Inicio » Content » DIFUSIÓN DE LA OBRA DE SANTA GERTRUDIS (10)

José de Ibarra, escudo pectoral de monja concepcionista con el tema de la coronación de la Inmaculada por la Trinidad isomorfa, con san José y el Niño, santa Ana, san Joaquín y santa Gertrudis Magna. Convento novohispano no identificado, óleo sobre lámina de cobre, armazón de carey, 18.5 cms. diam., anterior a 1756. Colección: Museo Soumaya, fotografía por Javier Hinojosa, catalogación por Juan Carlos Cancino.

 

por Pierre DOYÈRE, OSB †[1]

5. Las citas marginales (conclusión)

   2.- Visión cara a cara[1]. Ella provoca tres citas comunes a B y W.

1. Agustín. Quid est illud quod interlucet mihi et percutit cor meum sine lesione et inhorresco et inardesco (¿Quién es aquel que brilla para mí y golpea mi corazón sin lastimarlo, y tiemblo y ardo?), Confesiones 11,9.

2. Bernardo. Spiritus es Deus et eos qui volunt ei similes fieri oportet intrare ad cor atque in spiritum illud negotium actitare ut revelata facie gloriam domini speculantes in eam imaginen transformentur de claritate in claritatem ad domini spiritum (Dios es espíritu y aquellos que quieren hacerse semejantes a Él deben entrar en el corazón y ejercer frecuentemente ese intercambio en (su) espíritu, para que, contemplando con el rostro descubierto la gloria del Señor, sean transformados en esa imagen, de claridad en claridad, conforme al Espíritu del Señor), in Cant. 24,5.

3. Agustín. Non est magnum omnipotenti qui valet facere supra quam petimus et intelligimus (No es mayor que el Omnipotente, quien puede hacer más de lo que pedimos y entendemos), Confesiones 10,30.

La última cita previene de la tentación que podrían tener ciertos lectores, de sorprenderse o incluso escandalizarse de las gracias de dulzura sensible, cuyo recuerdo evoca la santa al final del capítulo. Si bien en un contexto un poco diferente, san Agustín aplica a la alegría de su conversión la oración de san Pablo sobre la bondad todopoderosa de Dios (Ef 3,20).

Las otras dos citas concuerdan con el carácter luminoso y deífico de la visión del rostro divino. Su conveniencia es más evidente aun cuando se las sitúa en el conjunto de los préstamos tomados a lo largo de todo el libro por las citas marginales, por una parte a san Agustín y por otra parte a san Bernardo.

Los préstamos[2] tomados de las Confesiones emanan con toda evidencia de una misma persona, capaz de percibir una correspondencia profunda entre los encuentros magníficos, pero de carecer muy diferente, que han tenido con Dios las dos grandes almas de Agustín y Gertrudis. La experiencia de la luz sobrenatural en uno, la experiencia de la intimidad afectiva con el Señor en el otro, dan a ambos la evidencia interior, imposible de analizar pero irrecusable, de la concordancia con lo divino[3]. Esta conduce a una alegría de indecible dulzura, cuya perfección sería un no sé qué, que no es más de esta vida[4]. El alma se maravilla[5] y la Palabra de Dios recibida en la Escritura destila una dulzura de miel como en una copa, donde uno se puede abrevar con una insaciable avidez[6]. El lirismo místico de la monja, al reposar su alma sobre el pecho de Jesús, tierra sagrada, hace eco al lirismo más filosófico de Agustín al descubrir paralelamente en el Verbo, el lugar de nuestro reposo[7]. El texto citado más arriba, en el margen de la visión cara a cara, responde a la misma armonía[8]: las Confesiones dicen de la búsqueda de Dios a través de la creación que la expresa, puesto que Dios habla, Dios posee un Verbo y este Verbo es el principio de todo lo creado, este es Aquel que guía la inteligencia de todo el que busca, y es en Él, que la búsqueda misma es ya un encuentro.

