos) que son un indicio de virtud, como el cansancio, el llanto y la tristeza; 31pero nunca ha hecho uso de la risa; ateniéndonos al menos a lo que narra el Evangelio, más bien sabemos que lloró respecto de aquellos que ríen, (cuando) dice: ¡Ay de ustedes que ahora ríen, porque llorarán! (Lc 6,25).

32Pero no debe llamarnos a engaño la semejanza en el sonido de la palabra risa; es costumbre en la Escritura algunas veces llamar risa a la alegría del alma y al sentimiento de gozo, 33como allí donde dice Sara: Dios me ha hecho reír (Gn 21,6), y también: Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán (Lc 6,21). 34Y asimismo se dice en Job: La boca de los sinceros se llenará de risa (Jb 8,21); en todos estos casos la palabra está para indicar el gozo del alma. 35Por tanto, al que está libre de toda pasión, y no hace nada llevado por los estímulos del placer[20], sino que se esfuerza con templanza y sobriedad por evitar todo lo que pueda causar daño, 36a éste lo consideramos perfectamente temperante; quien (es) así sin duda está libre de todo género de pecado. 37Porque el placer es el anzuelo de todos los males, y por él todos somos conducidos con engaño al pecado. El que se desprende y se aparta de él, aleja de sí el pésimo germen de todo pecado».

 

18. Germán: “¿Cuál es, entonces, la medida de la continencia, cuya posesión nos permita superar ilesos, con igual moderación, uno y otro de los excesos?”.

 

Capítulo 19. Sobre el óptimo [régimen] alimenticio cotidiano

Este capítulo se limita a señalar que la dieta alimenticia entre los monjes egipcios de Escete consistía, básicamente, en el consumo de unos pocos panes; y que la cantidad estaba establecida de antemano.

 

19. Moisés: “Sabemos sobre este tema que, entre nuestros mayores, fue tratado frecuentemente. Discutiendo, en efecto, sobre las formas de continencia de diversas personas, [había] quienes exigían para toda la vida solo legumbres o vegetales o frutas, decidieron entonces proponer a todos aquellos como refección solo el pan, en una medida muy equilibrada de dos panes secos[21], o pequeños pancitos, cuyo peso ciertamente es casi de una libra[22]”.

 

Capítulo 20. Objeción sobre la facilidad de la continencia con dos paxamas (panes secos)

Nosotros acogimos con alegría esta propuesta, respondiendo que no la considerábamos una medida de continencia, porque nunca podríamos comer todo eso.

 

Capítulo 21. Respuesta: sobre la virtud y la medida de una experta continencia

No es el ideal llevar el ayuno hasta el máximo posible. Los ancianos monjes lo saben y aunque les hubiera gustado exigirse más, sin embargo, saben que una medida conveniente es más beneficiosa que los excesos.

 

21.1. Moisés: “Si quieren experimentar la fuerza de esta ley, aténganse siempre a esa medida, sin agregar algún alimento cocido ni el domingo ni el sábado ni tampoco cuando los hermanos vengan a visitarlos. Puesto que, saciada la carne con esta sola refección, o con alimentos añadidos a los establecidos, será incapaz no solo de sustentarse con una cantidad menor durante los otros días, sino incluso de diferir una sola comida sin esfuerzo.

21.2. Quien siempre está satisfecho con la cantidad cuya medida se ha mencionado antes, jamás será suficientemente fuerte para hacer esto o para diferir al día siguiente la refección de pan.

21.2a. Por eso recuerdo que nuestros ancianos, lo que nosotros retenemos haber soportado a menudo, han sostenido con tanto trabajo y dificultad esta moderación, y con tanta fuerza y ayuno han custodiado esta medida, al extremo de imponer, de alguna forma, no sin lágrimas y tristeza, este fin a la propia refección.

 

Capítulo 22. Cuál sea la regla general de la continencia y la refección

La regla de la moderación

22.1. Sin embargo, esta es la regla general de la continencia: que cada uno se conceda, según la capacidad de sus propias fuerzas, del cuerpo, de la edad, aquella cantidad de alimento que requiere el sustentamiento del cuerpo[23], no el deseo de la saciedad. Pues soportará un gran detrimento de una y otra parte quien, siendo desmesurado, obligue al vientre a la aridez de los ayunos, o lo distienda con el exceso de los alimentos.

