«Si Adán murió por causa del pecado, era necesario que Aquel que quita el pecado asumiera la muerte. Está escrito sobre Adán: “El día en comas, morirás”, pero no murió el día en que comió; sino que, como que fianza de su muerte, fue despojado de su gloria, expulsado del paraíso y atormentado por la idea de la muerte. Pero nosotros, lo que comemos, es la vida en Cristo; su cuerpo reemplaza los frutos del árbol, y su altar el jardín de Edén; su sangre inocente nos purifica de la maldición, y nosotros esperamos la vida futura, en la esperanza de la resurrección; ya ahora caminamos en una vida nueva, porque el cuerpo de Cristo y su altar son para nosotros el anticipo» (san Efrén).
