Inicio » Content » LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SANTA GERTRUDIS. PRINCIPIOS LITÚRGICO-SACRAMENTALES PARA VIVIR EN PLENITUD LA UNIÓN CON LA SANTÍSIMA TRINIDAD (VI)

Santa Gertrudis, yeso policromado, imagen de colección.

Francisco Asti[1]

5. Renovar la profesión religiosa

El ejercicio siguiente es para conmemorar la propia profesión religiosa[2], meditando especialmente sobre los votos y comprometiéndose de nuevo a adherir a Dios con la totalidad de sí misma. Gertrudis indica la vía de la donación total como elemento característico de la profesión, usando expresiones que evocan el holocausto, el ofrecimiento como víctima de suave olor, para experimentar la presencia operante de Dios en la propia vida[3].

La meditación se abre con la invocación a Jesucristo, a quien se describe como padre omnipotente y misericordioso, que, por su misericordia, la ha elegido y querido en la vida religiosa, aun siendo consciente de que la consagrada es mísera. Gertrudis se compara con una ramita árida que ha sido plantada en la vida monástica; pero tal situación interior puede ser transformada sólo por el amor de Jesús, de su madre la Virgen María, y por la intercesión de san Benito. Gertrudis pide así vivir, por gracia, todos los deberes de la vida religiosa, cultivando la santa regla y la vida espiritual[4]. El objetivo resulta evidente: profundizar la gracia de la profesión religiosa, reavivando el espíritu de adhesión a la voluntad de Dios con el ejercicio de los votos de castidad, pobreza y obediencia.

La protección de Dios para cumplir esta intención se expresa en la oración trinitaria por la cual eleva su petición al Dios omnipotente, sabio y bueno. Gertrudis usa su habitual modo de expresarse para indicar la unidad y la relación en el seno de la Trinidad. Las atribuciones clásicas se insertan en un contexto litúrgico que subraya su pronta voluntad para seguir a Dios del modo más perfecto, renunciando a sí misma con todas sus energías físicas y psíquicas[5]. Con la expresión verbal abnegare, Gertrudis busca realizar el ejercicio de la purificación, tanto en la dimensión física como espiritual, para reavivar la profesión religiosa. La abnegación es una renuncia consciente a sí misma para ser totalmente de Dios. Pero esto solo puede tener lugar purificando las intenciones que subyacen a toda acción humana. La total adhesión a Dios comporta una plena consciencia de la propia miseria, y a la vez, la plena voluntad de obrar contra todo lo que no es Dios. Renuncia a todo interés personal y a todo instinto, para empeñarse en una vida de perfección. Para lograr este fin, Gertrudis afirma que seguirá a Jesús de “modo perfectísimo”. No basta la perfección requerida por la Regla, sino que hay otra vía, la de lo más perfecto. La monja expresa así el deseo de vivir la santidad como víctima y como holocausto. El voto de lo más perfecto se realiza haciéndose holocausto y víctima. La materia del sacrificio es su misma vida, totalmente consumida para Dios. Gertrudis no evoca simplemente la tradición antigua del sacrificio del cordero quemado sobre el altar, para intentar unirse a Jesús verdadero Cordero, única y perfecta ofrenda agradable a Dios: Resulta sugestiva su mención de la Carta a los Hebreos, en la cual Jesucristo es, al mismo tiempo, holocausto y ofrenda; a través de su santa humanidad Gertrudis misma experimenta el sacrifico vespertino del Cristo. Unida a la pasión de Cristo es hostia agradable al Padre, en el Espíritu Santo. La perfección de la perfección a la cual aspira la monja consiste, no en un simple ejercicio ascético, sino en acoger el don del amor puro: ser una con el Esposo en el donarse sin reserva y sin medida.

Para realizar el sacrificio perfecto de sí misma, el Espíritu Santo obra en la profundidad de la conciencia humana, iluminando a la monja sobre su real relación con Dios. Para tener un corazón nuevo y un espíritu nuevo es necesario que el Espíritu le enseñe la vía de la perfección, que se obtiene con el ejercicio de la perfecta caridad[6]. Es el amor lo que mueve las potencias del alma a unirse con Dios; es siempre el amor que hace de la monja holocausto y víctima, al donarse plenamente a Dios y a la Iglesia. El reavivar la propia profesión consiste en un examen del amor, el mismo que empuja a la monja a entrar en religión y a vivir los votos en el monasterio. La recitación del Salmo 50 es un ejemplo de su deseo de perfección, que se actúa por la gracia de Dios, reconociéndose necesitada de su amor misericordioso[7].