22.2. Como, en efecto, la mente, lánguida por la falta de alimento, pierde vigor en la oración, impelida al sueño por el gran peso de la laxitud de la carne; así, por el contrario, cuando está oprimida por una voracidad excesiva no puede dirigir a Dios oraciones puras y apacibles. Pero ni siquiera será capaz de conservar con constancia la incorrupta pureza [del corazón], menos todavía en aquellos días en los que la continencia parece castigar la carne con mayor acritud, cuando los alimentos pretéritos suministran materia para el fuego de la concupiscencia carnal.

 


[1] § 5; CSEL 17, p. 5.

[2] Regula Basilii; ed. Klaus Zelzer, CSEL 86, Wien, Hölder-Pichler-Tempsky, 1986, pp. 41-46. Cf. Grandes Reglas, 16; PG 31,957 A-961 A. Ver también la Cuestión 9 (sobre la medida de la templanza; CSEL 86, pp. 46-49).

[3] Cf. Ga 5,23 (templanza). Aquí el latín lee continentia; mientras que egkrateia (leer enkráteia) es el vocablo utilizado en el texto griego de las Grandes Reglas, 16 (PG 31,957 A).

[4] Cf. Ga 5,22-23.

[5] Cf. 2 Co 6,3.

[6] Basilio utiliza algunos de estos textos bíblicos (los citados en los vv. 2-4) en su predicación; ver Sobre el ayuno ieiun. I,9 (PG 31,177 C) y II,2 (PG 31,188 C).

[7] Cf. Sobre el ayuno I,9 (PG 31,177 AB): “Pon atención, no sea que dejando ahora el agua (bebida penitencial, en vez del vino), no te suceda después que bramas por una gota, como el rico”.

[8] Cf. Hb 12,16; Gn 25,33; 3,6. Ver Sobre el ayuno I,3: “Si Eva hubiese ayunado... ahora no tendríamos necesidad de este ayuno (penitencial)” (PG 31,168 A); cf. asimismo I,6; PG 31,172 A: sobre Esaú.

[9] Alude, sin duda, al gran ayuno de Cristo (ver Mt 4,2) antes de las tentaciones en el desierto.

[10] Cf. Ex 34,28; Dt 9,9; Is 8,20 (LXX): “auxilio de la ley”.

[11] Cf. 1 R 19,8.

[12] Cf. Dn 1,6 ss. 10,3.

[13] Cf. Mt 3,4; 4,2. En Sobre el ayuno I,9, se lee: “La vida de Juan fue un ayuno continuo” (PG 31,177 C).

[14] “Templanza del ayuno”: el texto latino dice “continentiam”, pero en este caso traducimos siguiendo al siríaco, que usa con mucho acierto la expresión que adoptamos.

[15] Cf. RB 36,4 (SCh 182, p. 571); 55,11 (SCh 182, p. 620); 61,2. 6 (SCh 182, pp. 636-638).

[16] En el caso de la enkráteia estamos ante una de las virtudes cardinales, de las que los estoicos sostenían que no pueden separarse una de otra; ver, en campo cristiano, Jerónimo, Epístola 66,3; ed. J. Labourt, Paris, Budé, 1953, vol. 3, pp. 168-169.

[17] Cf. Mt 19,21.

[18] Para los vv. 25-27, cf. RB 7,56-61 (SCh 181, pp. 486-488); y RB 4,53-54 (SCh 181, p. 460).

[19] RB 7,59, que también cita Si 21,23, pero solamente la primera parte: “stultus in risu exaltat vocem suam” (SCh 181, p. 486).

[20] “Placer”: es la traducción del latín libido (de libere, gustar). Los estoicos definen la enkrateia (la templanza) como el hábito de no dejarse vencer por el placer.

[21] El texto latino dice: paxamatiis. Los paxamatia, del griego paxamas, eran panes secos o biscochos. Cf. Inst. 4,14: “dos panecillos” (duo paxamatia; CSEL 17, p. 56). Cf. Apotegma de la colección alfabética griega, Isaac el Tebano 2; PG 65,241 A; HL 22,6; ed. cit., p. 122.

[22] Alrededor de 330 gramos (cf. Conversazioni, pp. 240-241, nota 36).

[23] Lit.: carne (sustentatio carnis).