Por lo que se refiere a san Bernardo, la unidad se hace por los préstamos tomados a los Sermones sobre el Cantar, en torno al tema de las relaciones entre el Esposo y la esposa. La experiencia de Gertrudis se presenta al autor que elige las citas como la realización perfecta de esta unión mística entre el alma y el Señor, cantada y admirada[9] por San Bernardo. Si el temor es debido al maestro, la reverencia al padre, el esposo exige el amor[10], y para expresar el amor del alma y el Verbo, no hay nombres que le convengan mejor que los de esposa y Esposo[11]. Sin duda, uno y otra son espíritus, pero por eso se da entre ellos un coloquio espiritual[12], que consiste en intercambios diversos de intimidad espiritual[13], llegando hasta el beso[14], hasta la unión transformante de claridad en claridad[15].

La aplicación de ciertos textos de Isaías a la vida mística de Gertrudis testimonia también una unidad de visión en la elección de las citas. Sin retomar aquí lo que fue dicho antes sobre el testimonio de amor “sobre las palmas de mis manos”, señalemos que el tema de la consolación junto a la angustia y el exilio son como el leimotiv de los préstamos tomados de Isaías. Este tema ya está relacionado con las citas marginales transcriptas más arriba para la visión del 27 de enero, que ponen fin a una crisis de expectativa, de Adviento. Hay otra cita hecha también en un clima de adviento, puesto que reproduce un texto escriturístico, no directamente, sino en la forma que toma en la liturgia del segundo domingo de Adviento[16]. Mientras se espera el retorno glorioso de los rescatados a Jerusalén, toda la naturaleza está como asociada a la alegría de la caravana. Este texto apoya una experiencia gertrudiana donde el rescate está significado, no como una ascensión del alma, sino como un gran movimiento lleno de dulzura del Señor descendiendo de su trono hacia el alma miserable. Y las “montañas” y los “árboles” que se asocian alegremente a este triunfo divino son los elegidos, místico paisaje donde reina la gloria de Dios. Por amor, Yavhé consuela y purifica a su pueblo[17], y esta consolación que el poema de Isaías describe como el torrente de un río de paz, es, en la experiencia gertrudiana, el río de dulzura que se derrama del corazón divino[18].

Así, por medio de estos pocos ejemplos, se puede uno ya convencer de que la mayor parte de las citas marginales no son simples referencias a concordancias verbales, sino, en el espíritu mismo del Prólogo, testimonios de que, no solamente las gracias más extraordinarias concedidas a Gertrudis, sino toda su vida mística, hace como eco a otras grandes experiencias queridas por Dios. La elección de las citas, en la medida en que se pueden atribuir a la monja autora de la compilación, revela también la calidad de la lectio divina en el monasterio de Helfta[19].

Fin de la introducción

 


[1] Concluimos con esta publicación la Introducción de Pierre Doyère, a la edición crítica latín-francés del Heraldo del Amor Divino. Cfr. Gertrude D’Helfta, Œuvres Spirituelles II, L’Héraut (Livres I-II,) Sources chrétiennes N° 139 – Paris, Les Éditions du Cerf, 1968, «Introduction», pp. 9-91. Tradujo la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso, del Monasterio de la Madre de Cristo, Hinojo, Argentina.

[2] Además de I,17; II,1, 2, 3, 6, 8, 21, 23.

[3] I,17: Confesiones 7,10: Non erat prorsus unde dubitarem: No era recto, por tanto, que (yo) dudara.

[4] II,2: Confesiones 10,40: Intromittis me introrsus nescio ad quam dulcedinem: Me introduces al interior de no sé qué dulzura.

[5] II,3. Confesiones 8,3; 11,31: O quam excelsus es in excelsis et humiles corde sunt domus tuae: ¡Oh qué excelso eres en lo alto y humildes en el corazón son los de tu casa!

[6] II,6: Confesiones 13,30: Audivi, Deus meus, et eduxi stillam dulcedinis de tua veritate: Oí, Dios mío, y bebí una gota de la dulzura de tu verdad.

[7] II,8: Confesiones 4,11: Hic est locus imperturbabilis quietis: Éste es el lugar de la quietud imperturbable.

