Inicio » Content » DOMINGO 4°. Tiempo durante el año. Ciclo "A"

«(…) El Señor dijo: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados (Mt 5,6).

Ninguna cosa corporal apetece esta hambre ni ninguna cosa temporal anhela esta sed, sino que desea saciarse del bien de la justicia y, oculta a la mirada de todos, desea llenarse del mismo Señor. Dichoso el espíritu que ambiciona esta comida y arde por esta bebida, que no la desearía si no hubiese gustado ya esta suavidad. Al escuchar al espíritu profético que le dice: Gusten y vean qué suave es el Señor (Sal 33 [34],9), recibió una porción de la dulzura celestial y se inflamó del amor hacia el casto placer, de modo que, abandonando todas las cosas temporales, anhela con todo su afecto comer y beber la justicia, y abraza la verdad del primer mandamiento, que dice: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Dt 6,5; Mt 22,37; Mc 12,30; Lc 10,27), porque amar la justicia no es otra cosa que amar a Dios. Y, puesto que al amor de Dios se une el cuidado del prójimo, a este deseo de justicia se añade la virtud de la misericordia, y se dice: “La misericordia nos asemeja a Dios”.

Bienaventurados los misericordiosos, porque Dios será misericordioso con ellos (Mt 5,7). Reconoce, ¡oh cristiano!, la dignidad de tu sabiduría y entiende cuál ha de ser tu conducta y a qué premios eres llamado. La misericordia quiere que seas misericordioso; la justicia, que seas justo, a fin de que en la criatura aparezca el Creador y en el espejo del corazón humano resplandezca expresada por la imitación la imagen de Dios»[1].

 


[1] San León el Grande, Homilía 95, 2 ss. (trad. en: San León Magno. Homilías sobre el Año Litúrgico, Madrid, 1969, pp. 369 ss. [BAC 291]). León, que ostenta el título de Grande, sobre todo por su contribución teórica y práctica al afianzamiento del primado de la Sede Apostólica romana, fue Papa de Roma entre 440 y 461, en el momento histórico en que el Imperio Romano se quebraba en Occidente ante el empuje de las invasiones bárbaras. León habría nacido en Toscana (¿o Roma?), hacia el fin del siglo IV. Antes de ser obispo de Roma ocupó una posición importante durante el pontificado de sus predecesores. León fue ante todo obispo de Roma y, por medio de sus frecuentes sermones dirigidos tanto al clero como al pueblo, buscó introducir a su comunidad en la celebración de los misterios de Cristo, proponiéndole la vivencia sincera de la vida bautismal, a la vez que procuró preservar a sus fieles de las herejías y los errores provenientes del paganismo. Después de veintiún años de pontificado arduo y difícil, murió el 10 de noviembre de 461. Nos legó 97 sermones y 173 cartas.