Inicio » Content » “FULGIDA SEMPERQUE TRANQUILA TRINITAS”, INTUICIONES MÍSTICO-TEOLÓGICAS SOBRE LA TRINIDAD EN SANTA GERTRUDIS (VI)

 Óleo sobre lienzo, siglo XVII. Anónimo. Palacio Episcopal-Museo diocesano de Palencia, Delegación de Patrimonio Artístico.

Francisco Asti[1]

5. Fúlgida y siempre tranquila Trinidad

El objeto místico que capta la atención de Gertrudis[2] es la Santísima Trinidad[3]. La contemplación de la presencia de Dios acontece a través de la mediación de la humanidad de Jesucristo, experimentada en los días de su pasión. La monja tiene una experiencia trinitaria que describe a partir del versículo de San Juan: “Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23)[4]. La inhabitación trinitaria se manifiesta a través de la utilización de una expresión típica de la espiritualidad de Helfta: semper tranquilla Trinitas. Esta indicación lingüística se desarrolla en Gertrudis especialmente en dos momentos litúrgicos diversos, en los cuales la monja expresa el significado que da al adjetivo “tranquilo”, acompañado del adverbio temporal “siempre” y de otra calificación como “fúlgida”. La composición de la expresión remite a una experiencia de luz y de felicidad que la santa vivía en contacto con lo divino.

En el capítulo VII escucha las palabras de la Virgen María, a la que llama “Mediadora del único Mediador”, quien la confirma acerca del valor de su sufrimiento actual. Al don de la locución sigue una visión en la cual [Gertrudis] se siente derretir dulcemente como cera ante el fuego. En aquel instante la santa firma que su alma “estaba ante el pecho del Señor pronta a recibir un sello”, y que “en un instante [le] era aplicado, entrando en parte dentro del sagrario en el cual habita corporalmente la plenitud de la divinidad, para recibir la impronta de la fulgida y siempre tranquila Trinidad”[5]. Observemos que la experiencia mística se muestra con dos dones importantes, una locución y una visión, cuyo objeto es la mismísima Trinidad, contemplada a través de una semejanza clásica, la de la cera. Tiene clara conciencia de que, para avanzar en la narración, tiene necesidad de símbolos y de construir alegorías, para ayudar al lector a entrar en una especial experiencia personal.

La mediación es siempre la de Jesucristo, que la hace entrar en el sagrario más íntimo de su persona humano-divina, es decir su corazón[6]. Gertrudis afirma que este ingreso en la intimidad del Señor no es completo: no ha entrado en la llaga de Jesús totalmente, porque hay algo que todavía la frena. Esto es debido al hecho de que su experiencia está anclada al tiempo y al espacio. Esta visión es un barrunto de la que un día vivirá en la eternidad. Está a la puerta del sagrario y no dentro, para contemplar la esencia trinitaria. Retoma un versículo de san Pablo a los Colosenses, donde se afirma que “en Jesucristo habita corporalmente toda a plenitud de la divinidad” (Col 2,9). Gertrudis hace experiencia de esta realidad descrita por el Apóstol de las Gentes.

Contempla con los ojos de la mente el misterio de la unión de la naturaleza humana con la divina en Jesucristo, por la cual entra en la intimidad de las tres Personas divinas, recibiendo el carácter de su presencia luminosa y tranquila. El uso del término “carácter” introduce al lector a considerar el valor sacramental de lo que estaba viviendo. Había recibido la santa comunión, cuando advirtió la presencia de Dios en su espíritu. Hay una indicación litúrgico-sacramental que recuerda, no solo el bautismo, sino la experiencia eucarística, en la cual, la presencia del Cuerpo de Cristo sella la unión trinitaria. Al comer el Cuerpo de Cristo y beber su Sangre, se establece la unión del creyente con la santísima Trinidad.

