Inicio » Content » LA IGLESIA, EL CLAUSTRO Y EL PARAÍSO, IMÁGENES Y TEMÁTICAS ECLESIOLÓGICAS EN LOS ESCRITOS DE HELFTA (VI)

S. Walburga, S. Hildegarda y S. Gertrudis, Ventana coloreada de la capilla del Monasterio Mount St. Scholastica,

de las Hermanas Benedictinas de Atchison, Kansas, EEUU.

Antonio Montanari[1]

4. «Hortus Ecclesiae»: El huerto de la Iglesia (Cont.)

Onorio, en su Speculum ecclesiae (El Espejo de la Iglesia, 1120)[2], ha utilizado con cierta frecuencia la imagen del hortus deliciarum (jardín de delicias) para describir el paraíso que Cristo ha sido reabierto. Y lo ha descripto como un jardín de goces santos donde la Iglesia, Esposa de Cristo, puede gustar todos los tesoros de la divina sabiduría y del conocimiento. Bernardo luego, en su discurso Ad clericos, de conversione (A los clérigos sobre la conversión, 1140), siguiendo esta tradición ya consolidada, presenta la Iglesia como el paraíso al cual se vuelve gracias al bautismo. Pero, bajo su mirada -como ya lo hemos notado- esta Iglesia encuentra expresión en el espacio circunscripto del claustro, un lugar de paz en el que también el pecador puede hallar reposo. Y es significativo para lo que nos ocupa, que en este sermón el abad de Clairvaux describa el hortus deliciarum fundiendo las imágenes evanescentes y perfumadas del Cantar de los Cantares con las del Génesis sobre el Edén, para precisar, luego, sin embargo, que se trata de una realidad mística que puede experimentarse ya en esta vida[3].

Todo está, por tanto, predispuesto para el pasaje que realiza Gertrudis, quien, si bien siguiendo en continuidad con la tradición que la precede, introduce una evidente novedad. En efecto, en el texto del Legatus del cual nos ocupamos, el paisaje ideal, adornado «de rosas, lirios y violetas y toda clase de flores delicadas»[4] no es más que el del claustro, como también el de la santa humanidad de Cristo. Es el cuerpo mismo del Señor el que, gracias a este imaginario, asume los rasgos de una intimidad nueva, en la cual se le concede a la monja gustar, como fragancia que emana de Él, «los pensamientos de su Corazón santísimo»[5]. No sorprende entonces que a la metáfora del jardín se le una pronto la del tálamo nupcial, a cuyo disfrute Gertrudis es admitida «sicut sponsa delectans» (como goza la esposa)[6]. Como esposa, en efecto, el alma sedienta de Gertrudis, después de haber recibido los besos destinados a Lía, acoge los abrazos reservados a Raquel[7]. Como es sabido, las dos esposas de Jacob aquí evocadas habían llegado a ser, gracias a la interpretación de Agustín, aún antes que figuras tradicionales de la acción y de la contemplación, dos imágenes de la Iglesia[8].

Finalmente, es interesante notar que, solo pocas líneas después de la descripción de este jardín místico, los privilegios que se habían concedido a Gertrudis tienen por fin suscitar en ella el deseo de reparar las negligencias pasadas: tanto con relación a la oración de alabanza como de acción de gracias, y esto «non solum pro se sed etiam pro tota Ecclesia» (no solo para provecho propio, sino en beneficio de toda la Iglesia)[9].

 

5. «Sponsus dilexit nos ex se toto»: El Esposo nos ha amado con todo su ser

Con estas características que ya conocemos, también en los ejercicios Gertrudis describe la nupcialidad que une a Cristo con la Iglesia, en la cual la monja es introducida[10]

Tal es nuestro Dios, el que nos ha amado con un amor invencible, una caridad inestimable, una dilección que no sufre separación; el que para ello ha tomado de nuestra tierra la sustancia de su cuerpo, para ser Él el Esposo y así tener una esposa para sí; el que nos ha querido con todo su ser (dilexit nos ex se toto); a quien amarle es convertirse en su esposa (quem amare est illi nupsisse)[11].

De estas pocas líneas se puede extraer el significado de la nupcialidad que Gertrudis experimenta, que, de nuevo, tiene un trasfondo de larga tradición cristiana. En efecto, hunde sus raíces en el versículo bíblico de 2 Co 11,2, donde la metáfora del compromiso nupcial garantiza el contexto eclesial en el cual se inscriben también los desarrollos monásticos del tema[12]. Si, de hecho, es posible atribuir a cada monja el título de esposa, es siempre dentro del vínculo de una plena realidad eclesial y nunca de modo intimista y aislado. Gertrudis parece convencida de esto, ya que en el Ejercicio III evoca expresamente el texto paulino:

El alma fiel a Cristo se consagra enteramente, se ofrece y se compromete con el único esposo, para presentar a Cristo una virgen casta (2 Co 11,2). Al guardar la virginidad o la castidad, se unirá fielmente a este celeste Esposo que es el suyo, con un corazón puro, con un cuerpo casto y un amor «unitivo», que jamás sea profanado por el amor a un objeto creado[13].

