Inicio » Content » DOMINGO 15º DURANTE EL AÑO. Ciclo "B"
Nota imagen: 

 

Jesucristo enseñando a sus discípulos

1684

Evangeliario

Egipto

“... Un predicador ya experimentado no debe predicar para recibir la recompensa en esta tierra, sino que ha de recibir la recompensa para poder seguir predicando. Porque quien predica para recibir aquí la paga, en prestigio o en metálico, se priva indudablemente de la recompensa eterna. En cambio, quien predica buscando agradar a los hombres para atraerlos con sus palabras al amor del Señor, no al suyo propio, o bien percibe una retribución para no caer extenuado en el ministerio de la predicación a causa de su pobreza, éste ciertamente recibirá su recompensa en la patria celestial, porque durante su peregrinación sólo recibió lo estrictamente necesario”[1].

 

 


[1] San Gregorio Magno, Homilía 17 sobre los evangelios, 7; (cf. Obras de san Gregorio Magno, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1958, p. 603 [BAC 170]). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la espiritualidad medieval.