Gertrudis sigue la gran tradición de la Iglesia Oriental y Occidental, cuando afirma percibirse a sí misma unida a Dios durante la santa Misa. San Cirilo de Jerusalén, en las Catequesis, afirmaba con fuerza que hay una participación extraordinaria del creyente en la vida de Cristo al comulgar, tanto que nos transforma en verdaderos cristóforos: “Es con suma certeza de fe, por lo tanto, que participamos del cuerpo y la sangre de Cristo […] porque, participando en el cuerpo y la sangre de Cristo, te haces un solo cuerpo y una sola sangre con él. Nos hacemos portadores de Cristo”[7]. Por su parte san Agustín insiste todavía más en el valor imprescindible de la Eucaristía como vínculo de caridad que hace pertenecer al creyente al cuerpo místico de Cristo: “¡Misterio de amor! ¡Símbolo de unidad! ¡Vínculo de caridad! Quien quiere vivir, tiene dónde vivir, tiene de qué vivir, que se acerque, que crea, que entre a formar parte del cuerpo y será vivificado. No desdeñe pertenecer a la compañía de sus miembros, no sea un miembro infecto, que se deba amputar, no sea un miembro deforme que deba ser quemado. Sea bello, útil, sano, manténgase unido al cuerpo, viva de Dios y por Dios; soporte ahora la fatiga en la tierra, para reinar después en el cielo”[8]. Gertrudis recuerda de este modo que la experiencia eucarística es prenda, preludio de la unión fulgida y siempre tranquila con la Trinidad. Precisamente durante la misa se experimenta la luminosidad del encuentro con Dios Trinidad: el alma percibe la tranquilidad de Dios reposando sobre el pecho de Jesucristo. La lectura que Gertrudis hace de la tranquilidad presenta un matiz fuertemente sacramental. El campo en el que utiliza el término es su experiencia mística, para lo cual sigue idealmente lo que san Bernardo había descrito sobre el Cantar de los Cantares.

La otra indicación del capítulo XI confirma el contexto místico-litúrgico en el que la santa utiliza la expresión “fúlgida y siempre tranquila Trinidad”. Escribe que, durante los primeros tres años, Dios le ha dado a gustar su presencia, más allá de sus propios pecados y de los límites humanos. Ha prevenido su miseria, donándosele a sí mismo. No pudiendo recompensar esta gracia, [Gertrudis] se confía totalmente a la Santísima Trinidad: “Me confío a aquella entera, inmensa, inmutable acción de gracias por la cual, oh fulgida y siempre tranquilad Trinidad, de ti, por ti y en ti misma, satisfaces plenamente todo nuestro débito”[9]. A través de Cristo, toda deuda ha sido sanada. El sacrificio de Jesucristo ha satisfecho todo débito, por lo cual la santa se siente plenamente en comunión con Dios. Tiene la percepción de ser un mínimo granito de polvo, ante la presencia de Dios. Agradece especialmente porque Dios mismo ha iluminado su vida haciéndole comprender su necedad, tanta como para llegar a ofuscar la pureza de Sus dones. Para indicar la acción de gracias que la había participar en un conocimiento de Dios más profundo, [Gertrudis] utiliza la expresión latina “evidenti paradigmate insipientiam meam formasti, quali modo puritas donorum tuorum per me depravaretur”[10]. La correlación entre el verbo formar y el “evidente paradigma” radica en el hecho de que la santa advierte que es modelada por la Trinidad misma, teniendo como modelo la pasión del mismo Jesús. Las enseñanzas son las del Señor, que la conduce a una visión nueva de sí misma en la relación con Dios, con los demás y con el mundo. El paradigma está representado por el ejercicio de las virtudes. En esta lucha espiritual no se le ahorran los golpes del enemigo; sino que, por permisión de Dios mismo, éstos tienen por objeto hacer crecer más en el alma el ardor de la unión con Dios. Gertrudis afirma que la Trinidad no permite que el creyente sea probado más allá de sus fuerzas, sino que lo sostiene con su gracia.

Continuará

 


[1] Francisco Asti es sacerdote, Profesor ordinario de Teología y Decano de la Pontificia Facultad de Teología de la Italia Septentrional Santo Tomás, Consultor teólogo de la Congregación para las Causas de los Santos y Párroco del Santísimo Redentor, en Nápoles.

[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: “SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019”, Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa

[3] Cf. H. Minguet, Theologie spirituelle de saint Gertrude: Le livre II du «Hèraut», in Collectanea Cisterciensia 51(1989), 147-177

[4] L. II, III, 92. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, III, 2, 4-6

[5] L. II, VII, 104. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, VII, 1, 10-14.

[6] Cf. J. J. Flores Arcas – B. Sawicki (eds.), La “Divina Pietas” e la “suppletio” di Cristo in S. Gertrude di Helfta: una soteriologia della misericordia, Studia Anselmiana, Roma 2017.

[7] Cirilo de Jerusalén, Le catechesi, Città Nuova, Roma 1993, 456.

[8] San Agustín, Commento al Vangelo di San Giovanni, XXVI, 13, Città Nuova, Roma 1968.

[9] L. II, XI, 113. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, XI, 1, 5-10.

[10] Me mostraste mi necedad como evidente ejemplo de cómo pervertía yo la pureza de tus dones (L. II, XI, 113. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, XI, 1, 11-15).