En las letanías propuestas, la monja vuelve sobre su voluntad de ser una óptima religiosa, pidiendo el apoyo de los santos y santas[8]. Pide el don de la perseverancia, a fin de poder obtener la vida eterna. El de la inteligencia, en cambio, se concede para ser instruida en los deberes religiosos, reconociendo no ser, no saber y no poder[9]. La triple negación indica que su vida depende de Jesucristo. Su existencia, como su inteligencia y su voluntad, se orientan, con la profesión, de modo definitivo, hacia la Santísima Trinidad. El saber y el querer representan las facultades del alma que deben tener por objeto místico a Dios solo.

Al recibir la Santa Regla, Gertrudis se dirige al Padre, para que pueda recibir como premio la vida eterna; al Hijo, para que pueda ser acogida en su dulcísima fraternidad, teniéndolo como compañero y guía de su viaje terreno; al Espíritu Santo, para que pueda gustarlo como maestro, preceptor y dulcísimo amante[10]. La Regla benedictina tiene por fin expresar en plenitud la vida trinitaria de quien vive en el monasterio. El dulce iugum (yugo) no es otro que la explicitación de la propia experiencia de Dios. Quien sigue la Regla encuentra al Dios revelado en Jesucristo; quien sigue la vida monástica se subordina a Dios y a la Iglesia para heredar la vida eterna.

Como conclusión de la acción de gracias con el Magnificat, Gertrudis eleva una alabanza a la Santísima Trinidad, describiendo al Padre como amigo, esposo y providencia; al Hijo como amado, fuerza y guía; y al Espíritu Santo como soplo, acompañante y cooperador[11]. Dios es invocado como la meta hacia la cual se dirige la monja. La experiencia monástica es anticipación de lo que un día se vivirá en el seno del Padre. Con la fuerza de Cristo desea superar todos los obstáculos que se pueden encontrar en la vía de la perfección. Describe así el combate espiritual que cada monje está llamado a vivir cotidianamente, para responder cada vez más a su vocación de consagrado. Bajo la guía de Jesús, podrá llevar con alegría su yugo, que es dulce, y aprender su mansedumbre (Mt 11,28-30). Las operaciones del Espíritu Santo en el corazón del monje se resumen para Gertrudis en la palabra “cooperación”. La Tercera Persona de la Santísima Trinidad coopera con las fuerzas del creyente, para que pueda llegar a la unión con Dios. Gertrudis indica la vía de la colaboración, como principio fundamental para poder vivir también el camino ascético. Delinea una teología de la gracia, que encuentra en la colaboración el núcleo central del encuentro entre Dios y el hombre. Las operaciones del Espíritu pueden realizarse en la medida en que el hombre colabora con su inteligencia y su voluntad. La perfección consiste precisamente en esa sincera interacción entre el obrar divino y el humano.

Continuará

 


[1] Francisco Asti es sacerdote, Profesor ordinario de Teología y Decano de la Pontificia Facultad de Teología de la Italia Septentrional Santo Tomás, Consultor teólogo de la Congregación para las Causas de los Santos y Párroco del Santísimo Redentor, en Nápoles.

[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: “SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019”, Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa

[3] Gertrude D’Helfta, Les exercices, IV, 1-5. LE, 53.

[4] Gertrude D’Helfta, Les exercices, IV, 5-21. LE, 53-54.

[5] Gertrude D’Helfta, Les exercices, IV, 23. LE, 54-55.

[6] Gertrude D’Helfta, Les exercices, IV, 28-36. LE, 59.

[7] Gertrude D’Helfta, Les exercices, IV, 84-89. LE, 59.

[8] Gertrude D’Helfta, Les exercices, IV, 166-207. LE, 60-66.

[9] Gertrude D’Helfta, Les exercices, IV, 180-181. LE, 64.

[10] Gertrude D’Helfta, Les exercices, IV, 258-270. LE, 68-69.

[11] Gertrude D’Helfta, Les exercices, IV, 375-376. LE, 76-78.