[8] II,21: Confesiones 11,9: Quid est illud quod interlucet mihi et percutit cor meum sine lesione et inhorresco et inardesco: ¿Quien es aquél que brilla para mí y golpea mi corazón sin lastimarlo, y tiemblo y ardo?

[9] I,16: In Cant. 57,3: Felix conscientia quae de se ista meretur audire: Feliz la conciencia que merece oír de sí estas cosas. I,17: In Cant. 64,10: Cum quonam o admirande sponse tibi tam familiare consortium: ¿De dónde oh admirable esposo, tan familiar consorcio contigo?

[10] III,18: In Cant. 83,4: Exigit Deus timeri ut dominus, honorari ut pater et ut sponsus amari: Dios exige ser temido como Señor, honrado como padre y amado como esposo.

[11] II,13: In Cant. 7,2: Non sunt inventa aeque dulcia nomina quibus Verbi animaque dulces ad invicem experimerentur affectus quemadmodum sponsus et sponsa: No se encuentran las mismas dulces palabras por las cuales el Verbo y el alma experimentan afectos dulces y recíprocos al modo del esposo y la esposa.

[12] II,1 – III,19: In Cant. 45,7: cfr. supra III,10: In Cant. 85,14: Quisquis es curisous quid hoc sit illo verbo praepara illi non aurem sed mentem. Non adest lingua, adest gratia: Quienquiera que seas, que estás curioso de lo que sea en aquel Verbo, prepara para Él, no el oído, sino la mente. No viene por la lengua, viene por la gracia.

[13] II,3: In Cant. 31,7: Studiosis mentibus Deus frequenter apparet et non sub una specie. Oportet namque pro variis animae desideriis divinae presentiae gustum variari et infusum supernae dulcedinis saporem diversa appetentis animi aliter atque aliter oblectare palatum: Dios aparece frecuentemente a los de espíritu esforzado y no bajo una sola forma. Conviene, pues, que, según los varios deseos del alma, varíe del mismo modo el gusto de la presencia divina y el sabor de la sublime dulzura (sea) infundido de diverso modo según las distintas apetencias de los ánimos y de diverso modo deleite el paladar. Y III,19: In Cant. 83,3: Quid optabilius caritate qua fit ut per temet o anima fiducialiter accedas ad Verbum et familiariter percuncteris consultesque de omni re: ¿Hay algo más deseable que el amor? Gracias a él, oh alma, te acercas al Verbo tú misma con toda confianza; preguntas y consultas familiarmente sobre todas las cosas.

[14] III,17: In Cant. 83,6: Felix cui tantae suavitatis complexus experir donatus est: Feliz abrazo de tanta suavidad, que nos es dado experimentar. Y III,18: In Cant. 9,11: Osculum impressum melius innocescit: Se da a conocer mejor por la impresión del beso.

[15] II,21: In Cant. 24,5: cfr. supra, en el texto principal de esta publicación, párrafo 2.

[16] II,19: Is 55,12: Montes et colles cantabunt coram Deo laudem et omnia ligna silvarum plaudent manibus: Montes y collados cantarán alabanzas ante Dios y todos los árboles de los bosques aplauden con (sus) manos.

[17] II,23: Is 43,4: Ex quo honorabilis factus es et gloriosus in oculis meis ergo dilexi te: Porque has sido hecho honorable y glorioso ante mis ojos, yo te amé.

[18] III,33: Is 66,12: Ecce ego declino in eos ut fluvium pacis et ut torrens inundans gloriae gentium: He aquí que hago derivar hacia ellos como un río la paz, y como un torrente que inunda, las riquezas de las naciones. Y III,11: Is 43,25: Ego sum ipse qui deleo iniquitates tuas propter me: Yo mismo soy quien borro tus iniquidades para conmigo.

[19] Dom Pierre Doyère murió el 18 de marzo de 1966, algunos días después de haber recibido las primeras pruebas de “El Heraldo de amor divino”. La obra pudo imprimirse gracias al trabajo de Dom François Bouilly y de Dom Jean Fourcade, monjes de San Pablo de Wisques. Su colaboración ha consistido principalmente en presentar el manuscrito de Darmstadt, conocido demasiado tarde por Dom Doyère.