Continuará

 


[1] Antonio Montanari es docente de Historia de la Espiritualidad y de Historia de la Hermenéutica Bíblica en la Facultad Teológica de la Italia Septentrional (Milán) y de Historia de la Espiritualidad Antigua, en el Centro de Estudios de Espiritualidad de la misma Facultad del cual es también Director. Ha escrito estudios sobre temas de espiritualidad y de exégesis patrística y medieval.

[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: «SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019», Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa

[3] San Bernardo di Clairvaux, Ad clericos de conversione 12,24-25; cfr. en castellano: Gregorio Diez Ramos, O.S.B. (ed.), Obras Completas de San Bernardo, tomo II, B.A.C., Madrid 1955, 727-728.

[4] Cfr. Legatus divinae pietatis 5,30,2; MTD II 408.

[5] Ibidem.

[6] Cfr. Legatus divinae pietatis 5,30,4; MTD II 408. 

[7] Ibidem.

[8] Ha sido Gregorio Magno quien por primera vez contrapone Marta a María, para hacer de ellas dos figuras de la acción y de la contemplación. Agustín en cambio, en el Contra Faustum Maniqueum (Contra el Maniqueo Fausto, 397-398), escribía: «Considero que las dos mujeres libres de Jacob se entienden referidas a […] dos tipos de vida dentro del cuerpo de Cristo: una temporal, en la que nos fatigamos y otra eterna, en la que contemplaremos y gozaremos de Dios. La primera la manifestó el Señor con su pasión, la segunda con su resurrección […] ¿Quién amará la fatiga de la acción y el sufrimiento en las obras de la justicia? ¿Quién deseará dicha vida por sí misma? Tampoco Jacob amó a Lía, aunque cuando se la presentaron en la noche, en sustitución de otra, le otorgó sus abrazos con vistas a la generación y experimentó su fecundidad. Dado que por sí misma no se la podía amar, el Señor primero hizo que transigiera con ella para conseguir a Raquel y luego la recomendó para lograr hijos. De esta manera, todo siervo de Dios útil […], observados éstos mandamientos en la medida de las propias posibilidades, en lugar de unirse con la apetecida, esperada y hermosísima fruición de la doctrina, lo ha hecho con la fatiga que ha tenido que soportar en las varias pruebas, cual noches de este mundo; igual que, de forma inesperada, [Jacob] se unió a Lía en vez de a Raquel, [aquel] aguanta también a ésta para conseguir aquélla, si persevera en el amor» (San Agustín de Hipona, Contra Faustum Maniqueum 22,52 (N. de T.: versión en castellano tomada de: Pío de Luis, O.S.A., en línea: https://www.augustinus.it/spagnolo/contro_fausto/libro_22_testo.htm, consulta del 25.04.2020). Cfr. A. M. La Bonnardière, «Marthe et Marie, figures de l’Eglise d’après Saint Augustin», La Vie spirituelle 86 (1952) 404-427.

[9] Legatus divinae pietatis 5,30,5; MTD II 409.

[10] Con respecto al tema esponsal, impactan algunas expresiones especialmente afectuosas con las cuales Gertrudis se dirige a Jesús, como por ejemplo el vocativo: «Jesu mi dulcissime, sponse praedilecte» (Oh mi dulcísimo Jesús, esposo predilecto). Pero no se puede ignorar que, en otras ocasiones, se dirige a Él llamándolo: hermano, amigo, compañero, padre, y hasta: madre. 

[11] Exercitia 3; versión en castellano tomada de: Gertrudis de Helfta, Los Ejercicios, Monte Carmelo, Burgos 2003 (en adelante LE seguido de página), aquí LE 32.

[12] Exhortando a la comunidad de Corinto, Pablo escribe: «Celoso estoy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo, para presentaros cual casta virgen a Cristo» (2 Co 11,2). De este modo, el apóstol se presenta a sí mismo como paraninfo, cuya preocupación es de vigilar sobre la fidelidad de la novia, para entregarla pura y casta al esposo, el día de las bodas. Lejos de ser una metáfora, la novia es la Iglesia de Corinto, habiendo llegado a ser tal cuando ha acogido el Evangelio predicado por Pablo, quien se siente ahora frente a ellos como su garante y custodio vigilante. El acto final se consumará al retorno glorioso del Señor, cuando el apóstol deba presentarle a la Iglesia fiel, para que sea unida a Él para siempre.

 (cfr. G. Barbaglio, Le lettere di Paolo, vol. 1, Borla, Roma 1990, 715-716).

[13] Exercitia 3; LE 30-31.