Inicio » Content » DOMINGO 3º DE PASCUA. Ciclo "A"

«... Ellos preparan la mesa, presentan la comida, y Dios, a quien no le habían reconocido en la explicación de la Escritura, es descubierto en la fracción del pan. No fue escuchando los preceptos de Dios cómo ellos fueron iluminados, sino cumpliéndolos: No son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley, esos serán declarados justos (Rm 2,13). Quien quiera comprender lo que ha oído, que se apresure a poner en práctica lo que haya podido captar. El Señor no fue reconocido mientras hablaba; Él se ha dignado manifestarse cuando se le ha ofrecido algo para comer. Amemos, por tanto, la hospitalidad, hermanos queridísimos; amemos la práctica de la caridad. De ella nos habla Pablo: Permanezca entre ustedes la fraternidad; no se olviden de la hospitalidad, puesto que por ella, algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles (Hb 13,1-2). Pedro dice también: Sean hospitalarios unos con otros sin murmuración (1 P 4,9). Y la Verdad nos habla de lo mismo: Peregriné y me recibieron (Mt 25,35)... Cuantas veces hicieron eso a uno de estos mis hermanos menores, nos dirá el Señor en el día del juicio, a mí me lo hicieron (Mt 25,40)... Y, a pesar de todo, ¡somos tan perezosos frente a la gracia de la hospitalidad! Midamos, hermanos míos, la grandeza de esta virtud. Recibamos a Cristo en nuestra mesa, a fin de poder ser admitidos en su festín eterno. Demos ahora hospitalidad a Cristo, presente en el peregrino, a fin de que el día del juicio no nos ignore como extranjeros, sino que nos reciba como hermanos en su Reino»[1].

 


[1] San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, II,3 (23); PL 76,1182-1183; trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, I 4. Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la espiritualidad medieval.